Filosofía Fundamental, Tomo I. Balmes Jaime Luciano
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Название: Filosofía Fundamental, Tomo I

Автор: Balmes Jaime Luciano

Издательство: Public Domain

Жанр: Философия

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СКАЧАТЬ El fijar las relaciones del sentido de la vista con el del tacto, y el determinar hasta qué punto dependen uno de otro, da lugar á cuestiones que pienso examinar mas abajo con alguna extension; y por lo mismo me abstendré de entrar en ellas por ahora, ya porque no son tales que puedan ventilarse por incidencia, ya tambien porque su resolucion sea en el sentido que fuere, en nada se opone á lo que me propongo establecer aquí.

      [60.] Nada adelantaríamos con saber que la certeza de todas las sensaciones está, filosóficamente hablando, vinculada en una. Toda sensacion es un hecho individual contingente; ¿cómo podemos sacar de él la luz para guiarnos á las verdades necesarias? Considérese bajo el aspecto que se quiera la sensacion, no es mas que la impresion que recibimos por conducto de los órganos. De la impresion estamos seguros porque está intimamente presente á nuestra alma; de sus relaciones con el objeto que la produce, nos cercioramos por la repeticion de ella, con el auxilio de otras sensaciones, ya del mismo sentido, ya de otros; pero todo instintivamente, con poca ó ninguna reflexion, y siempre condenados, por mas que reflexionemos, á llegar á un punto del cual no podemos pasar porque allí nos detiene la naturaleza.

      [61.] Lejos pues de encontrar en ninguna sensacion un hecho fundamental en que podamos apoyarnos para establecer una certeza filosófica, vemos un conjunto de hechos particulares, muy distintos entre sí, pero que se parecen en cuanto á producir en nosotros esa seguridad que se llama certeza. En vano es que se descomponga al hombre, que se le reduzca primero á una máquina inanimada, que luego se le otorgue un sentido haciéndole percibir diferentes sensaciones, que despues se le conceda otro, haciéndole combinar las nuevas con las antiguas, y así se proceda sintéticamente hasta llegar á la posesion y ejercicio de todos; estas cosas son buenas para entretener la curiosidad, alimentar pretensiones filosóficas, y dar un viso de probabilidad á sistemas imaginarios; pero en la realidad se adelanta poco ó nada: las evoluciones que finge el observador, no se parecen á las de la naturaleza; y el verdadero filósofo debe examinar, nó lo que en su concepto pudiera haber, sino lo que hay.

      Condillac animando progresivamente su estatua y haciendo dimanar de una sensacion todo el caudal de los conocimientos humanos, se parece á aquellos sacerdotes que se ocultaban dentro de la estatua del ídolo y desde allí emitian sus oráculos. No es la estatua que se va animando lo que piensa y habla, es Condillac que está dentro. Concedámosle al filósofo sensualista todo lo que quiera; dejémosle que arregle á su modo la dependencia respectiva de las sensaciones; todo se le desconcierta desde el momento en que le exigis que no discurra sino con sensaciones puras, por mas que las suponga transformadas. Pero reservemos estas cuestiones para el lugar en que examinaremos la naturaleza y el orígen de las ideas.

      [62.] ¿Por qué estoy seguro de que la grata sensacion que experimento en el sentido del olfato procede de un objeto que se llama rosa? Porque así me lo atestigua el recuerdo de mil otras ocasiones en que he experimentado la misma impresion, porque con el testimonio del olfato están de acuerdo el tacto y la vista. Pero ¿cómo puedo saber que estas sensaciones son algo mas que impresiones que recibe mi alma? ¿por qué no he de creer que viene de una causa cualquiera sin relacion á objetos externos? ¿Será porque dicen lo contrario los demás hombres? ¿Me consta que existan? ¿Y cómo saben ellos lo que me dicen? ¿cómo sé que los oigo bien? La misma dificultad que se ofrece con respeto á los otros sentidos existe en cuanto al oido; si dudo del testimonio de tres, ¿por qué no dudo del de cuatro? No adelanto pues nada con el raciocinio; este me conduciria á cavilaciones tales, que me exigirian una duda imposible, que me arrancarian una seguridad de que no puedo desprenderme por mas esfuerzos que haga.

      Además, si para apoyar la verdad de la sensacion apelo á los principios del raciocinio, ya salgo del terreno de las sensaciones, ya no pongo en estas la verdad primitiva orígen de las otras, no cumplo lo que habia ofrecido.

      [63.] De lo dicho resulta: 1.º que no se encuentra una sensacion orígen de la certeza de las otras, lo que me he contentado con indicarlo aquí, reservándome demostrarlo al tratar de las sensaciones; 2.° que aun cuando existiese esta sensacion, no bastaria á fundar nada en el órden intelectual, pues con las solas sensaciones no es posible ni aun pensar; 3.º que las sensaciones lejos de poder ser la basa de la ciencia trascendental, no sirven por sí solas para establecer ninguna ciencia; pues de ellas, por ser hechos contingentes, no pueden dimanar las verdades necesarias (V).

      CAPÍTULO VI.

      CONTINÚA LA DISCUSION SOBRE LA CIENCIA TRASCENDENTAL. INSUFICIENCIA DE LAS VERDADES REALES

      [64.] Ha sido conveniente rebatir de paso el sistema de Condillac, no por su importancia intrínseca, ni porque no esté ya bastante desacreditado, sino para dejar el campo libre á investigaciones mas elevadas, mas propiamente filosóficas. Es preciso no perder ocasion de indemnizar á la filosofía de los perjuicios que le irrogara un sistema tan vanidoso como estéril. Todo lo mas sublime de la ciencia del espíritu, desaparecia con el hombre-estatua, y las sensaciones transformadas; venguemos pues los derechos de la razon humana, manifestando que antes de entrar en las cuestiones mas trascendentales, le es indispensable descartar el sistema de Condillac; como para construir un buen camino se quita ante todo la broza que obstruye el paso.

      [65.] Vamos ahora á probar que en el órden intelectual humano, tal como es en esta vida, no existe ningun principio que sea fuente de todas las verdades; porque no hay ninguna verdad que las encierre todas.

      Las verdades son de dos clases: reales ó ideales. Llamo verdades reales á los hechos, ó lo que existe; llamo ideales el enlace necesario de las ideas. Una verdad real puede expresarse por el verbo ser tomado sustantivamente, ó al menos supone una proposicion en que el verbo se haya tomado en este sentido; una verdad ideal se expresa por el mismo verbo tomado copulativamente, en cuanto significa la relacion necesaria de un predicado con un sujeto, prescindiendo de la existencia de uno y de otro. Yo soy, esto es, yo existo, expresa una verdad real, un hecho. Lo que piensa existe; expresa una verdad ideal, pues no se afirma que haya quien piense ni quien exista, sino que si hay quien piensa, existe; ó en otros términos, se afirma una relacion necesaria entre el pensamiento y el ser. A las verdades reales corresponde el mundo real, el mundo de las existencias; á las ideales el mundo lógico, el de la posibilidad.

      El verbo ser se toma á veces copulativamente sin que la relacion que por él se expresa sea necesaria; así sucede en todas las proposiciones contingentes, ó cuando el predicado no pertenece á la esencia del sujeto. A veces la necesidad es condicional, es decir que supone un hecho; y en tal caso tampoco hay necesidad absoluta, pues el hecho supuesto es siempre contingente. Cuando hablo de las verdades ideales, me refiero á las que expresan una relacion absolutamente necesaria, prescindiendo de todo órden á la existencia; y por el contrario, comprendo entre las reales á todas las que suponen una proposicion en que se haya establecido un hecho. A esta clase pertenecen las de las ciencias naturales, por suponer todas algun hecho objeto de observacion.

      [66.] Ninguna verdad real finita puede ser orígen de todas las demás. La verdad de esta clase es la expresion de un hecho particular, contingente; y que por lo mismo no puede encerrar en sí ni las demás verdades reales, ó sea el mundo de las existencias, ni tampoco las verdades ideales, que solo se refieren á las relaciones necesarias en el mundo de la posibilidad.

      [67.] Si nosotros viésemos intuitivamente la existencia infinita, causa de todas las demás, conoceríamos una verdad real, orígen de las otras; pero como esta existencia infinita no la conocemos por intuicion, sino por discurso, resulta que no conocemos el hecho de la existencia en que se contiene la razon de todas las demás existencias. Despues que por el discurso nos hemos elevado á dicho conocimiento, tampoco nos es posible explicar desde aquel punto de vista la existencia de lo finito por sola la existencia de lo infinito; porque si prescindimos de la existencia de lo finito, desaparece el discurso por el cual nos habiamos elevado hasta el conocimiento de lo infinito, y por consiguiente se hunde todo el edificio de nuestra ciencia. Dad á un hombre por medio del discurso la demostracion de la existencia de Dios, y СКАЧАТЬ