CEGADOS Parte III. Fran Sánchez
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Название: CEGADOS Parte III

Автор: Fran Sánchez

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788835408031

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СКАЧАТЬ frenazo se detuvo al lado de su amigo. Ángel escuchaba la charla a través de los auriculares, sus saludos, conversación banal, por poco se delata el tartamudo mencionando la cantidad exacta del botín, que su compinche desconocía. Emprendieron la marcha hacia la casa del preso, al lado del cementerio. El parloteo giraba sobre la situación actual de sus antiguos conocidos, se estaban poniendo al día.

      Tuvieron que aparcar en las inmediaciones del barrio marginal para no delatar su presencia. El sonido disminuyó en calidad e intensidad, pero era audible. Los delincuentes, tras permanecer un rato en la antigua vivienda de El Indalecio, se pusieron en marcha a pie hacia el cementerio, Ángel se emocionó, el presidiario acababa de confirmar que el botín estaba escondido allí.

      —¡Atención central! —comunicó por la emisora—. Unidad de seguimiento solicita grupo de apoyo en el cementerio. Confirmado, el dinero está dentro del cementerio.

      —¡Recibido seguimiento! Unidades de apoyo en marcha, nos colocaremos en la puerta, ustedes síganlos dentro y manténganos informados.

      —Recibido, procedemos.

      Desde su posición se acercaron a la puerta del camposanto. Recién abierto, a esa hora se respiraba mucha tranquilidad, apenas encontraron visitantes, por lo que les resultó muy fácil detectarles y seguirles a una cierta distancia. Anduvieron un rato mientras se adentraban en el gran cementerio, dejaban atrás los patios y calles de nichos y entraban en la llamada zona noble, compuesta de panteones familiares y mausoleos, algunos lujosos, otros en buen estado, pero algunos medio abandonados.

      El tartamudo se quedó fuera mientras el otro bajaba a una cripta subterránea y muy envejecida, casi en ruinas.

      Ángel se ocultó detrás de una gran lápida, observando, parapetado por entre los pies del ángel que la coronaba.

      —Unidades de apoyo en posición —escuchó por el pinganillo.

      El cementerio, muy cuidado, estaba muy bonito aquella soleada mañana, resaltaba el color del césped y los altos cedros. De repente, el verde fue tornándose más claro cada vez, como diluyéndose, y con él todos los colores, hasta convertirse en blanco, un blanco tan brillante que dañaba los ojos, un blanco tan brillante que obligó a Ángel a cerrarlos y protegerlos con sus manos. Tras ser cegado por el inexplicable resplandor y pasados unos segundos de desconcierto, los abrió, negrura total. No podía mantenerlos abiertos, los pegajosos párpados se lo impedían. Llamó al compañero que permanecía a su lado, estaba en similares condiciones que él. Intentó contactar con el equipo de apoyo, pero nadie respondía.

      Estaba nervioso, asustado, muy alarmado y a la vez ansioso por obtener respuestas, conocer y entender qué había sucedido y por qué estaba pasando.

      Por el pasillo central del cementerio escucharon voces, eran el tartamudo y su colega.

      —Socorro, no vemos, nos hemos quedado ciegos —gritó Ángel.

      —Mierda..., mierda, seguro que son pasma, que estos cabrone nos han seguío —les delató el Culebra.

      Los dos compinches apretaron el paso para huir, Ángel sacó su arma reglamentaria y apuntando a ciegas les dio el alto, estuvo tentado en abrir fuego, pero no quiso correr el riesgo de alcanzar a ningún inocente. Como no obtuvo respuesta, alzó el brazo hacia el cielo y disparó varias veces al aire con la intención de asustarles y la esperanza de que se entregaran. Esperó unos segundos, ningún ruido, ninguna señal, dedujo que habían huido, solo le quedaba una esperanza.

      —Equipo de apoyo, tenemos problemas, se escapan, reténganles a la salida.

      —Negativo, estamos ciegos, no sabemos qué ha pasado, estamos todos ciegos, venid a ayudarnos —contestaron con gran desespero.

      Ángel se arrodilló impotente y lloró apenado, y no por su ceguera, sino porque no había podido cumplir su promesa, sus lágrimas eran de furia y rabia. Sus pensamientos evocaban aquel director de banco obligado a vivir de por vida postrado en una silla de ruedas. Su pareja sentimental desde que se conocieron, muchos años atrás. Su ansiada venganza por amor quedaba de momento en suspenso.

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      Episodio 2

      El escritor

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       Blog Cegados por los libros

      Al abrir los ojos, veo todo negro, o lo que es lo mismo, no veo nada, de todas formas no puedo mantenerlos abiertos, tengo los párpados como pegajosos. No sé qué ha pasado, tras el inexplicable resplandor me he quedado ciego. Tengo que reconocer que estoy nervioso, asustado, muy alarmado y a la vez ansioso por obtener respuestas, conocer y entender qué ha sucedido.

      Permanezco un buen rato sentado en mi sofá preferido, con la vana esperanza de que mis pobres ojos vuelvan a funcionar. Tengo el ordenador caliente sobre mi regazo, ignorando las elementales normas sobre ergonomía, he estado tecleando encorvado un retoque a los últimos capítulos de mi obra. Llevo desde muy temprano pulsando las teclas con frenesí, las madrugadoras musas, susurrándome sin cesar al oído, me habían desvelado. Ignorando el hecho de mi nueva situación, me centré en mi primera preocupación, mi novela. Hace como más de una hora que no guardo el archivo y un miedo atroz a perder mi reciente trabajo invade mi atormentada mente. Tras unos interminables minutos de reflexión y valorar infinitas posibilidades, opto por depositar el portátil en el cojín contiguo, confiando en que la duración de la batería permita el autoguardado.

      Ya puedo concentrarme en mí, soy consciente de mi debilidad, sin duda, necesito ayuda. Presto atención a los sonidos de la solitaria casa, el leve rumor del motor del frigorífico, el compás de mi respiración, los suaves pitidos de mensajes entrantes en mi móvil. ¡Mi móvil! No anda muy lejos, no recuerdo exactamente dónde, así que tanteo como puedo a derecha e izquierda. Por su pulido tacto y pequeña forma rectangular es indudable que lo he encontrado. Claro que ahora me surge otro problema, mi primera intención es llamar a mi esposa, que se encuentra trabajando, es profesora de francés. Cambio de idea, después de meses en paro, hoy es su primer día en ese elitista colegio privado. Ante la incertidumbre laboral, prefiero avisarla después de su jornada. Me quedo pensativo sobre la idoneidad de mi siguiente paso. Contactar con el servicio de ambulancias podría ser una solución. Al levantar el móvil, caigo en la cuenta de que es imposible marcar a ciegas. Recuerdo a uno de mis mejores amigos, experto en tecnología, СКАЧАТЬ