Principios del entrenamiento de la fuerza y del acondicionamiento físico NSCA (Color). G. Gregory Haff
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      Para expresar el consumo de oxígeno en su unidad común (es decir, ml/kg/min), podríamos dividir el resultado por el peso de la persona en kilogramos. Este es un ejemplo de un atleta de 80 kg:

       Tensión arterial

      La tensión arterial sistólica mide la presión ejercida contra las paredes arteriales cuando la sangre se expulsa forzadamente durante la contracción ventricular (sístole); cuando se combina con la frecuencia cardíaca, sirve para describir el consumo miocárdico de oxígeno (trabajo) del corazón. Este cálculo del trabajo del corazón se obtiene con la siguiente ecuación y se denomina producto del índice de presión o doble producto:

      La tensión arterial diastólica mide la presión ejercida contra las paredes arteriales cuando no se expulsa forzadamente ninguna sangre a través de los vasos (diástole). La tensión arterial diastólica aporta un índice de la resistencia periférica y puede disminuir con el ejercicio aeróbico por la vasodilatación. En la circulación general, la presión es máxima en la aorta y arterias, y disminuye rápidamente en la circulación venosa. Además, como el bombeo del corazón es pulsátil, la presión arterial en reposo, como media, oscila entre un nivel sistólico de 120 mm Hg y un nivel diastólico de 80 mm Hg (valores aproximados). Mientras el riego sanguíneo prosigue por la circulación general, su presión disminuye progresivamente hasta casi 0 mm Hg (presión venosa) cuando llega al término de la vena cava en la aurícula derecha (46).

      La tensión arterial media es la presión sanguínea media durante el ciclo cardíaco (ecuación 6.4). La tensión arterial media no es la media de la tensión sistólica y de la tensión diastólica, porque la tensión arterial se suele mantener más próxima al nivel diastólico que al nivel sistólico durante una mayor porción del ciclo cardíaco. Por tanto, la tensión arterial media suele ser menor que la media de la tensión sistólica y de la tensión diastólica.

      La tensión arterial normal en reposo suele mostrar unos valores entre 110 y 139 mm Hg de tensión sistólica y entre 60 y 89 mm Hg de tensión diastólica. Con un ejercicio aeróbico máximo, la tensión sistólica se eleva normalmente hasta 220-260 mm Hg, mientras que la tensión diastólica se mantiene en el nivel en reposo o disminuye ligeramente (46, 91).

       Control de la circulación local

      La resistencia al riesgo sanguíneo también aumenta al incrementarse la viscosidad de la sangre y la longitud del vaso. Sin embargo, estos factores se mantienen relativamente constantes en la mayoría de las circunstancias. La vasoconstricción y la vasodilatación de los vasos sanguíneos son, por tanto, los mecanismos primarios para regular el riego sanguíneo regional.

      Durante el ejercicio aeróbico, la sangre que afluye a los músculos activos aumenta considerablemente mediante la dilatación de las arteriolas locales; al mismo tiempo, el riego sanguíneo a otros sistemas se reduce mediante la constricción de las arteriolas. En reposo, el 15-20% del gasto cardíaco se distribuye por el músculo esquelético, mientras que con un ejercicio vigoroso este valor tal vez se eleve hasta el 90% del gasto cardíaco (32, 91).

       El ejercicio aeróbico agudo incrementa el gasto cardíaco, el volumen sistólico, la frecuencia cardíaca, el consumo de oxígeno, la tensión arterial sistólica y el riego sanguíneo de los músculos activos, y causa una bajada de la tensión arterial diastólica.

       Respuestas respiratorias

      El ejercicio aeróbico genera un impacto máximo sobre el consumo de oxígeno y sobre la producción de dióxido de carbono en comparación con otros tipos de ejercicio, como el entrenamiento de la resistencia anaeróbica. Los significativos incrementos en el aporte de oxígeno a los tejidos, en el dióxido de carbono que vuelve a los pulmones y en la ventilación minuto (el volumen de aire respirado por minuto) procuran niveles apropiados de concentración de gas alveolar durante el ejercicio aeróbico (91).

      Con el ejercicio aeróbico, el aumento de la ventilación minuto se produce como resultado de una mayor profundidad de la respiración, una mayor frecuencia respiratoria, o ambas. Durante un ejercicio vigoroso, la frecuencia respiratoria de adultos jóvenes y saludables se suele elevar de 12-15 inspiraciones por minuto en reposo a 35-45 inspiraciones por minuto, mientras que en el volumen corriente (VC), la cantidad de aire inhalado y exhalado en cada respiración, se eleva respecto a los valores en reposo (de 0,4 a 1 L) hasta 3 L o más. Por consiguiente, la ventilación minuto puede aumentar hasta 15 a 25 veces el valor en reposo, o hasta valores de 90 a 150 L de aire por minuto (32, 46, 91).

      Durante el ejercicio aeróbico de intensidad baja a moderada, hay un aumento en la ventilación directamente asociado con el incremento del consumo de oxígeno y la producción de dióxido de carbono. En este caso, el aumento de la ventilación se debe principalmente al aumento del volumen corriente. La relación entre ventilación minuto y consumo de oxígeno se denomina equivalente respiratorio, y oscila entre 20 y 25 L de aire por litro de oxígeno consumido. En casos de ejercicio más intenso (por lo general por encima del 45% al 65% del consumo máximo de oxígeno en personas no entrenadas, y del 70% al 90% en personas entrenadas), la frecuencia respiratoria asume un papel mayor. A estos niveles, la ventilación minuto se eleva desproporcionadamente respecto a los aumentos del consumo de oxígeno y comienza de forma paralela a la brusca elevación de los niveles de lactato en la sangre. En este punto, el equivalente respiratorio tal vez se eleve hasta 35 a 40 L de aire por litro de oxígeno consumido con esta actividad de alta intensidad (32, 91).

      Con la inspiración, el aire entra en los alvéolos, la unidad funcional del sistema pulmonar donde ocurre el intercambio gaseoso. Sin embargo, con la inspiración, el aire también ocupa áreas de las vías respiratorias: la nariz, la boca, la tráquea, los bronquios y los bronquiolos. Esta área no es funcional para el intercambio gaseoso y se llama espacio muerto anatómico. El volumen normal de este espacio es aproximadamente de 150 ml en los adultos jóvenes y aumenta con la edad. Como las vías respiratorias se dilatan con la respiración profunda, el espacio muerto anatómico aumenta a medida que también lo hace el volumen corriente (figura 6.1). No obstante, el aumento del volumen corriente con una respiración profunda es proporcionalmente mayor que cualquier aumento del espacio muerto anatómico. Por tanto, el incremento del volumen corriente (respiración más honda) consigue una ventilación más eficaz que el aumento de la frecuencia respiratoria por sí solo (46, 91).

      El espacio muerto fisiológico hace referencia a los alvéolos porque un deficiente riego sanguíneo, una ventilación escasa u otros problemas con la superficie alveolar alteran el intercambio gaseoso. El espacio muerto fisiológico de los pulmones de personas sanas suele ser insignificante porque todos o casi todos los alvéolos son funcionales. Ciertos tipos de neumopatías reducen significativamente la función alveolar y aumentan el espacio muerto fisiológico hasta diez veces el volumen del espacio muerto anatómico (46, 91).