Название: Universidad, lasallismo y proyecto de vida
Автор: Óscar Augusto Elizalde Prada
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Pensamiento Lasallista
isbn: 9789588844404
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En el siglo I a. C. Cicerón se refiere al término como la totalidad de las cosas que integran el universo —universitas rerum— y la totalidad de las personas en el espacio y el tiempo que constituyen la humanidad —universitas generis humani—. A su vez, el emperador Marciano, en el siglo IV, relaciona la expresión con el cuerpo al cual pertenece el conjunto de las personas, en el que están incluidos todos y cada uno (Moncada, 2008). Finalmente, en el Digestum, compilación del derecho romano realizada en tiempos de Justino, se define universitas como lo contrario a singuli y representa al conjunto de seres particulares o elementos constitutivos de una colectividad, lo que a su vez dista de los individuos que la integran (Tünnermann, 1997).
En la Edad Media, varios conceptos se asignaron a la comunidad de personas que se constituyeron como colectividad, v. gr. corpus, collegium, societas, communio, consortium. Sin embargo, fueron los vocablos studium y universitas los que designaron la relación de estudiantes y maestros que concurrían a los centros de enseñanza, para obtener grados académicos con el respectivo reconocimiento de las autoridades civiles o eclesiásticas (Moncada, 2008). El concepto universitas representó originariamente al corpus fictum, al cuerpo imaginario de scholares apasionados por el saber. Según la definición del jurista y canonista Bartolo de Sassoferrato (1313-1357), “la universitas comprendía, en tanto que corporación, a todos los escolares-escolásticos, desde su fundación hasta su extinción en lo que representa una vinculación quasi mystica entre la institución y sus miembros” (citado por Rodríguez, 1996, p. 3).
De esta manera, la universitas se consideró como una corporación que tenía su centro y piedra angular en las personas que la constituían, tanto maestros como estudiantes, los cuales a su vez se constituyeron en “las piedras y las almas de las universidades medievales”: Bolonia, París, Oxford, Salamanca, Heilderberg...
CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO QUE ANTECEDIÓ EL SURGIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD
Los siglos que precedieron la caída del Imperio romano fueron el periodo de configuración de la cultura occidental. Ante la ineficiencia del poder central y frente a la necesidad de proteger a las antiguas provincias del imperio de las invasiones bárbaras —v. gr. anglos, francos, ostrogodos, sajones, vándalos, visigodos—, surgió una nueva aristocracia, con la autoridad y los medios para brindar la protección a los laboratores que se agrupaban alrededor de sus propiedades, estableciendo así un orden, al cual se le denominó periodo feudal:
El centro del nuevo estado debía ser el dominus, el señor, título que debía remplazar al tradicional de princeps y que llevaba consigo la idea de que todos los habitantes del imperio no eran sino siervos del autócrata que lo gobernaba. Por sí mismo nadie poseía derecho alguno al ejercicio de ninguna función y las antiguas magistraturas habían sido remplazadas por una burocracia cuyos miembros no eran, en cierto modo, sino agentes personales del autócrata (Romero, 1987, p. 15).
El aumento paulatino que se dio en la población propició el proceso de urbanización desde una composición étnica y social diversa, v. gr. romana, judeocristiana, germana, entre otras (Romero, 1987). Los intercambios de costumbres, bienes e ideas propiciaron la espe- cialización de las actividades laborales, la aparición de los gremios, el desarrollo del comercio artesanal y de los mercados, la construcción de rutas de comunicación —terrestres, fluviales y marítimas—, el surgimiento de nuevas demandas educativas y de organización social. Lo económico, lo demográfico y lo cultural consolidaron el levantamiento de los grandes centros urbanos (Tünnermann, 1997).
Unido a lo anterior, las comunidades de solidaridad horizontal hicieron contrapeso al sistema político feudal. Los gremios, especialmente los albañiles —universitas muratorum—, pretendieron continuar con el nomadismo, buscando independencia con respecto a las ciudades. En su búsqueda de la autonomía, estas comunidades redactaron reglas, eligieron líderes y se organizaron económicamente con el fin de obtener privilegios por parte de las autoridades políticas de los centros urbanos.
[...] con el fin de protegerse de las decisiones arbitrarias de las autoridades locales y las muestras de hostilidad de las poblaciones [donde ofrecían sus servicios] [.] estos grupos [intentaban] que la sociedad los reconociera como comunidades cuyo buen ejercicio era fundamental para el desarrollo y buen funcionamiento de la sociedad en general (Verger citado por Mora, 2008, p. 62).
Tras los cambios políticos, económicos y sociales siguió una profunda crisis espiritual que obligó a revisar el sistema de ideales romanos. Ahí es cuando el cristianismo influyó estructuralmente en la elaboración de una nueva concepción de vida y se convirtió en el representante legítimo de la tradición y, al mismo tiempo, en el camino por seguir durante la Edad Media.
INSTITUCIONES QUE ANTECEDIERON A LA UNIVERSIDAD
A los cambios económicos, políticos y sociales que acontecieron en Europa durante los siglos V al VIII se le sumaron las problemáticas culturales, en especial las educativas. El antiguo sistema romano, en el cual el alumno avanzaba desde el magister ludi al rhetoricus, pasando por el grammaticus, había desaparecido institucionalmente, ya que las escuelas municipales de la época del Imperio fueron dispersándose de manera paulatina (Sánchez, 2010).
San Isidoro de Sevilla (556-636) y Alcuino de York (730-804), desde su función pastoral en la Iglesia, realizaron la restauración de los estudios clásicos —Institutionum disciplinae—, pero a partir de una perspectiva litúrgica, doctrinal y cristiana. Para el cristianismo era fundamental alfabetizar a la población en las primeras letras, a partir del estudio de las artes liberales clásicas: trivium (gramática, retórica y lógica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). Solo así se podía garantizar el relevo generacional de los ministros de la palabra. En 796, Alcuino escribe al obispo de York (Inglaterra):
Provee maestros tanto para los chicos como para los clérigos adultos. Separa en clases aquellos que han de estudiar los libros, los que han de practicar la música eclesiástica y los que se ocuparan de transcribir. Mantén un maestro separado para cada clase y mira que los muchachos no puedan andar por ahí haraganeando, ocupados en juegos inútiles o haciendo tonterías (citado por Sánchez, 2010, p. 9).
En el siglo VI, Carlo Magno ordenó a los sacerdotes de las regiones rurales del Sacro Imperio Romano Germánico crear escuelas parroquiales, para que se enseñara en ellas gramática, cálculo y canto. Por su parte, el Concilio de Narbona del 589 anticipó las orientaciones que posteriormente dió el Concilio de Toledo VI (638) sobre las condiciones sine qua non de la formación de los candidatos al diaco- nado y al presbiterado. En ellos, los obispos de la Iglesia dictaminaban normas referentes a la edad de los escolares, el lugar donde se debía desarrollar la formación, los responsables del adoctrinamiento, los contenidos del estudio, las formas de reprimir la concupiscencia de los jóvenes, entre otras:
Que vivan en una sola casa. Cualquier edad del hombre, a partir de la adolescencia, es inclinada al mal, pero nada más inconstante que la vida de los jóvenes. Por esto [conviene] establecer que si entre los clérigos hay algún adolescente o en edad de pubertad, todos habiten bajo el mismo techo junto a la iglesia, para que pasen los años de la edad resbaladiza, no en la lujuria sino en las disciplinas eclesiásticas, confiados a algún anciano muy probado a quien tengan por maestro en la doctrina y por testigo de su vida (García, 2000, p. 41).
En las “escuelas monacales” (anexas a una abadía-monasterio), los monjes instruían a los novicios —neófitos en el oficio de la transcripción y traducción de manuscritos antiguos—, lo cual compaginaba perfectamente con la educación religiosa y moral. Esto permitió conservar las obras de los autores clásicos de Grecia y Roma, que se convirtieron en el fundamento СКАЧАТЬ