E-Pack HQN Susan Mallery 2. Susan Mallery
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Название: E-Pack HQN Susan Mallery 2

Автор: Susan Mallery

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413756509

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      –¿Y no crees que sería preferible esperar hasta que esté todo resuelto? Podríamos volver a...

      –No pienso marcharme –su madre se sentó en el sofá con la espalda erguida y expresión desafiante–. En ese racho fuimos muy felices. Ya has visto el estado en el que se encuentra. Quiero arreglarlo. Aunque no pueda conservarlo, quiero dejar en él una parte de mí misma. Quiero que mejore gracias a mí.

      Rafe se dejó caer en una butaca, al otro lado de la mesita del café y contuvo un gemido.

      –¿A qué te refieres exactamente?

      La determinación de su madre pareció ceder mientras fijaba la mirada en algún punto indefinido.

      –Quiero crear un hogar. ¡Oh, Rafe, pasamos unos años tan maravillosos en Fool’s Gold! Sé que nos faltaba el dinero y que apenas teníamos cosas nuevas, pero éramos una verdadera familia.

      Rafe decidió ignorar el hecho de que los recuerdos del pasado de su madre y los suyos tenían muy poco en común.

      –Comprar el rancho no te va a devolver el pasado, mamá. Tus hijos ya no son unos niños.

      –Lo sé, pero he soñado con Castle Ranche desde que tuve que marcharme –miró a su hijo con los ojos llenos de lágrimas–. Sé que para ti fue una época difícil. Permití que me cuidaras y que te hicieras cargo de tus hermanos. Solo eras un niño, pero nunca tuviste la oportunidad de comportarte como tal.

      –Estaba bien. Fuiste una madre maravillosa.

      –Eso espero, pero reconozco mis defectos. Vivías muy preocupado por mí. A lo mejor esa es la razón por la que ahora no eres capaz de ser feliz.

      Rafe pensó con añoranza en una buena batalla legal contra otra empresa, o en la posibilidad de ganar un contrato teniéndolo todo en contra. Ambas eran cosas que le apasionaban. Pero la verdad era que cualquier cosa sería preferible a estar hablando de sus sentimientos con su madre.

      –Soy completamente feliz.

      –No, no lo eres. Lo único que haces es trabajar. No hay nadie en tu vida.

      –Hay montones de personas.

      –Pero nadie en especial. Necesitas enamorarte.

      –He estado enamorado –y no le había parecido tan maravilloso como se suponía que debería ser.

      Había tomado la que supuestamente era la decisión más inteligente: enamorarse de una joven que debería haber sido perfecta. Era guapa, inteligente y cariñosa. Le había interesado más que nadie que hubiera conocido y había sido capaz de imaginarse envejeciendo a su lado. Si eso no era amor, ¿qué podía serlo?

      Pero aquel corto matrimonio de dos años había terminado cuando su mujer le había pedido el divorcio. Lo único que había sentido entonces había sido una vaga impresión de fracaso e insatisfacción.

      –No estabas enamorado –replicó May–. El amor es mucho más poderoso. El amor te hace enloquecer. Y tú nunca has perdido la cabeza por nadie.

      –De acuerdo, tienes razón. Pero ahora voy a encontrar a alguien, así que soy feliz.

      May arrugó la nariz.

      –Has contratado a una casamentera, Rafe. ¿A quién se le ocurre hacer una cosa así? Cuando llegue el momento, encontrarás a la persona adecuada. Igual que yo encontré a tu padre.

      –Mamá... –comenzó a decir Rafe.

      –No, ahora tendrás que escucharme. Sé que tengo razón. Tienes que encontrar a una mujer por la que estés dispuesto a arriesgarlo todo.

      Como si eso pudiera suceder, pensó Rafe.

      –Encontraré a la mujer adecuada –le prometió–, nos casaremos y tendremos hijos.

      Si no hubiera tenido tantas ganas de tener hijos, jamás habría considerado la posibilidad de volver a casarse. Pero era lo suficientemente convencional como para desear una familia tradicional. Madre y padre. Había sido incapaz de conseguirla por sus propios medios, así que había contratado los servicios de una profesional. Para él, contratar a una persona especializada en formar parejas era lo mismo que contratar a un buen agente de viajes o a un comercial de éxito. Cuando él no era el mejor en algo, buscaba a alguien que lo fuera. Nina tenía un historial intachable.

      –Me encantaría tener nietos –reconoció su madre, sonriendo de nuevo–. Imagínate, tu familia podrá venir a verme al rancho.

      Aquella era su particular visión del infierno, pensó Rafe sombrío.

      –Claro, mamá. Será maravilloso –decidió retomar el tema de conversación inicial–. ¿Estás segura de lo del rancho? ¿De verdad quieres quedarte a vivir aquí?

      –Sí, quiero vivir en el rancho. Tener animales y un huerto en el que poder cultivar frutas y verduras.

      –No creo que eso sea fácil con las cabras alrededor.

      –Seguro que Heidi y yo conseguiremos ponernos de acuerdo.

      Rafe no se molestó en decirle que Heidi y su abuelo no iban a representar ningún problema. Al igual que Nina, Dante era el mejor en lo que hacía. Al final, solo habría un ganador, y, por supuesto, no iba a ser Heidi con sus cabras.

      –¿El rancho no tiene cerca de cuatrocientas hectáreas?

      May se encogió de hombros.

      –No estoy segura. Sé que la cantidad de tierra es más que suficiente.

      A lo mejor se le ocurría algo que hacer con ellas, se dijo Rafe. De modo que quizá aquello no fuera una pérdida de tiempo. Porque no estaba dispuesto a marcharse hasta que May no hubiera conseguido convertirse en la propietaria del rancho.

      Se levantó, hizo incorporarse a su madre y la abrazó.

      –De acuerdo, entonces –le dijo–. Si quieres ese rancho lo tendrás, cueste lo que cueste.

      Heidi se alegró de que no le temblaran las manos mientras servía el café en las cuatro tazas que había en la mesa. May, fiel a su promesa, había concertado una reunión. Apenas veinte horas después de haberse encontrado en el juzgado, estaban en la cocina de Heidi a punto de tomar una decisión que podía cambiar su vida para siempre. Se decía a sí misma que no debía ser tan dramática, pero era incapaz de reprimir la sensación de pánico. Era cierto que la jueza le había dado una tregua, pero aun así, todavía podía perder el rancho. ¿Y entonces, qué? ¿Adónde irían Glen y ella?

      Aquellas eran preocupaciones de otro tiempo, se recordó a sí misma mientras se sentaba a la desvencijada mesa. De momento, iba a colaborar con May y a averiguar cómo conseguir doscientos cincuenta mil dólares en aproximadamente tres semanas.

      –Muchas gracias por invitarnos –le dijo May, sonriéndole.

      –Eres más que bienvenida en esta casa.

      Heidi intentó sonreír e ignorar la СКАЧАТЬ