El Escritor. Danilo Clementoni
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Название: El Escritor

Автор: Danilo Clementoni

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Научная фантастика

Серия:

isbn: 9788873049029

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СКАЧАТЬ de aire de la nave espacial se activó. En pocos segundos el humo se desvaneció y con él también el olor dulzón y acre.

      Â«Pero así, no tiene gracia» exclamó Azakis que había comenzado a recuperar el buen humor. «Me había olvidado de lo eficientes que son nuestros sistemas de purificación.»

      Â«Los proyectactes tú» replicó Petri. «No habría podido ser de otra manera.»

      Parecía que, poco a poco, la tensión estaba desapareciendo.

      Â«Hagamos el balance de la situación» propuso Azakis mientras, todavía con el cigarro entre los labios, activaba una serie de hologramas que se dispusieron a media altura entorno a los dos alienígenas. «Tenemos cuatro naves espaciales operativas, incluyendo la nuestra. La Theos-2 ha aterrizado ya en Nibiru y ambos estamos fuera del radio de acción del sistema de comunicación a vórtice de luz.» Soltó otro par de nubes de humo y a continuación prosiguió «Carburante y reservas alimentarias al noventa y nueve por ciento.»

      Â«Genial, veo que estás retomando el control de la situación. Continúa» lo exhortó Petri satisfecho.

      Â«Los restantes seis componentes de la tripulación están en perfectas condiciones. Escudos y armamento a pleno rendimiento. El único problema es que no tenemos un H^COM para contactar con los Ancianos e informar sobre la situación.»

      Â«En eso te equivocas» exclamó Petri.

      Â«Â¿Qué quieres decir?»

      Â«Quiero decir que todavía hay un H^COM en funcionamiento.»

      Â«Pero si el único que teníamos se ha destruido con la astronave.»

      Â«Â¿Y el que hemos dejado a los terrestres?»

      Â«Â¡Maldita sea! Tienes razón. No se me había ocurrido. Debemos volver con ellos para que nos lo den.»

      Â«Calma, amigo mío, calma. Todavía estamos a tiempo. Yo, en primer lugar, iría a dar una vuelta a la luna para ver si conseguimos recuperar algo de nuestra hermosísima nave que has hecho pedazos tan alegremente.»

      Â«Â¿Yo? ¿Qué tengo que ver yo? Has sido tú quien la ha hecho explotar allí arriba.»

      Â«Â¿Y quién ha perdido el sistema de control remoto?»

      Â«Eso fue culpa tuya. El método de enganche era defectuoso.»

      Â«Vale, vale. Lo que ha sucedido, ha sucedido. Intentemos llegar hasta el fondo del asunto. Aunque yo sea un incorregible optimista, por el momento no consigo encontrar una solución brillante.»

      Â«Serán las ondas gamma» replicó Azakis pagando al compañero con la misma moneda. «Asumiendo que esas cuatro neuronas que merodean por tu cerebro vacío todavía sean capaces de emitirlas.»

      Â«Después de esta pésima broma puedo finalmente anunciar que el viejo Zak está de nuevo entre nosotros. Bienvenido.»

      Â«Entonces, ¿te ves capaz de llevar esta nave espacial al lugar de la explosión sin hacerla estrellar sobre cualquier accidente del terreno lunar?»

      Â«Por supuesto, jefe. A tus órdenes» exclamó Petri imitando los modales militares que había vitso usar a menudo a sus amigos terrestres. «Destino la luna» añadió alegremente, después de haber preparado los motores y configurado la ruta hacia el satélite.

      Se necesitaron sólo un par de minutos para alcanzar el lugar donde la Theos se había desintegrado. La nave espacial comenzó a sobrevolar lentamente la zona de la cara oculta de la luna que había sufrido el impacto de la explosión. El terreno, normalmente muy accidentado y lleno de cráteres provocados por los antiguos impactos de centenares de meteoros que, durante millones de años, lo habían literalmente acribillado, ahora se mostraba, en una superficie de casi seiscientos kilómetros cuadrados, increíblemente liso y pulido. La onda de energía generada por la deflagración había hecho desaparecer todo. Rocas, cráteres y depresiones ya no existían. Era como si una gigantesca apisonadora hubiese pasado sobre la zona dejando detrás de sí una interminable llanura de suave arena gris.

      Â«Increíble» exclamó Petri. «Parece que volamos sobre el inmenso desierto del Sihar en Nibiru.»

      Â«La hemos hecho buena» dijo Azakis desconsolado.

      Â«Â¡Que va! ¿No ves lo hermoso que es ahora el panorama? Antes la superficie tenía más arrugas que nuestro Anciano Supremo, ahora, en cambio está lisa como la piel de un niño.»

      Â«No me parece que haya quedado mucho de nuestra querida astronave.»

      Â«Estoy haciendo un anáilis en profundidad del área pero el trozo más grande que he detectado tendrá, más o menos, un centímetro cuadrado.»

      Â«No hay más que decir. El sistema de autodestrucción ha funcionado estupendamente.»

      Â«Eh, Zak» exclamó Petri de repente. «Según tú, ¿qué es aquello?» e indicó un punto oscuro sobre la pantalla principal.

      Â«Ni idea... no se ve bien. ¿Qué dicen los sensores?»

      Â«No están detectando nada. Según ellos allí no hay nada más que arena pero a mí me parece ver algo más.»

      Â«Es imposible que los sensores no detecten nada. Prueba a hacer un test de calibración.»

      Â«Dáme un segundo.» Petri trasteó con una serie de comandos holográficos y a continuación sentenció «Los parámetros están dentro de lo normal. Parece que todo funciona correctamente.»

      Â«Extraño... Intentemos acercarnos un poco.»

      La nave espacial número seis se movió lentamente en dirección a aquel extraños objeto que parecía aflorar de la capa de polvo y arena gris.

      Â«Máxima ampliación» ordenó Azakis. «¿Pero qué es?»

      Â«Por lo poco que se consigue ver, parece una sección de una estructura artificial» intentó adivinar Petri.

      Â«Â¿Artificial? No creo que ninguno de nosotros haya instalado nada sobre la luna.»

      Â«Quizás hayan sido los terrestres. Creo haber leído en algún sitio que han hecho unas cuantas expediciones sobre este satélite.»

      Â«Lo más extraño es que los sensores no están revelando nada de aquello que, sin embargo, están viendo nuestros ojos.»

      Â«No sé qué decirte. Quizás la explosión los ha dañado.»

      Â«Pero si acabo de hacer una prueba y todo estaba en orden» rebatió Azakis perplejo.

      Â«Entonces, СКАЧАТЬ