Название: En el camino con Jesús
Автор: Harold Segura
Издательство: Bookwire
Жанр: Религиозные тексты
isbn: 9789972701870
isbn:
Anotaciones
Día 6
Jesús está enfermo
Entonces los justos preguntarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?»
— Mateo 25.37–39
Las personas que hacen estas preguntas son los justos. ¿Lo observaron? Sí, fueron ellos los que atendieron a los hambrientos, recibieron a los forasteros, les dieron ropa a los andrajosos y fueron a las cárceles para visitar a los que estaban presos. Todo eso lo hicieron sin darse cuenta de que en cada persona necesitada se habían encontrado con Jesús. ¡Cuando lo supieron se sorprendieron!
Las preguntas son hechas por el grupo de los solidarios, los generosos y filántropos. Sirvieron a la humanidad sin percatarse de que habían servido a Jesús, quien está presente en el rostro de las personas que sufren. Verdad profunda que amerita más que una breve meditación.
El otro grupo que se presenta más adelante hace las mismas preguntas (25.44–45), pero las hace como una excusa endeble por su falta de solidaridad.
Los primeros recibieron en propiedad el reino que estaba preparado para ellos y se les invitó a vivir cerca del Señor (Venid, benditos de mi Padre), a los otros se les negó esa presencia (Apartaos de mí). A los primeros se les dio como recompensa la presencia de Dios… de la que ya habían disfrutado mientras servían, aunque sin ser conscientes de ella.
Surge la pregunta, entonces, acerca de dónde podemos experimentar hoy la presencia de Dios en este mundo. Hay quienes piensan que está en el templo; allí acuden para encontrarse con Él. También hay quienes opinan que se encarna en personas especiales que han recibido dones extraordinarios; por eso van tras ellos. Otros prefieren creer que Dios se hace presente en los ritos, en los objetos misteriosos o en ciertos lugares privilegiados. Pero, no, Él se encuentra más cerca. Está allí no más; en la habitación del hospital. Se encuentra enfermo y espera nuestra visita.
Para seguir pensando
“El sentido más hondo del compromiso con el pobre es el encuentro con Cristo”.
— Gustavo Gutiérrez M. (teólogo peruano)
Vale que nos preguntemos
¿Qué planes podría hacer en estos días siguientes para visitar a una persona enferma, o a una que está en la cárcel, o para dar una ayuda económica a una persona que lo necesite?
Oración
Padre nuestro que estás en los cielos, te encuentras lejos, en la inmensidad del Universo, pero también cerca, muy cerca, en la calidez de nuestras relaciones con nuestros semejantes, sobre todo entre los que sufren y padecen las miserias de este mundo. Dame, Señor, la sencillez para encontrarte cada día, aquí cerca, donde tú estás. Amén.
Anotaciones
Día 7
La confesión, tan necesaria como siempre
Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal.
— Mateo 6.12
Disculparnos no está de moda; mucho menos pedir perdón a Dios por nuestros pecados. ¿Pecados? Estas son épocas para otras cosas. La sola idea de pensar en la confesión de nuestras faltas nos hace sentir incómodos, cuando no retrógrados.
La confesión y el arrepentimiento como prácticas espirituales parecen haber quedado relegadas para los siglos en los que el cilicio y las penitencias formaban parte habitual de la fe. Épocas de beatas, monjas y monjes atormentados por la culpa de sus pecados.
Hoy, en cambio, la fe tiene otras urgencias. La fe pareciera estar al servicio de la comodidad psicológica, de la superación profesional y de la realización económica. Y, claro, examinar la conciencia y pedir perdón a Dios por el mal que hacemos podría resultar contrario a esos fines.
Pero ahí está el Padrenuestro recordándonos que la confesión es necesaria, además de conveniente y sanadora. Su práctica es señal de madurez, sobre todo cuando procede de un corazón consciente de nuestra falibilidad y que confronta con humildad la realidad del mal, connatural a la existencia humana.
Pedir perdón a Dios por los pecados limpia el alma, descansa el cuerpo y sana la mente (Salmo 32.1–3). La confesión de pecados es una práctica liberadora, que nos redime de la arrogancia de creer que somos perfectos, o de la insensatez de pensar que el mal ya no existe. Basta mirar nuestro propio corazón para encontrar en él la necesidad de repetir: “Perdónanos el mal que hemos hecho”.
Para seguir pensando
“Cuando descubrimos nuestras faltas, Dios las cubre. Cuando escondemos nuestras faltas, Dios las descubre. Cuando las reconocemos, Dios las olvida”.
— Agustín de Hipona (354–430)
Vale que nos preguntemos
¿En qué circunstancias o ante qué personas he actuado en forma equivocada? ¿Qué pasó? ¿Qué haré?
Oración
Vengo a ti, Señor, reconociendo mis limitaciones y pecados, acogiéndome a tu misericordia y rogando tu perdón. Dame el don de perdonar a los demás como tú me perdonas a mí. Acepto tu perdón y otorgo el perdón a quienes me han hecho mal. Amén.
Anotaciones