Название: E-Pack Los Fortune noviembre 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413752358
isbn:
Pasó por delante de ella para dejar la taza de café encima de la cómoda. Ella casi dio un salto.
—Cuando estemos casados y vivamos juntos…
—¡Vivir juntos!
Él frunció el ceño y miró hacia el pasillo por la rendija de la puerta entreabierta. Afortunadamente, los únicos sonidos que se oían eran las risas y las voces que venían del otro lado de la casa. Todo el mundo seguía en la cocina. Cerró la puerta.
—Sí. Vivir juntos —dijo, haciendo un esfuerzo por sostenerle la mirada—. Eso es lo que suele pasar cuando las parejas se casan —añadió, bajando el tono. Las paredes parecían gruesas, pero no quería correr ningún riesgo.
—Nosotros… —dijo ella, señalándole a él y después a sí misma—. No somos una pareja.
Él le agarró la mano y la sostuvo en el aire un momento. El diamante que brillaba en su dedo anular lanzaba destellos de colores que bailaban sobre las paredes.
—A todos los efectos, nos convertimos en una pareja cuando te puse este pedrusco en el dedo. ¿Qué clase de matrimonio sería si no viviéramos juntos después de decir «sí, quiero»? De hecho, a muchos les parece raro que no vivamos juntos ya.
Ella apartó la mano bruscamente.
—Diles que soy anticuada —le dijo con voz temblorosa. Rehuyó su mirada y entonces cerró un cajón de la cómoda de un empujón.
Pero toda hostilidad era inútil ya. Él ya había visto lo que se escondía debajo de aquella toalla; las delicadas cintas de la braguita, el encaje… Sin duda le esperaban muchas horas de tormento mientras pensaba en aquel cuerpo perfecto…
—Eso es exactamente lo que le dije a Jeremy. Que eras un poco anticuada.
Y, por alguna razón, su hermano había encontrado el comentario increíblemente divertido.
Isabella, en cambio, se había limitado a sonreír plácidamente al tiempo que le dejaba un plato de beicon y salchichas sobre la mesa. Evie, la cocinera, se lo había recalentado un poco, pues ya hacía más de tres horas que habían desayunado.
—Genial —le dijo Deanna, haciendo una mueca—. Ahora se preguntarán más que nunca qué demonios estás haciendo casándote conmigo.
—¿Qué quieres que diga, Deanna? —exclamó Drew en un tono de pura frustración.
—¡No lo sé! —le dio la espalda. Todavía asía la toalla como si le fuera la vida en ello.
Se sentó en el borde de la cama un momento, pero enseguida se levantó y se alejó.
—No te voy a hacer nada, por el amor de Dios. Que nos hayamos despertado de esa manera no significa que no sepa controlarme.
—Yo no he dicho que no supieras.
—Fuiste tú quien se arrimó a mí mientras dormías —le dijo él—. Y ahora te comportas como una mojigata remilgada y virginal que tiene miedo de estar a solas en una habitación con un hombre.
Deanna se puso roja como un tomate.
Drew la miró unos instantes, preguntándose qué parte de aquel maravilloso cuerpo quedaba por ruborizarse. Y entonces se dio cuenta de que quizá había acertado sin querer.
Apenas pudo reprimir el juramento que pugnaba por salir de su boca.
—No lo eres, ¿verdad? Una mojigata virginal…
Aunque hiciera todo lo posible por esconder la gloria de aquel cuerpo de infarto tras aquellos horribles trajes de ejecutiva, no tenía por qué escondérselos a su novio también.
¿Cómo había dicho que se llamaba él?
¿Mike? ¿Mark?
De repente se dio cuenta de que aquel tipo no le caía nada bien, aunque no lo conociera de nada. Menuda ironía… Drew Fortune nunca había sido de los celosos, ni siquiera cuando la mujer a la que había jurado amar para siempre le había engañado con su mejor amigo.
Deanna apretó los labios.
—No. No soy virgen, si es eso a lo que te refieres, aunque tampoco es asunto tuyo.
—¿Y por qué no? Tú lo sabes todo de mi vida amorosa.
—Eso es porque te lo traes todo a la oficina — exclamó ella, gesticulando con los brazos—. Y después me las dejas a mí para que me libre de ellas cuando ya no te divierten.
—Yo no hago eso.
Ella le miró con cara de estupefacción.
—De acuerdo. Te he mandado a pedirme algunas piezas de joyería —admitió.
—Mm. Pides tantas cosas de Zondervan’s que cuando pediste esto… —le dijo, levantando el brazo y agitando la mano con el anillo—. ¡Salieron corriendo en tu ayuda!
—¿Y? —le dijo él, a la defensiva—. ¡Por lo menos no mando a mi secretaria para que corte con las chicas con las que salgo! No soy tan cerdo.
Ella soltó el aliento de golpe, como si tirara la toalla.
—No eres un cerdo —volvió a sentarse en la cama. Le miró de reojo durante unos segundos y se las arregló para seguir allí sentada, recolocándose la toalla para que le tapara las rodillas.
Drew pensó en decirle que ya era demasiado tarde para molestarse en esconder algo, porque ya lo había visto todo, y en alta definición.
—Sólo es esta situación —le dijo ella, haciéndole volver a tierra firme—. Me está volviendo un poquito… Muy loca.
Drew hubiera querido sentarse a su lado, pero el sentido común le advirtió que sería mejor no hacerlo. Además, como ya andaba un poco falto de cordura, lo mejor era estar alerta.
—Sólo serán unos días —le aseguró, hablándose a sí mismo, más que a ella—. Después volveremos a casa y las cosas volverán a la normalidad.
—Hasta que tengamos que planificar una boda y mudarnos a vivir juntos —dijo ella en voz baja—. ¿Y si la gente nos pregunta si ya tenemos fecha para la boda? ¿Qué se supone que vamos a decirles?
—Les diremos que todavía estamos pensándonos la fecha. Oye, les diremos que tenemos pensado irnos unos días a Las Vegas. No sé… Algo así. Ya se nos ocurrirá algo.
Ella le miró de reojo.
—No tienes fiebre ni nada parecido, ¿verdad? Quiero decir que estamos hablando de todo esto del matrimonio y la boda demasiado a la ligera.
—Qué lista.
Drew hizo un esfuerzo por recordar aquello que había pasado cuatro años intentando olvidar.
Deanna Gurney no sólo era una secretaria brillante, sino también una mujer espectacular. Y en СКАЧАТЬ