Название: E-Pack Bianca y Deseo julio 2021
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413759968
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Beatrice se dio cuenta de que se le iban los ojos a la boca de Dante, y le desesperó volver a sentir aquella llamarada de deseo por el cuerpo.
–Creo que en el futuro debemos comunicarnos a través de nuestros abogados –concluyó luchando por mantener un tono de voz frío.
Dante sintió una tirantez en el pecho que se negó a reconocer como soledad mientras apartaba de sí fragmentos de recuerdos que aparecían en rápida sucesión en su mente. Las lágrimas de su hermano cuando le dijo que lo sentía, la frialdad en la mirada de sus padres cuando le informaron de que el futuro de la familia real caía sobre sus hombros.
–Entonces, ¿no crees que los ex pueden ser amigos?
Aquella breve carcajada amarga no sonó como la risa desinhibida y fresca que él recordaba. Unas semanas casada, y Beatrice había dejado de reír.
–Esto no es una amistad. Los amigos comparten.
Compartir, había dicho. Dante estuvo a punto de reírse también. Lo último que había querido cuando estaba con Beatrice era compartir. Lo que quería era olvidar. No quería demostrarle nada a su esposa, ya tenía que hacerlo con todos los demás.
Por primera vez en su vida, Dante había experimentado el miedo al fracaso, algo tan ajeno a él que le había llevado un tiempo identificarlo. Peor que la debilidad era la idea de que Beatrice viera esos miedos, lo mirara de otra manera… conocía aquella mirada. La había visto todo los días y no podía soportarla.
Había visto aquella mirada en los ojos del equipo que había formado para coordinar su nueva vida. Le dijeron que tenían confianza total en él, y al mismo tiempo le pidieron que abrazara unos valores que había rechazado mucho tiempo atrás. Apelaron a su sentido del deber.
El auténtico impacto, al menos para él, fue que tenía sentido del deber. Había pasado toda su vida olvidando las lecciones de deber y servicio, pero al parecer habían dejado en él una huella profunda. No compartió aquella revelación con nadie, no quería darles el arma de su debilidad. Lo que hizo fue escuchar y luego reducir el equipo a tres personas con las que pudiera trabajar.
Miró a Beatrice con ojos entornados.
–No puedo estar mitad dentro y mitad fuera, Dante. No es justo. Es… cruel –le espetó.
Dante recorrió con la mirada las hermosas y angustiadas facciones de la mujer con la que se había casado. «Por fin ha sido razonable»: aquella fue la reacción de su padre cuando le dio la noticia de que habían terminado.
«Ha entrado en razón. Beatrice me deja».
Dante había señalado el hecho de que era decisión de ella, aunque no añadió que pelear contra aquella decisión era probablemente lo único noble que había hecho en su vida.
Sabía que no debería sentir aquella rabia, aquella sensación de traición. Su matrimonio tuvo lugar por el niño, y luego no había niño. La decisión de Beatrice fue la lógica.
La mayoría de los matrimonios debían su longevidad a la conveniencia mutual y la pereza, o, como en el caso de sus padres, a un acuerdo. Dos personas que tenían vidas paralelas que se tocaban ocasionalmente. Aquello era algo que Beatrice nunca llegaría a entender.
Al final, la noticia oficial había sido una separación de prueba, mientras que por detrás se preparaban listas de candidatas de reemplazo para cuando la «prueba» se convirtiera en permanente de modo oficial.
Dante no estaba muy interesado en las listas y los nombres de quienes se añadían o se borraban cuando se descubría algún cadáver en sus armarios de sangre azul.
Una novia conveniente le resultaba igual que otra, aunque se preguntó si habrían incluido a la mujer que había sido elegida para compartir el trono con su hermano. No recordaba su cara ni su nombre, solo que pertenecía a una de las pocas familias reales europeas con las que Carl y él no estaban emparentados.
Carl se había atragantado antes de hacerlo oficial, y decidió apartarse de la mentira de su vida… porque aunque San Macizo era considerado un lugar progresista, la idea de un soberano gay que no iba a proporcionar un heredero no era negociable.
Sus opciones eran marcharse o vivir una mentira.
Dante se había preguntado si él hubiera sido capaz de mostrar la misma entereza que su hermano en las mismas circunstancias.
Una de las cosas que más le impactó, tras el shock inicial de sus revelaciones, fue no haberlo visto venir. Cuando su hermano reveló su orientación sexual y su profunda infelicidad, le pilló completamente por sorpresa. Pero lo cierto era que nunca le había interesado mucho la vida de los demás, reconoció con disgusto.
Volvió a dirigir la mirada hacia el rostro de Beatrice, sus suaves facciones, la pureza del perfil, el brillo que tenía a pesar de la infelicidad de sus ojos.
–Y estás fuera –Dante levantó ligeramente los hombros–. Me parece bien.
Ella parpadeó, asombrada por su respuesta. Y una parte irracional de su ser se disgustó al ver que Dante no lo luchaba.
–¿Estás de acuerdo?
–Ya lo estaba. Nos estamos divorciando, así que relájate. Las cosas están marcha.
–¿Lo están?
El día anterior le habría parecido bien, pero el día anterior no estaba respirando el mismo aire que Dante. Desde entonces estaba puesta a prueba y se había enfrentado cara a cara con su vulnerabilidad respecto a él.
–A todo el mundo le interesa que esto suceda. Todos estamos en el mismo barco.
–Lástima que no se pudiera decir lo mismo de nuestro matrimonio.
No tendría que haberle dolido que él no lo negara, pero le dolió.
Su decisión de marcharse había sido recibida con un alivio mal disimulado.
–No creo que nadie confiara en que durara, ni siquiera tú…
Dante volvió a encogerse de hombros.
–Yo nunca creí que me casaría. Creo que el matrimonio significa cosas muy distintas para nosotros dos –Dante empezó a recoger la ropa para vestirse–. Nuestras vidas se cruzaron, pero ahora…
Se cruzaron pero casi no conectaron. Tal vez fuera la profundidad de su reacción lo que hizo mostrar cierta contención. Necesitó de todo su autocontrol para no ir detrás de aquella impresionante mujer de piernas interminables y piel dorada que había visto en el vestíbulo del abarrotado teatro, o al menos buscar su nombre… pero Dante se marchó.
Cuando días más tarde estaba en primera fila de un desfile de ropa del diseñador de moda de la temporada, vio a aquella rubia desfilar con las manos en las caderas y rezumando sensualidad. Permitió que su acompañante, no recordaba quién, lo arrastrara a la fiesta que se celebraba después, el tipo de eventos que él normalmente evitaba. Ahí supo que la mujer se llamaba Beatrice, y que ya se había marchado. Su acompañante se quedó en la fiesta y él salió corriendo de allí, poseído por una sensación de urgencia que no quería pararse a analizar. Unos días СКАЧАТЬ