Название: El buen soldado Svejk antes de la guerra
Автор: Jaroslav Hašek
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: En serio
isbn: 9788412310726
isbn:
Yo que iba de buena fe, y va ellos y me zurran, me ofenden y sospechan de mis más puras intenciones. No os imagináis lo que duele…
Es a partir de ese preciso momento cuando el humor, y el ritmo de los relatos, se transforman. El giro es clarísimo. Los primeros cuentos datan de 1912, y aparecen junto a las ilustraciones de Stroff. La segunda parte de este libro se publica originariamente en 1920, cuando Hašek ya ha vuelto de la guerra. El vértigo de la alegría, así, se convierte en vértigo del dolor. Y la teatralidad vuelve a enseñarnos todos sus vértices.
II
Jaroslav Hašek no es simplemente un escritor magistral en el uso de la comedia. Su corta biografía (alimentada por él mismo con múltiples mitos) es tan intensa como ambiciosa. No estamos ante un autor aislado que compone su obra al margen de la comunidad. El checo quiere influir en la sociedad de su tiempo desde muy joven. Con un carácter irreverente, y hastiado de la oficialidad de la época, en 1911 funda el Partido del Progreso Moderado Dentro de los Límites de la Ley, cuya historia recogió él mismo, y que esta editorial recuperó en forma de libro en 2015. En una época convulsa, donde la lucha por el sufragio universal llena las calles de Praga, Hašek dirige su movimiento desde una taberna (explica que instala el comité ejecutivo en el mesón Kravín de Královské Vinohrady). Muy crítico con la cultura conformista de los socialdemócratas, y con las ambiciones nacionalsocialistas, decide presentar una candidatura independiente «al bullicio electoral». En su primer manifiesto se presenta ante el pueblo checo como un Colón que sin saber muy bien lo que busca encuentra la tierra prometida. «Tampoco nosotros podemos tener la menor idea de qué cosas buenas va a realizar el partido para la humanidad», escribe. El resultado, se burla, es un fracaso absoluto: «Solo treinta y ocho valientes perseveraron en nuestro distrito electoral», combatientes insobornables, fieles a una organización que se presentó a los ciudadanos con el siguiente cartel: «Se requiere muchacho moral para denigrar a los candidatos de la oposición».
La broma iba muy en serio. Hašek parece anticiparse a muchos de los movimientos sociales y políticos que hemos visto en los últimos años, desde auténticos freaks con ganas de ridiculizar a unos partidos encorsetados, que son incapaces de dar soluciones simples a un mundo demasiado complejo, hasta organizaciones con voluntad de dar un giro radical al sistema y que han cuajado de verdad. Pensamos, claro, en casos como el Movimiento 5 Estrellas, fundado en 2009 por el cómico italiano Beppe Grillo, que se presenta como una «libre asociación de ciudadanos» y que, abogando por la democracia directa, triunfa en las elecciones generales de febrero de 2013, convirtiéndose en el primer partido del Congreso con 108 diputados, y un 25,5% de los votos. Otro caso paradigmático es el Partido Pirata, que ya tiene representación, entre otros países, en Alemania, Suecia, Islandia, Ucrania y adivinen… República Checa.
El cómico y el hacker poniendo en evidencia la necrosis del statu quo. Otro caso menos elaborado, pero que de igual manera evidencia un agotamiento de la democracia representativa tal y como la entendíamos hasta ahora, es el CORI, un partido que nace en Reus y que en 2010 se presenta a las elecciones catalanas con su líder, Ariel Santamaria, vestido de Elvis (ya había sido concejal en su ciudad durante cuatro años), y su número dos, la coplista y travesti Carmen de Mairena. ¿Se trata únicamente de una boutade? Puede ser. Pero lo cierto es que pone sobre la mesa un problema nada menor. En España, otro cómico, Leo Bassi, creó en 2011 PPLeaks, una web al estilo de Wikileaks que invitaba a los usuarios a denunciar públicamente los casos de corrupción del Partido Popular. Volviendo a Hašek, el escritor explica cómo, cien años antes de todo esto, su partido repartió entre sus electores trescientos números para el sorteo nacional serbio, además de prometer a todos los votantes un acuario de bolsillo.
Jaroslav Hašek se sirve del humor para crear situaciones. Su partido moderado es, de alguna manera, un happening avant la lettre. Parece adelantarse a los situacionistas de finales de los años cincuenta. En su manifiesto, aclaran: «Se trata de la realización de un juego superior, más exactamente la provocación a ese juego que constituye la presencia humana.» ¿No es eso lo que hace Hašek con su partido político? Guy Debord, en La sociedad del espectáculo, en 1967, va en la misma línea: «En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso». El mismo año, Raoul Vaneigem publica el Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones. Algunos de sus fragmentos podrían rebatir justamente lo que el soldado Švejk representa: «Sólo es espontáneo lo que no emana de una obligación interiorizada hasta en el subconsciente, y que, además, escapa al dominio de la abstracción alienante, a la recuperación espectacular. Se entiende que la espontaneidad es una conquista más que algo dado».
La única sumisión posible es la que responde a uno mismo. El a sus órdenes en política deberá transformarse, inevitablemente, en a nuestras órdenes. O no será realmente política. Hašek nos habla, también, de la libertad.
III
Decimos que Švejk se ha convertido en un arquetipo porque el personaje ha sido capaz de trasmitir al inconsciente colectivo unos rasgos fundamentales de carácter que luego veremos reproducidos en épocas y contextos muy distintos al original. Si antes hemos abordado su capacidad dramatúrgica, y hemos apuntado su comicidad cercana al cine, ahora podemos apuntar cómo algunas de las mejores series británicas de los setenta y ochenta son, en cierta medida, actualizaciones de ese hombre torpe, ofuscado, incompetente e ingenuo que, aún así, siempre encuentra una salida exitosa al caos que, sin saberlo, ha creado.
Uno no podrá leer estos cuentos sin pensar, por ejemplo, en Fawlty Towers, la magistral serie de televisión escrita por John Cleese y Connie Booth en la que encontramos al entrañable Manuel, un personaje que interpreta a un camarero de Barcelona (en Cataluña se solía doblar como si fuera mexicano) al que su jefe, Basil, no deja de abroncarle porque todo lo hace mal. Sería capaz, no lo duden, de confundir un máuser con un zurrón. Pero es esa inocencia natural la que nos conmueve y nos interpela. Y la que hace que el caos, por razones que escapan a la razón, no acabe en una absoluta catástrofe. Algo parecido pasa con Allo, Allo, una serie, también de la BBC, que narra la vida en un café francés durante la ocupación alemana. El dueño del establecimiento, René, tendrá que lidiar con los miembros de la Resistencia y los aviadores británicos de la RAF, no siempre tan competentes como sería necesario, para que los nazis no los descubran.
El ejemplo más conocido, y algo más reciente (se estrena en 1990), es el de Mr. Bean, el personaje creado e interpretado por Rowan Atkinson. Cada episodio se articula, en realidad, como un cuento de Hašek. El protagonista se enfrenta a una situación aparentemente sencilla pero que, debido a su incapacidad, se convierte en todo un problema. Como con Švejk, el resto de personajes que coinciden con él acaban desesperados por su forma incomprensible de actuar. Sin embargo, la serie en la que vemos el arquetipo más definido es Some Mothers Do ‘Ave ‘Em, una producción donde Frank Spencer, con una capacidad insólita para crear accidentes de la nada, representa a la perfección lo que se conoce por humor slapstick, una especie de subgénero en el que la violencia (una bofetada o una colleja) desemboca en la carcajada y la catarsis del espectador. ¿No nos pasa algo así cuando los superiores del buen soldado le golpean porque ya no saben qué hacer con él? En esa serie de los setenta, que TV3 tradujo como N’hi ha que neixen estrellats, hallamos frases gancho como recurso cómico. No era algo nuevo. Cuando lean los cuentos del escritor checo escucharán, siempre, un hop, hop, hop de fondo.
De todas formas, si consiguiéramos hacer viajar en el tiempo a nuestro querido soldado Švejk, seguramente tendría el rostro de Jacques Clouseau, el detective al que dio vida Peter Sellers en la mayoría de películas de La Pantera Rosa. El surrealismo de las conclusiones a las que llega tras un razonamiento sin pies ni cabeza, los СКАЧАТЬ