Название: La Familia de León Roch
Автор: Benito Pérez Galdós
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 4064066058449
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»No la encuentro yo tan graciosa como dicen y como á mí me pareció cuando me moría de celos. Es demasiado alta para ser esbelta, demasiado flaca para airosa. El bonito color no puede negársele; pero se necesita un microscopio para encontrarle los ojos: ¡tan chicos son! Cuentan que habla con mucho gracejo: yo no lo sé, porque nunca la he tratado ni quiero tratarla. La ví de lejos en la playa, y en el balcón de la casa de baños, y me pareció de maneras desenvueltas y libres. Creo que me miró de un modo particular. Yo la miré queriendo darle á entender que me importaba poco su persona: no sé si lo hice bien.
»Estuvo aquí tres días. Yo no salí de casa. Nunca he llorado más. Al fin se fué esa loca. El gozo que me causó dejar de verla, se anubla un poquito cuando considero que ahora está donde tú estás. He pensado ayer todo el día en que debiera haber aquí una torre muy alta, muy alta, desde la cual se viese lo que pasa en Iturburúa. Yo subiría á ella de un salto... Pero confío en tu lealtad... Y si le dices que me amas á mí sola, si ella te conserva algún afecto, y al oírlo rabia... ¡Oh! si rabia, avísamelo: quiero tener ese gusto.
»El lunes te esperamos. Papá dice que si no vienes no eres hombre de palabra. Está muy impaciente por hablar contigo de política, pues según él, aquí hay una plaga de gente ministerial que le apesta. Si al fin le hicieran senador... y francamente, temo por su razón si no consigue ese bendito escaño. Sigue con la manía de mandar sueltos á los periódicos. En los de estos días hemos encontrado algunos, y también artículos. Ya sabes que mamá los conoce en que casi invariablemente empiezan diciendo: Es de lamentar...
»Hoy entró muy orgulloso mostrándome la obra que has publicado. Él hacía elogios ardientes, y le leyó á mamá los primeros párrafos. Era cosa de risa. Ni él, ni mamá ni yo comprendíamos una sola palabra, y, sin embargo, todos encarecíamos mucho la sabiduría del libro. Figúrate lo que entenderemos nosotros del Análisis del terreno plutónico en las islas Columbretes, ni qué interés pueden tener para mí las capas cuaternarias, los terrenos pirógenos, azóicos... Hasta el escribir estas palabrotas me cuesta trabajo, y tengo que ir trazando letra por letra. Sin embargo, basta que hayas hecho tú esa monserga de sabidurías obscuras, para que me cautive. He pasado algunos ratos leyendo tus páginas, como si leyera el griego, y... no lo creerás, pero es cierto que sin saber la causa, yo leía y leía, llevada de un no sé qué de admiración y respeto hacia tí. Entre tantos nombres endiablados he encontrado algunos preciosísimos y que han despertado en mí simpatías, tales como sienita, pegmatita, variolita, anfibolita. Todas estas niñitas me parecen nombres de hadas ó geniecillos que han jugado alrededor de tu cabeza cuando estudiabas la obra de Dios en las honduras de la tierra.
»Pero sin quererlo me estoy volviendo poetisa, y esto es inaguantable, señor mío. ¡Y esta pícara carta que no quiere dejarse acabar!... Mamá me está llamando para ir á paseo. Está muy aburrida. Dice que éste es un lugar de baños eminentemente cursi, y que antes se quedará en Madrid que volver á él. Ni casino, ni sociedad, ni expediciones, ni tiendas de chucherías, ni gente de cierta clase. La verdad es que no hay dos Biarritz en el mundo.
»Leopoldo también está aburridísimo. Dice que éste es un pueblo salvaje, y que no comprende cómo hay persona decente que venga á bañarse entre cafres. Así llama á los pobres castellanos que inundan estas playas. Gustavo ha pasado á Francia para visitar al santo y angelical Luis Gonzaga, que está algo delicado. ¡Pobre hermanito mío! Hace días nos visitó de parte suya un clérigo italiano, un tal Paoletti, hombre amabilísimo, muy instruído y de conversación muy amena... Pero quiero darte cuenta de todo, y no puede ser. El papel se acaba, y mamá me llama otra vez. Adiós, adiós, adiós. Que no faltes el lunes... Hablaremos de aquello, ¿sabes? de aquello. Anoche, cuando rezaba, le pedí á Dios por tí... No pongas esa cara de pillo. Hay en tu alma un rinconcito obscuro que no me gusta. No digo más por no parecer doctora de la Iglesia, por no anticipar una empresa gloriosa que tendrá su... quédese también esta frase sin concluir... Abur, perdido... Memorias á las sienitas, pegmatitas y anfibolitas, únicas señoritas de quienes no tiene celos la que te quiere de todo corazón, la que tiene la simpleza de creer todo lo que le dices, la que te espera el lunes... cuidado con faltar. Hasta el lunes. Si no, verás quién es tu
María.»
II
Herpetismo.
El que leyó esta carta paseaba, mientras leía, por una alameda de altísimos árboles. En uno de los extremos de ella había una construcción baja, de cuyo pórtico con pretensiones greco-romanas salían tibios vapores sulfúricos, harto desagradables, y en el otro uno de esos edificios falansterianos á que concurren los españoles durante el estío para reproducir en el campo la vida estrecha, incómoda y enfermiza de las poblaciones. Escabrosas montañas, de hierba y musgo vestidas, daban con el pie al establecimiento, como para arrojarlo al río, y éste, que intentaba disimular su pequeñez haciendo ruido (á semejanza de muchos hombres que son Manzanares de cuerpo y Niágaras de voz), se encrespaba junto al muro de sostenimiento, jurando y perjurando que se llevaría falansterio, alameda, cantina, médico, fondista y veraneantes.
Estos cojeaban tosiendo en la alameda, ó formaban desiguales grupos bajo los árboles y en los bancos de césped. Oíanse monografías de todos los males imaginables: cálculos sobre digestiones hechas ó por hacer; diagnósticos ramplones; recuentos de insomnios, hipos y acedías; inventarios de palpitaciones cardiacas; disertaciones varias sobre las travesuras del gran simpático; sutiles hipótesis sobre los misterios del sistema nervioso, iguales á los de Isis en lo impenetrables; observaciones erigidas en aforismos por un pecho optimista; vaticinios de aprensivo que cuenta por sus toses los pasos de la muerte; esperanzas de crédulo que supone en las aguas la milagrosa virtud de resucitar difuntos; sofocados ayes del atacado de gastralgia; soliloquios del desesperado y risas del restablecido.
El que no ha vivido siquiera tres días en medio de este mundo anémico y escrofuloso, compuesto de enfermos que parecen sanos, sanos que se creen enfermos, individuos que se pudren á ojos vistos carcomidos por el vicio, y aprensivos que se sublevarían contra Dios si decretara la salud universal, no comprenderá el fastidio é insulsez de esta vida falansteriana, tan ardientemente adoptada por nuestra sociedad desde que hubo ferrocarriles, y en la cual rara vez se encuentra el plácido sosiego del campo.
Con todo, no faltan atractivos en la sociedad herpética. La renovación constante de tipos; las bellezas que entran cada día, acompañadas de más mundos que un sistema planetario; el lujo, las tertulias; la delicada ambrosía de la murmuración, servida á cada instante y pasada de boca en boca sin saciar jamás á ninguna ni agotarse con el diario consumo; los improvisados ó redivivos noviazgos; los rozamientos morales, ora ásperos; ora de dulce suavidad; los mil cabos que se atan ó se desatan, el bailoteo, las expediciones para ver gruta, panorama ó golpe de ruínas, que ya se vieron el año pasado, y que se han de gozar uniendo la voz al coro de la admiración general; los juegos inocentes ó venialmente criminales; las bromas, los complots, las galanas intrigas con que algunos СКАЧАТЬ