257 Así dijo, y al punto disolvió el ágora. Dispersáronse todos para volver á sus respectivas casas y los pretendientes enderezaron su camino á la morada del divinal Ulises.
260 Telémaco se alejó hacia la playa y, después de lavarse las manos en el espumoso mar, oró á Minerva diciendo:
262 «¡Óyeme, oh numen que ayer viniste á mi casa y me ordenaste que fuése en una nave por el obscuro ponto en busca de noticias del regreso de mi padre, cuya ausencia se hace ya tan larga! Á todo se oponen los aqueos y en especial los en mal hora ensoberbecidos pretendientes.»
267 Tal fué su plegaria. Acercósele Minerva, que había tomado el aspecto y la voz de Méntor, y le dijo estas aladas palabras:
270 «¡Telémaco! No serás en lo sucesivo ni cobarde ni imprudente, si has heredado el buen ánimo que tu padre tenía para llevar á su término acciones y palabras; si así fuere, el viaje no te resultará vano, ni quedará por hacer. Mas, si no eres el hijo de aquél y de Penélope, no creo que llegues á realizar lo que anhelas. Contados son los hijos que se asemejan á sus padres, los más salen peores, y tan solamente algunos los aventajan. Pero tú, como no serás en lo futuro ni cobarde ni imprudente, ni te falta del todo la inteligencia de Ulises, puedes concebir la esperanza de dar fin á tales obras. No te preocupes, pues, por lo que resuelvan ó mediten los insensatos pretendientes; que éstos ni tienen cordura ni practican la justicia, y no saben que se les acerca la muerte y el negro hado para que todos acaben en un mismo día. Ese viaje que deseas emprender, no se diferirá largo tiempo: soy tan amigo tuyo por tu padre, que aparejaré una velera nave y me iré contigo. Vuelve á tu casa, mézclate con los pretendientes y ordena que se dispongan provisiones en las oportunas vasijas, echando el vino en ánforas y la harina, que es la sustentación de los hombres, en fuertes pellejos; y mientras tanto juntaré, recorriendo la población, á los que voluntariamente quieran acompañarte. Muchas naves hay, entre nuevas y viejas, en Ítaca, rodeada por el mar: después de ojearlas, elegiré para ti la que sea mejor y luego que esté equipada la botaremos al anchuroso ponto.»
296 Así habló Minerva, hija de Júpiter; y Telémaco no demoró mucho tiempo después que hubo escuchado la voz de la deidad. Fuése á su casa con el corazón afligido, y halló á los soberbios pretendientes que desollaban cabras y asaban puercos cebones en el recinto del patio. Entonces Antínoo, riéndose, salió al encuentro de Telémaco, le tomó la mano y le dijo estas palabras:
303 «¡Telémaco altílocuo, incapaz de moderar tus ímpetus! No revuelvas en tu pecho malas acciones ó palabras, y come y bebe conmigo como hasta aquí lo hiciste. Y los aqueos te prepararán todas aquellas cosas, una nave y remeros escogidos, para que muy pronto vayas á la divina Pilos en busca de nuevas de tu ilustre padre.»
309 Replicóle el prudente Telémaco: «¡Antínoo! No es posible que yo permanezca callado entre vosotros, tan soberbios, y coma y me regocije tranquilamente. ¿Acaso no basta que los pretendientes me hayáis destruído muchas y excelentes cosas, mientras fuí muchacho? Ahora que soy hombre y sé lo que ocurre, escuchando lo que los demás dicen, y crece en mi pecho el ánimo, intentaré daros malas muertes, sea acudiendo á Pilos, sea aquí en esta población. Pasajero me iré—y no será infructuoso el viaje de que hablo—pues no tengo nave ni remadores; que sin duda os pareció más conveniente que así fuera.»
321 Dijo, y desasió su mano de la de Antínoo. Los pretendientes, que andaban preparando el banquete dentro de la casa, se mofaban de Telémaco y le zaherían con palabras. Y uno de aquellos jóvenes soberbios habló de esta manera:
325 «Sin duda piensa Telémaco cómo darnos muerte: traerá valedores de la arenosa Pilos ó de Esparta, ¡tan vehemente es su deseo!, ó quizás se proponga ir á la fértil tierra de Éfira para llevarse drogas mortíferas y echarlas luego en la cratera, á fin de acabar con todos nosotros.»
331 Y otro de los jóvenes soberbios repuso acto continuo: «¿Quién sabe si, después de partir en el cóncavo bajel, morirá lejos de los suyos vagando como Ulises? Mayor fuera entonces nuestro trabajo, pues repartiríamos todos sus bienes y daríamos esta casa á su madre y á quien la desposara para que en común la poseyesen.»
337 Así decían. Telémaco bajó á la anchurosa y elevada cámara de su padre, donde había montones de oro y de bronce, vestiduras guardadas en arcas y gran copia de odorífero aceite. Allí estaban las tinajas del dulce vino añejo, repletas de bebida pura y divinal, y arrimadas ordenadamente á la pared; por si algún día volviere Ulises á su casa, después de haber padecido multitud de pesares. La puerta tenía dos hojas sólidamente adaptadas y sujetas por la cerradura; y junto á ella hallábase de día y de noche, custodiándolo todo con precavida mente, una despensera: Euriclea, hija de Ops Pisenórida. Entonces Telémaco la llamó á la estancia y le dijo:
349 «¡Ama! Vamos, ponme en ánforas dulce vino, el que sea más suave después del que guardas para aquel infeliz; esperando siempre que torne Ulises, de jovial linaje, por haberse librado de la muerte y del destino. Llena doce ánforas y ciérralas con sus tapaderas. Aparta también veinte medidas de harina de trigo, y échalas en pellejos bien cosidos. Tú sola lo sepas. Esté todo aparejado y junto, pues vendré á tomarlo al anochecer, así que mi madre se vaya arriba á recogerse. Que quiero hacer un viaje á Esparta y á la arenosa Pilos, por si logro averiguar ú oir algo del regreso de mi padre.»
361 Así habló. Echóse á llorar su ama Euriclea y, suspirando, díjole estas aladas palabras:
363 «¡Hijo amado! ¿Cómo te ha venido á las mientes tal propósito? ¿Adónde quieres ir por apartadas tierras, siendo unigénito y tan querido? Ulises, el de jovial linaje, murió lejos de la patria, en un pueblo ignoto. Así que partas, éstos maquinarán cosas inicuas para matarte con algún engaño y repartirse después todo lo tuyo. Quédate aquí, cerca de tus bienes; que nada te obliga á padecer infortunios yendo por el estéril ponto, ni á vagar de una parte á otra.»
371 Contestóle el prudente Telémaco: «Tranquilízate, ama; que esta resolución no se ha tomado sin que un dios lo quiera. Pero júrame que nada dirás á mi madre hasta que transcurran once ó doce días, ó hasta que la aqueje el deseo de verme ú oiga decir que he partido; para evitar que llore y dañe así su hermoso cuerpo.»
377 Tal dijo; y la anciana prestó el solemne juramento de los dioses. En acabando de jurar, ella, sin perder un instante, envasó el vino en ánforas y echó la harina en pellejos bien cosidos; y Telémaco volvió á subir y se juntó con los pretendientes.
382 Entonces Minerva, la deidad de los brillantes ojos, ordenó otra cosa. Tomó la figura de Telémaco, recorrió la ciudad, habló con distintos varones y les encargó que al anochecer se reunieran junto al barco. Pidió también una velera nave al hijo preclaro de Fronio, á Noemón, y éste se la cedió gustoso.
388 Púsose el sol y las tinieblas ocuparon todos los caminos. En aquel instante la diosa echó al mar la ligera embarcación y colocó en la misma cuantos aparejos llevan las naves de muchos bancos. Condújola después á una extremidad del puerto, juntáronse muchos y excelentes compañeros, y Minerva СКАЧАТЬ