E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery
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Название: E-Pack HQN Susan Mallery 1

Автор: Susan Mallery

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413756493

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СКАЧАТЬ conllevaba. No era que no quisiera a su madre ni quisiera que fuera feliz, pero ¿tenía que hacerlo en la mesa de la cocina?

      –Son viejos, ¿no deberían preocuparles sus articulaciones y esas cosas? ¿No sería mejor una cama? En una cama no habría sido tan impactante.

      –Creo que es impresionante –anunció Montana–. ¿Cuándo ha sido la última vez que has practicado sexo encima de una mesa de la cocina?

      –No puedo recordar ni la última vez que he practicado sexo –dijo Nevada suspirando. Tendría que aceptar simplemente que estaba emocionalmente herida.

      Echó a andar hacia el centro del pueblo, pero sus hermanas se interpusieron en su camino.

      –¿Creéis que un café con leche me ayudará a olvidarme de esto más que un helado?

      –¿Y qué tal un Frappuccino de moca? –Dakota le dio una palmadita en el hombro–. Es lo mejor del mundo.

      –Perfecto.

      –Es muy dulce –comenzó a decir Dakota.

      Nevada se detuvo y la miró.

      –No vayas por ahí. No eres tú la que lo ha visto. Hasta que no hayas visto a tu madre practicando sexo sobre la mesa de la cocina, no te permito que des ninguna opinión. ¿Entendido?

      –Sí, y tanto.

      –Apuesto a que Max tiene un buen trasero –dijo Montana–. No es que quiera pensar mucho en ello, pero se cuida mucho.

      Dakota sonrió.

      –Seguro que sí.

      –Os odio a las dos.

      Sus hermanas la abrazaron.

      –No puedes odiarnos –dijo Montana besándola en la mejilla–. Tenemos tu adn.

      –Pues quiero que me lo devolváis.

      Sus hermanas se rieron y ella, si bien algo reticente, se unió a ellas. Siempre había sabido que tener una gran familia conllevaba altibajos en las relaciones, tenía sus más y sus menos, y ese en concreto era un gran menos al que tendría que reponerse.

      Agarró a sus hermanas del brazo.

      –De acuerdo. Ya basta de mi trauma emocional. ¿De qué queríais hablar conmigo?

      Sus hermanas se detuvieron en seco, obligándola a ella a parar también. La miraron con una mezcla de preocupación y algo más que parecía culpabilidad.

      –¿Qué? No quiero jueguecitos, he tenido un día muy duro.

      Aunque haber visto a su madre con Max había puesto sus problemas con Tucker en perspectiva.

      –Estamos planificando una boda –dijo Dakota.

      –La tuya. Lo sé –Nevada miró a Montana–. A menos que Simon y tú lo hayáis hecho oficial. Por cierto, todos sabemos que estáis enamorados y que pensáis casaros, así que ¿qué le pasa a ese tipo para no haberte puesto ya el anillo?

      Montana se rio y alzó su mano izquierda, donde un gigantesco diamante resplandecía bajo el sol de la mañana.

      Nevada gritó.

      –¡El tipo sí que tiene buen gusto!

      Las tres se abrazaron y, cuando comenzaron a caminar de nuevo, Dakota respiró hondo.

      –Hemos estado hablando...

      –¿Qué? –preguntó Nevada extrañada porque su hermana siempre sabía qué decir.

      –Hemos estado pensando que nos gustaría mucho una boda doble, pero luego hemos pensado que podrías sentirte mal por ello, así que hemos decidido no hacerlo, aunque por otro lado, económicamente estaría muy bien, pero si te hace daño o es mezquino por nuestra parte, no lo haremos.

      Dakota se quedó quieta y callada.

      –Te queremos –añadió Montana.

      –Lo sé –respondió ella atónita por lo que acababa de oír. Una boda doble. Claro. Estaban comprometidas, eran hermanas y además Dakota estaba embarazada, así que casarse tenía sentido. En cuanto a lo de hacerlo al mismo tiempo... las tres lo habían compartido todo, así que ¿por qué no también una boda?

      Con la diferencia de que en esta, ella se quedaría fuera porque ni siquiera estaba saliendo con nadie.

      –Me parece una idea genial –dijo sonriendo y esperando sonar emocionada y feliz–. ¿Habéis elegido alguna fecha?

      –Estábamos pensando en el fin de semana de Acción de Gracias –respondió Dakota–. Mamá cree que Ford vendrá a casa para las fiestas.

      Ford era el más pequeño de sus hermanos aunque, aun así, era mayor que ellas. Estaba en la Marina.

      –Querréis que Ford esté aquí, así que creo que ese fin de semana sería el momento perfecto.

      Las dos la miraron como si estuvieran buscando la verdad en su expresión y Nevada contuvo un suspiro. ¿Qué tenía que decir? ¿Que se sentía sola y abandonada? ¿Que aunque estaba emocionada porque sus hermanas hubieran encontrado la felicidad, ella también quería un poco? Por otro lado, por mucho que lo quisiera, jamás se interpondría en las bodas de sus hermanas.

      –Más vale que os decidáis pronto, porque no hay muchos sitios donde quepan la familia entera y medio pueblo –les sonrió–. Estoy segura de que es lo correcto.

      –Gracias –susurró Dakota.

      –No sé por qué estabais preocupadas. Ahora, venga, id corriendo a planear vuestra boda. Yo voy a buscar algo que tenga la misma parte de azúcar que de grasas para intentar despejarme la cabeza.

      Dejó a sus hermanas hablando sobre lo que hablaban las futuras novias y echó a correr hacia el Starbucks más cercano. Una vez allí, pidió un Frappuccino de moca con nata y se dijo que era una buena noticia que sus hermanas fueran a casarse. Se merecían ser felices y estar enamoradas... Y el hecho de que ella también se lo mereciera era algo con lo que ya se pelearía en otro momento.

      El sábado por la tarde, con la cabeza aún dándole vueltas porque el recuerdo de la aventura de su madre seguía grabado en ella y algo aturdida por el anuncio de la boda de sus hermanas, Nevada se vio sin nada que hacer ni ningún sitio adonde ir. Entró en el bar de Jo pensando que allí podría encontrarse a alguna amiga, y así fue: Heidi, Charlie y Annabelle estaban en una mesa del centro y le hicieron gestos para que se acercara.

      –Estamos huyendo de la alegría del Festival del Otoño –anunció Charlie acercándole un cuenco de patatas fritas–. Me encantan los festivales, pero todos esos niños... –se estremeció.

      Heidi se rio.

      –¿No te gustan los niños?

      –De manera individual están bien, pero ¿en grupo? No, creo que no. ¿Habéis leído el Señor de las moscas?

      Annabelle СКАЧАТЬ