Название: La hija oculta
Автор: Catherine Spencer
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Bianca
isbn: 9788413751023
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En la última media hora, Imogen había ido de sorpresa en sorpresa. Esa era la única excusa que había para el comentario que hizo:
–¿Quieres decir que se tuvieron que casar a la fuerza?
La mirada que le dirigió, medio de pena, medio de disgusto, le puso la carne de gallina.
–Nosotros los mortales tendemos a cometer esos fallos Imogen. Nos dejamos llevar por nuestros apetitos animales. Aunque no creo que alguien de tu refinada sensibilidad pueda entender eso.
Claro que lo entendía, más de lo que él se imaginaba.
Pero no merecía la pena decírselo. Intentando buscar una forma de escapar de aquella situación, llegaron por fin a la puerta de entrada a Briarwood. No deseando otra cosa que desaparecer cuando antes, se obligó a mostrar la buena educación que le habían enseñado desde pequeña.
–Encantada de verte otra vez, Joe. A lo mejor nos encontramos otra vez.
Cualquier otro hombre habría entendido la indirecta, le habría dado la mano y se habría marchado. Pero no Joe Donnelly. Lo primero que hizo fue mirar la mano que ella tenía extendida, después la fachada iluminada del hotel, antes de mirarla de nuevo a la cara.
–¿Me estás diciendo que te alojas en el Briarwood, o es que quieres que me vaya cuanto antes para que nadie te vea conmigo?
–No, me alojo en este hotel.
–¿Por qué? ¿Por qué no te quedas en tu casa?
–Porque no está mi madre y no quise poner a los criados en un compromiso.
–¿Y por qué se ha ido si sabía que venías?
–Porque… –se detuvo y respiró hondo–. Haces muchas preguntas, Joe Donnelly.
–Supongo que eso significa que me vas a dejar que te invite a una copa mientras me cuentas lo que has hecho desde la última vez que nos vimos.
–No, gracias. Estoy cansada.
–En otras palabras, que no me meta donde no me llaman.
–Más o menos.
Se quedó mirándola durante un rato.
–Muy bien. Siento haberte molestado. No lo haré más.
Y a continuación hizo lo que ella había querido que hiciera. Se dio la vuelta y se fue por donde había venido. La dejó por segunda vez, sin siquiera dirigirle una segunda mirada. Y ella, como una tonta, sintió una punzada en el corazón.
Perdió todas sus fuerzas. Tanto fue así, que se tuvo que apoyar, por miedo a caerse. Una pareja que pasaba por allí, hasta pensó que estaba algo bebida.
–Parece que ésa ha agarrado una buena –comentó la mujer.
A Imogen poco le importó lo que pensaran. Porque sólo podía pensar en una cosa, en marcharse a su habitación a enfrentarse con sus emociones. Porque acababa de darse cuenta de que, a pesar de todos los años que habían pasado, todavía seguía enamorada de Joe Donnelly.
Había estado huyendo años para al final ir a Rosemont a enfrentarse a la realidad.
El teléfono estaba sonando cuando entró en su habitación. Era Tanya.
–Estas cansada –le dijo, cuando Imogen le contó sus sentimientos–. Has hecho un viaje muy largo en avión, además de lo que has conducido en coche.
Pero aquello no convenció a Imogen. Se estaba dando cuenta de que no era posible desenterrar sólo partes de su pasado. Era un todo o nada, y ella no estaba preparada para aquello.
Patsy estaba estirada en el sofá, viendo las noticias de las once, cuando Joe entró en casa.
–Hola –le saludó ella, apagando la televisión–. ¿Qué tal?
–Bien –se dejó caer en el sofá, al lado de ella y se quedó mirando la televisión–. ¿Has llevado a los niños a casa?
–Claro que sí. ¿Por qué estás de tan mal humor?
–Yo no estoy de mal humor.
–Pues yo diría que sí –le respondió, mirándolo a la cara fijamente.
–¡Deja de mirarme así, que no soy uno de tus pacientes!
–Parece que no te han ido muy bien las cosas con Imogen.
–Eso es agua pasada.
–Pues cualquiera lo diría, al verte salir corriendo detrás de ella…
–¡Déjalo, Patsy!
–Lo siento, no sabía que Imogen fuera tan importante para ti.
–No lo es –se apoyó en los cojines y miró el techo–. Es que hay algunas cosas que no cambian, por mucho tiempo que pase. Yo no me porté bien con Imogen Palmer y tendría que haber imaginado que no me lo iba a perdonar. Fin de la historia.
–Yo creo que siempre la has juzgado mal. Ella nunca fue una esnob.
–No me digas eso. Sólo tienes que ver a su madre.
–Papá bebe –comentó Patsy–. Y nosotros no somos alcohólicos.
–Lo sé –le respondió, suspirando de frustración–. Pero reconoce una cosa Patsy, la gente como Imogen Palmer se va al final con los suyos, con la gente que tiene dinero.
–Por lo que yo sé, tú no vives en la miseria, Joe. Y las mujeres se han estado rindiendo a tus pies desde que te empezaste a afeitar. ¿Cuál es el verdadero problema?
La culpa, eso era. Y la vergüenza. Pero no estaba dispuesto a abrir su corazón, y menos delante de Patsy.
–Y yo qué sé –le respondió–. A lo mejor es que está con otro hombre y no quiere complicarse la vida con…
–No está saliendo con nadie. Lo sé porque me lo dijo.
–Pues más a mi favor. Prefiere estar sola que pasar el tiempo con alguien como yo.
Patsy le dirigió una de esas miradas que tanto le molestaban.
–No debería decirte esto y no lo haría si no fuera porque te quiero, a pesar de su testarudez, pero sé que esa «diosa» a la que adoras tiene pies de barro como el resto de los mortales. No se fue del pueblo aquel verano después de licenciarnos sólo por un capricho…
–Lo sé –le respondió él–. Se fue a uno de esos colegios de Suiza, lo cual demuestra lo que yo digo.
–No, no fue allí. Estaba embarazada y su madre la envió a vivir con unos familiares que vivían en la otra punta de los Estados Unidos, donde nadie pudiera encontrarla.
Cuando Joe empezó a trabajar en СКАЧАТЬ