Название: E-Pack HQN Jill Shalvis 2
Автор: Jill Shalvis
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413756523
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Shirley la miró comprensivamente mientras la gente empezaba a marcharse.
–Tienes que usar zapatos ortopédicos para esto –dijo, y alzó un pie para mostrarle un zapato de gruesa suela negra, posiblemente el calzado más feo que hubiera visto nunca.
–Ponte estos y no tendrás problemas –le aseguró Shirley.
Molly asintió. No tenía demasiados vicios, pero uno de ellos eran los zapatos. Se gastaba mucho dinero en zapatos que no le hicieran daño en la espalda ni en la pierna, ni en los pies, pero que, al mismo tiempo, fueran preciosos. Y no estaba dispuesta a dejar de hacerlo. Ni siquiera por resolver aquel caso.
Lorraine se acercó, comiéndose una galleta, y a Molly se le hizo la boca agua.
–Creía que estabas a régimen –le dijo Shirley a Lorraine.
El elfo se metió el último pedazo en la boca.
–Si te la comes rápidamente, tu metabolismo piensa que estás corriendo.
Shirley puso los ojos en blanco, pero a Molly le pareció que Lorraine sabía algo.
–Esta noche hemos estado tan ocupadas que no hemos tenido tiempo de hablar –le dijo a Molly–. Lo has hecho muy bien. Cuando ese viejales te preguntó si repartías finales felices y te dio una palmadita en el trasero, yo me fui hacia allí para darle en la cabeza con mi bandeja, pero tú te las has arreglado como toda una jefa.
Molly sonrió. Se había inclinado sobre el hombre y le había preguntado si le gustaba su mano. Él le había dicho que sí, que su mano le gustaba mucho. Entonces, ella le había dicho que, si quería conservarla, tenía que quitarla de su nalga, o de lo contrario, el tipo de dos metros que se acercaba a ellos con los ojos entrecerrados se la iba a cortar, si no lo hacía ella primero.
–Oh, vaya –dijo el hombre. Había tragado saliva, se había disculpado y le había dado una propina de veinte dólares–. Dile a tu novio que soy miope y que estaba intentando agarrar una copa, y no tu parte posterior –susurró frenéticamente–. ¿Por favor?
–Si me promete que no va a tocar a ningún otro elfo sin su permiso. Ni a nadie más, por supuesto.
Él asintió con vehemencia y ella continuó, después de mirar a Lucas y transmitirle el mensaje de que el problema estaba resuelto. Después de eso, él se desvaneció, pero ella sabía que estaba cerca, vigilando y cerciorándose de que a ella no le ocurría nada.
Un hombre vestido de Santa Claus, sin el gorro, la peluca y la barba, caminó hasta el centro de la sala. Tenía unos cincuenta años. Con una expresión adusta, tomó la caja de seguridad y la volcó en una bolsa de lona.
–¿Cómo ha ido hoy? –le preguntó a Shirley.
–Estupendamente bien. La chica nueva ha conseguido un montón de propinas.
Santa miró a Molly y entrecerró los ojos.
–¿Quién eres tú?
–Soy la chica nueva –dijo Molly–. ¿Es usted Santa Claus?
–¿Ya ha comprobado Louise que podía contratarte?
–Sí –dijo ella con una sonrisa.
El hombre no sonrió ni le dio las gracias. Simplemente, agarró la bolsa, se la puso al hombro y se marchó del salón sin hablar con nadie más.
–Vaya Santa Claus más poco alegre –dijo Molly.
Janet se encogió de hombros.
–Tiene sus momentos.
–¿Y es el jefe? –preguntó Molly, intentando sonsacar información.
–Él, y su hermano –dijo Shirley–. Aunque, por suerte, al hermano no lo vemos mucho. Viene a recoger a Santa por la noche, tarde, cuando la mayoría ya nos hemos ido. Y mejor, porque es un hijo de puta.
–¿Y Santa, no?
Janet se encogió otra vez de hombros.
–No es tan malo como su hermano. Su hermano hace que el Grinch parezca un santo.
–Para ser justos –dijo Shirley–, el Grinch no odiaba de verdad la Navidad. Odiaba a la gente, que es lógico.
–Pero lo que se ha llevado es mucho dinero –dijo Molly–. La caja de seguridad estaba rebosante.
Shirley asintió.
–Sí. Ha sido una noche muy buena porque los viejos cobraron ayer el cheque de la seguridad social. Esos días somos su primera parada.
Los elfos se dispersaron y Molly salió a la calle. Lucas estaba apoyado contra el edificio, esperándola.
Le recorrió el cuerpo con la mirada, y eso sirvió para dar calor a Molly, a pesar del frío nocturno. Y ella sintió aún más calor cuando él se quitó el impermeable y la envolvió en él.
–Gracias –dijo Molly.
Mientras iban de camino al coche, ella fue contándole todo lo que había averiguado hablando con las señoras. Lucas asintió.
–Es cierto que el hermano de Santa Claus viene todas las noches a recoger el dinero. Quiero quedarme y echarle un vistazo. ¿Qué tal estás tú, por cierto? Llevas toda la noche de pie…
–Estoy bien. ¿Cómo sabes que va a venir esta noche?
Él sonrió.
–Le llevé al elfo que te contrató, Louise, un chocolate caliente y se puso muy habladora.
–Bien hecho –dijo Molly–. Y ni siquiera has tenido que ponerte marchoso toda la noche.
Lucas sonrió.
–A mí me ha gustado mucho.
–¿Cómo lo sabes? Estabas engatusando a Louise.
–Pero no te he quitado ojo.
–¿Porque pensabas que necesitaba apoyo o porque te gustaba lo marchosa que soy?
–Todo el mundo necesita respaldo, Molly, incluido yo –respondió Lucas y sonrió–. Pero me encanta tu forma de gestionar el asunto. Voy a ir a la oficina a espiar a Santa y a su hermano. ¿Te gustaría esperar en el coche?
–No.
Él no se sorprendió. Caminaron entre los árboles para permanecer ocultos. Estaba oscuro, y no era fácil para ella. Lucas abrió paso sin soltarla de la mano. El terreno era accidentado y corría un viento frío. Molly no veía nada; solo oía su respiración acelerada y el zumbido de algún insecto. Era difícil creer que estuvieran en mitad de la ciudad de San Francisco.
Lucas se detuvo de golpe, y ella estuvo a punto de chocarse con su espalda.
–Hay una luz СКАЧАТЬ