Luke, examina tus sentimientos. Fernando Vidal Fernández
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Название: Luke, examina tus sentimientos

Автор: Fernando Vidal Fernández

Издательство: Bookwire

Жанр: Учебная литература

Серия: Educar Práctico

isbn: 9788428831000

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СКАЧАТЬ Un ejercicio práctico: ¿qué necesitamos que nos pregunten?

      Comenzamos por la primera parte del ejercicio. Toma un papel y lápiz o escribe en la aplicación de notas de tu móvil. Escribe los nombres de quienes viven contigo. Piensa en un día cualquiera y escribe cuáles son las preguntas que sueles hacerles. Por ejemplo, tal día como hoy, normalmente, ¿qué les sueles preguntar? Tras el nombre de cada uno formula aproximadamente cómo sueles hacerle la pregunta.

      Por ejemplo:

      • Mi mujer: «¿Qué tal hoy en el trabajo? ¿Qué tal los compañeros? ¿Qué tal la familia (sus padres y hermanos)?».

      • Mi hijo: «¿Qué tal en el colegio hoy? ¿Alguna novedad?».

      • Mi hija: «¿Tienes exámenes? ¿Tienes alguna nota?».

      Piensa ahora sobre el tipo de pregunta que haces.

      • ¿Son siempre las mismas o varías los focos de interés?

      • Al preguntar a tu hija por exámenes, ¿no estás creando una perspectiva demasiado suspicaz o vigilante? ¿No sería mejor poner el foco de atención sobre otros valores o procesos?

      • ¿Qué es lo más importante sobre lo que se deberías preguntar cada día?

      • Quizá la conclusión es que no hay una pauta fija para preguntar. ¿Es porque cada día preguntas cosas distintas o porque no preguntas por nada?

      Ahora viene la segunda parte del ejercicio. Pon de nuevo los nombres de los miembros de tu hogar. ¿Qué es lo que cada uno suele preguntarte cada día? Quizá no recuerdes que te pregunten nada, así que vamos a ampliar el foco: escribe qué tipo de preguntas te suelen hacer cada semana o alguna vez. A veces nos resultará decepcionante darnos cuenta de que nos preguntan muy pocas cosas.

      Para eso está la tercera parte del ejercicio, que se hace individualmente, en pareja y con el resto de la familia. Las preguntas clave son: ¿sobre qué te gustaría normalmente que te preguntaran? ¿Sobre qué te gustaría que te preguntaran alguna vez? ¿Sobre qué no te preguntan nunca?

      Escríbelo en un papel. Luego mira de frente a cada uno de los miembros de la familia y hazte personalizadamente la siguiente pregunta: ¿sobre qué cuestión no suelo preguntar y creo que para el otro es importante que yo le pregunte? ¿Y sobre qué cuestión no me suele preguntar esa persona y es importante que me pregunte?

      Es muy interesante ahora leer juntos lo que hemos escrito. Este ejercicio es muy útil si no lo hacemos con actitud de reproche, sino con ese espíritu de las preguntas. Nos ayuda mucho a conocer por dónde crecer juntos. Y es muy fácil de incorporar a la vida cotidiana.

      3. El arte de preguntar

      Preguntar tiene mucho de arte: uno hace una primera formulación, pero luego tiene que ir afinándola. ¿Son los conceptos claros? ¿Puede ser ambigua? ¿Va al fondo de la cuestión? Poco a poco, como quien tiene un trozo de barro en las manos, va dándole forma hasta que se convierte en un buen tiro al centro de la diana.

      Las preguntas son un modo más amable de decir las cosas, pero hay cuestiones que pueden hacer daño y convertirse en un interrogatorio. Hay que tener también prudencia y compasión con las preguntas que hacemos, porque ponemos al otro en cuestión. Y hay formas de preguntar que son retóricas porque en realidad llevan la respuesta consigo, no buscan saber, sino afirmar. Y hay preguntas que violan la intimidad.

      De ahí que haya que ser delicado para saber cuándo y sobre qué ayuda preguntar. Hay preguntas que hieren. A veces nuestras preguntas son la mejor forma de hacerlo, pero qué pena que no encontremos otras formas que no hieran al otro.

      Parte sustancial del discernimiento consiste no solo en hallar la pregunta más radical, sino encontrar la forma de formularla que sea más amable y cuidadosa con los otros. Por eso, cuando busquemos preguntas junto con los hijos, es vital proponerles que busquen la forma que sea más cariñosa y prudente de hacerlo.

      Esa búsqueda de un formato más amoroso es un aprendizaje importante, porque pone en juego la inteligencia al servicio de las lógicas del corazón. A veces la pregunta no va dirigida a alguien, sino al conjunto de la familia, pero también en esos casos debemos ser cuidadosos para que las preguntas no susciten acidez, reacción o minusvaloración de lo que somos como grupo. Las preguntas deben ser compasivas. Las preguntas que no son compasivas corren el riesgo de tener no forma de llave, sino de arma blanca.

      Mejorar las preguntas para hacerlas más aceptables pone a prueba nuestra sensibilidad y nos abre al otro. Las preguntas deben ser humildes. No son espadas, sino campos en los que siembras interrogantes y esperas a cosechar contestaciones. Hay que tener paciencia y buscar el mejor grano (o pregunta).

      Nota clave

      Quizá la pregunta es buena, pero plantéale a los hijos buscar una formulación de la pregunta que sea lo más cuidadosa y cariñosa posible. Así pondrán en juego la inteligencia del corazón.

      Las preguntas buscan comprender, no demostrar. Es importante trabajar la motivación que nos lleva a preguntar: ¿qué buscamos para el otro? ¿Buscamos su mayor bien? ¿Estamos comprometidos con él y somos cariñosos? Hay preguntas que suenan amenazantes, condescendientes o son un castigo. Lo vivimos muchas veces en el hogar cuando preguntamos ante un error del otro: «¿No te lo había dicho?».

      Antes de preguntar hay que pensar bien. Es mejor callarse que formular mal una pregunta. No hay por qué darse prisa, tenemos tiempo. Nuestra recomendación es que, si quieres hacer una pregunta importante a alguien en la familia, la escribas y la «dejes dormir». Mírala al día siguiente y cuestiónate si es la mejor que podrías hacer.

      Imagínate que tu hija adolescente ha suspendido un examen importante a comienzo de curso. Nuestra reacción es echarle en cara sus distracciones; le repetiremos la importancia de los estudios y nuestros consejos y mandatos. Ella bajará la cabeza y esperará a que pase el chaparrón. El momento es emocionalmente tan intenso que ni la hija tiene la paz para asimilar contenidos ni los padres encuentran suficiente paz para decir las cosas que quieren que ella entienda. Incluso cuando estás tranquilo y no quieres echar ninguna bronca, el momento es tan tenso que ella no está en el momento de escuchar. Solo trata de pasar descalza sobre las brasas del suspenso y al llegar al otro lado ya se lo planteará.

      En esas y otras situaciones, las preguntas tienen una enorme fuerza. Quizá sea mejor hacer silencio y que baje algo la inflamación emocional que el suspenso causa en el hogar. Piensa cuál es la pregunta que ella se debe hacer. Si ella no se hace la pregunta adecuada, es muy difícil que cambie. Se ajustará a nuestras exigencias, pero lo que nosotros buscamos es que realmente ella se haga responsable, que madure, que se haga cargo de su deber, que se comprometa personal, moral y pasionalmente con el estudio.

      Eso no lo vamos a lograr con pura presión. Busca la mejor pregunta y que se la haga. Incluso dásela por escrito y pídele que en un par de días escriba una respuesta. Eso va a llegar más hondo que cualquier disgusto, castigo material o sanción emocional. Las preguntas nos hacen aprender. Yo puedo hacer mías tus preguntas, pero no tus respuestas; tus respuestas son tuyas, pero en las preguntas cabemos todos.

      Hay varios tipos de preguntas que deberíamos tener en cuenta en cualquier búsqueda –un discernimiento es una búsqueda–. Hay preguntas conceptuales. Parten de una idea inicial. Por ejemplo: «Papá, yo lo que quiero es más libertad y ser feliz». En relación con ello, СКАЧАТЬ