E-Pack HQN Victoria Dahl 1. Victoria Dahl
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Название: E-Pack HQN Victoria Dahl 1

Автор: Victoria Dahl

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413756462

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СКАЧАТЬ que se hiciera público.

      —Sé que eres buena persona —dijo Quinn, aunque lentamente, y sin demasiado entusiasmo.

      —Quinn, somos amigos desde la guardería. Sabes que yo no me acuesto con las mujeres a la ligera.

      —No, durante el invierno no.

      —Ay —murmuró Ben, frotándose la frente.

      —Está bien, está bien, perdona. Eso ha sido un golpe bajo. Te he visto ligar aquí durante el verano, pero no demasiado a menudo. Me disculpo.

      —Ummm. Bueno, entonces háblame de ese tal Cameron Kasten.

      —Lo siento, tío. Pregúntaselo a tu novia.

      A Ben le tembló un ojo al oír aquella palabra.

      —Ella no es precisamente muy comunicativa.

      —¡Ja! Eso es cierto. Pero yo no puedo ayudarte. Molly me llamó muy decepcionada después de mi pequeño error en el periódico de Miles.

      —Sí, ¿por qué dijiste eso, Quinn?

      —Miles me pilló en mal momento. Estaba distraído y…

      —Lo entiendo.

      —Pero le prometí a Molly que tendría más cuidado. Y ella te mencionó a ti, específicamente.

      Ben soltó una exhalación de disgusto.

      —Eso es muy halagador.

      La risa de Quinn irritó a Ben, pero no estaba en situación de protestar.

      —Es su exnovio, ¿verdad?

      —No te lo puedo decir.

      Ben apretó los dientes.

      —Como he dicho, estoy interesado en empezar una relación de verdad aquí, cosa que va a ser imposible si no sé nada sobre ella.

      —Corrígeme si me equivoco, pero esto es más una cuestión de confianza que una cuestión de información. Aunque yo te lo contara todo, tú no estarías más cerca de Molly por saberlo.

      Aquello era completamente cierto y le molestaba mucho, así que Ben se despidió de Quinn y volvió a su ordenador. ¿Qué demonios era lo que estaba ocultándole Molly, y por qué?

      Al leer un artículo corto sobre el sargento Kasten, Ben intentó ignorar el teléfono del departamento, que figuraba al final de la página. Tal vez fuera un fisgón, pero sabía perfectamente dónde estaba la línea que no debía cruzar. Sin embargo, le picaban los dedos, así que cerró aquella página y llamó al sheriff McTeague.

      La telefonista estaba pidiéndole que esperara unos instantes cuando Brenda pasó por delante de su puerta. Él la detuvo con un gesto de la mano y le pidió que entrara.

      —Gracias por la cena de anoche. Molly Jennings me pidió que le diera su enhorabuena a la chef, porque era el mejor chili que comía en muchos años.

      —¿Molly?

      Él sonrió al ver que ella fruncía el ceño.

      —No te preocupes, me dijo que te lavaría el tupperware y que lo traería.

      —Ah. Sí. Yo… No me esperaba que…

      Ben señaló el teléfono cuando el sheriff McTeague respondió con su acostumbrada brusquedad.

      —Hola, sheriff, ¿tienes pensado devolvernos ese GPS que te prestamos?

      —No creía que lo necesitaras pronto. Me he enterado de que estás muy ocupado con la chica que acaba de llegar al pueblo.

      —Increíble —murmuró Ben, al comprobar que ya se había enterado todo el condado. Cuando se dio cuenta de que Brenda seguía en la puerta, la miró sorprendido, pero ella se dio la vuelta y se marchó rápidamente hacia su escritorio.

      —Escucha, Jefe —dijo el sheriff con un tono más profesional—. Tengo un problema con Nick Larsen. No ha hecho nada por arreglar ese cercado podrido suyo, y todas las semanas se le escapan un par de reses. ¿Puedes vigilarlo un poco, ya que está tan cerca de Tumble Creek? Ese idiota va a conseguir que las vacas se vayan a la carretera y alguien tenga un accidente.

      —Sí, me pasaré por allí todas las noches.

      —Es un terco.

      —Mira, a Larsen solo le importa el dinero. Le recordaré que puede perder todo el rancho si alguien choca contra una vaca por la noche y acaba muerto. Veremos si puedo convencerlo de que se gaste unos cientos de dólares en el vallado.

      —Gracias. Dime lo que te contesta.

      Antes de que colgara el teléfono sonó un bip. A un ciervo se le había quedado la cabeza atascada en una valla cuando intentaba comerse los últimos frutos de un huerto. El animal se había dañado el cuello al intentar escapar.

      Ben tomó el rifle del armario de seguridad, sabiendo cuál iba a ser el resultado. Esperaba que el día mejorara después de aquello.

      Molly Jennings iba a tener un día maravilloso.

      Se acomodó contra los cojines que se había puesto en la espalda y movió el ordenador sobre las rodillas. Tenía que cumplir un contrato de un libro de doscientas páginas, y ya llevaba noventa y cinco. Si seguía con aquel ritmo, terminaría dentro de diez días.

      Suspiró de felicidad y pasó la mano por las sábanas arrugadas, que todavía olían a Ben. No tenía sentido irse a trabajar a su escritorio cuando allí tenía tanta inspiración. En la estufa todavía ardía el fuego, y ella todavía estaba vibrando del placer que había experimentado. No le importaba sentirse como una adolescente. Sonrió al ver el pedacito de cinta de carrocero que había pegado en la parte delantera de la estufa, en el que había escrito «Abierta», con una flecha que señalaba hacia la derecha del mango de cierre del tiro.

      Ben era muy mono. Y muy sexy. Y guapísimo.

      —¡Taaan guapo!

      Al recordar algo que Ben había hecho con la lengua, comenzó a teclear. Ella no era tan tonta como para usar detalles personales, pero aquel hombre le daba muy buenas ideas.

      Su sheriff estaba describiéndole a la viuda exactamente lo que tenía pensado hacerle cuando sonó el teléfono. Ella respondió.

      —¿Diga?

      —¿Molly? ¿Qué tal estás? —respondió una voz masculina.

      Ella intentó no responder, pero estaba de muy buen humor, y Michael era su «casi amante» favorito. Ni siquiera se molestó en preguntarle cómo había conseguido su nuevo número.

      —Hola, Michael.

      —¿Cómo te tratan las montañas?

      —Muy bien. ¿Y cómo va tu empeño en convertirte en socio de la empresa?

      —En realidad, va estupendamente. СКАЧАТЬ