Humanos. Natalia López Moratalla
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Название: Humanos

Автор: Natalia López Moratalla

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Fuera de Colección

isbn: 9788432153822

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СКАЧАТЬ pobreza biológica de la pérdida de receptores olfativos le libera del determinismo sexual de una época de celo ligada al olor de las feromonas.

      Pero nos tenemos que preguntar ¿cómo es posible conseguir que una información genética, similar a la de los primates, pueda ser la base desde la que se construya un cerebro tan sumamente especial como es el humano? La respuesta, como señalamos antes, proviene de la actividad de los genes reguladores o genes rectores que sufrieron alguna pequeña mutación en el proceso evolutivo de hominización.

      De esta forma permiten sacar más partido a los genes; es decir, combinan los genes para que digan un mensaje conjunto, por lo que la información resulta enriquecida. Así pues, la información genética de partida para la constitución de cada ser humano no es más rica que la de ningún primate. Sin embargo, el programa de desarrollo recibe muchas más órdenes por parte de los genes rectores —información epigenética—, por lo que se construye un cuerpo muy peculiar anatómica y funcionalmente. Y, en definitiva, será la información relacional propia de cada uno de los seres humanos, la que permitirá que sus estilos personales de vida, sus vivencias, sus decisiones, su biografía, potencie la información genética/epigenética a lo largo de la vida.

      La información relacional potencia y eleva el principio vital de cada hombre aportando así el plus de realidad, de forma que la vida biológica y la vida biográfica son inseparables y, al mismo tiempo, inconfundibles.

      El misterioso plus de realidad es de cada uno. Cada hombre, como Titular que es de su cuerpo, es quien marca sus metas y proyectos. Vive una historia que habla de sus relaciones con otros, de la cultura y educación recibida y buscada, de sentimientos e ideas, etcétera. Lo que hace humano al cuerpo de cada hombre es que su Titular, con nombre propio, puede aflojar las ataduras del automatismo animal y, así, no quedar encerrado en las necesidades biológicas.

      El plus de realidad aparece como liberación del encierro en los automatismos, ya que el hombre es necesariamente libre. Como una brecha natural que es, podemos estrecharla hasta casi taponarla; sin embargo, seguirá la gran brecha que nos mantiene siempre abiertos hacia nuestro interior y hacia fuera, y podemos ensancharla de nuevo.

      La cuestión del tamaño

      El volumen medio del cerebro humano —unos 1400 cc— es tres veces más grande que el del chimpancé. Supera al de cualquier otro animal si se establece la relación entre el peso cerebro y el peso del cuerpo, al igual que supera a todos los demás en el tamaño de la corteza cerebral.

      Durante las últimas décadas, la explicación principal del hecho de nuestro gran tamaño cerebral ha sido la hipótesis del cerebro social —propuesta por el psicólogo Robín Rumbar de la Universidad de Oxford—, según la cual el tamaño cerebral de un individuo se relaciona con el tamaño del grupo social de la especie a que pertenece. Así, un mayor tamaño del cerebro sería un hecho necesario para apoyar los vínculos cuando el grupo de congéneres es amplio. Otros científicos especulan que lo importante y primario es que el tamaño permita la inteligencia necesaria para conseguir los alimentos, incluso cuando esa tarea se confía a unos pocos individuos. No obstante, habría que señalar que la selección natural también habría trabajado equilibrando el crecimiento del órgano con otras fuerzas de sentido como el ahorro de energía. Tal vez por eso, la mayoría de las especies hayan mantenido cerebros pequeños a lo largo de la evolución.

      Cabe señalar que, más bien, es la complejidad de la organización funcional del cerebro lo que marca la complejidad de la relación con los individuos de la especie a que pertenecen. Pensemos, por ejemplo, en la capacidad del chimpancé para “percibir” las intenciones del movimiento de un congénere por poseer las neuronas espejo.

      Es sorprendente que se siga queriendo comprender el modo en que el cerebro humano llegó a ser tan grande basándose en hipótesis a partir de los postulados de la evolución zoológica. Los principios biológicos esenciales en que se fundamentan las sociedades animales no son extrapolables sin más a los humanos. Bastaría pensar en el hecho de que no hay dos cerebros humanos iguales, como tampoco existen dos personas idénticas. El gran tamaño del cerebro humano del recién nacido —que, además, sigue creciendo durante la infancia— y su maduración posterior, están en función de la necesidad de un parto prematuro de forma que desde el inicio esté en relación interpersonal en familia.

      El tamaño del cráneo humano es una de las fuerzas que le llevan a nacer sin terminar el desarrollo. Por tanto, nace necesitado de familia, crece necesitado de la familia y se hace ser social a través de la familia.

      Los seres humanos llevan al límite máximo el tamaño del cerebro. Por ser humanos, la selección natural no determina su supervivencia. Para la alimentación de la madre y el hijo se cuenta con el trabajo de procesar los alimentos utilizando herramientas, la elección de productos animales ricos en grasas y proteínas para la dieta y la posibilidad de la técnica culinaria.

      Genes que hacen “humano” el cerebro del hombre

      Como hemos indicado anteriormente, para que apareciera el hombre fue necesario una serie de mecanismos evolutivos que permitieran “sacar un gran partido a los genes” de los antecesores y poder así construir el espectacular cerebro que alberga el cuerpo humano.

      El tiempo en el proceso evolutivo se mide por cientos o miles de millones de años. Y la aparición de las especies de los grandes simios —Orangután, Gorila, Chimpancé— hasta el Homo tiene lugar en tiempos tan breves y cercanos a hoy, como hace diez a hace dos millones de años. Justamente, alrededor de hace esos dos millones de años se han dado, y de forma coordinada, una serie de eventos evolutivos, coincidentes de forma precisa en el tiempo, y que juntos dan razón —como presupuestos necesarios— de la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro.

      Posteriormente, el trabajo, la cultura, el desarrollo familiar hacia los más amplios contextos sociales, ha ido creando un desarrollo tecnológico que ha cambiado las formas de vida y matizado las capacidades cerebrales. Pero, como solemos decir, “si tomáramos un recién nacido neardental y lo criáramos en Oxford, nadie lo distinguiría de un afamado profesor de tan prestigioso College”.

      Veamos algún ejemplo de estos llamativos eventos, que nos dan la perspectiva de que el cerebro humano sale de un “más con menos” y no de un “más con más” genes.

      1 Los genes que determinan el gran tamaño del cráneo y de la corteza de nuestro cerebro, se han coordinado en el tiempo, justamente, con la aparición de una nueva forma del gen que codifica la enzima glutamato deshidrogenada cerebral, la forma 2 (GLUD2) presente en el cerebro. Un cerebro grande y con gran actividad como el humano produce gran cantidad de glutamato, que es necesario eliminar porque es tóxico.

      2 La figura 1.5 muestra la evolución de la tasa de expresión cuantitativa de proteínas en primates y humanos en el cerebro y otros tejidos. Como consecuencia de los genes rectores y a pesar de tener solamente un 1 % de diferencia en las secuencias genómicas con los chimpancés, los hombres poseen unas tasas mucho más elevadas de algunas proteínas del cerebro que el resto. Muchas de estas proteínas están implicadas en el desarrollo embrionario en la función neuronal o en la actividad sináptica.

      Fig. 1.5. La velocidad de diferencia, entre primates y humanos, es mayor en los genes del desarrollo del cerebro en los chimpancés —pan—, que están al final de la línea que conduce al hombre.

      Así mientras somos igual de parecidos en las proteínas de la sangre a como lo son ente sí chimpancés y Rhesus, y casi igual en el hígado, somo bien diferentes СКАЧАТЬ