Mujeres con poder en la historia de España. Vicenta Marquez de la Plata
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СКАЧАТЬ target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_e86eea64-cb57-5378-ad6c-88f48dd46d81">La monja de Ágreda, una valida en la sombra

      María Coronel Arana nació en Ágreda (Soria) el 2 de abril de 1602 del matrimonio formado por Francisco Coronel y Catalina de Arana. Curiosamente para una mujer que se escribió durante largos años con el rey más poderoso de Europa, no salió nunca de esa villa en donde había nacido. Falleció el 24 de mayo de 1665.

      Las mujeres del siglo XVII, como en los siglos anteriores y aún en los posteriores, no tuvieron en su tiempo biógrafos propiamente dichos. Si acaso se escribió acerca de algo muy puntual en relación con alguna de ellas o se relataba algo que habían hecho o padecido para ejemplo o escarmiento de otros, pero nunca en relación con ellas mismas. Es por ello que no contamos con biografías de doña María Coronel, especialmente, como desearíamos, por parte de algún coetáneo y lo que de ella podamos saber proviene de sus propios escritos, que si bien tendrán el mérito de venir de una fuente de primera mano, también adolecerán de la falta de datos que interesan en una biografía, ya que estos los recopiló una mujer dedicada a la vida religiosa y fue una mística cuyos intereses eran muy distintos de los que puedan atraer al estudioso de hoy en día. No obstante, con la ayuda de su correspondencia y sus propias notas, intentaremos rehacer su vida o al menos resaltar la importancia que esta monja tuvo en la historia de España.

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      María Coronel, la monja de Ágreda

      En cierto modo se puede decir que lo maravilloso rodea y trasciende la vida de María Coronel, ella ve la mano de Dios en todo y él transforma ese todo de modo que lo divino se hace casero, diario. Ella conoce a un Dios personal que está atento a sus criaturas y escucha sus quejas y peticiones. Gracias a esta fe sencilla todo se diviniza y se transforma, cada suceso se convierte en una manifestación de la voluntad de ese a quien ella invoca, e incluso una respuesta directa a las oraciones de los fieles.

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      Detalle de La Creación. Capilla Sixtina. Vaticano.

      Cuenta doña María Coronel que su padre, Francisco Coronel, cuando mozo, se acercaba a Yanguas para pedir a la Virgen de los Milagros «que le diera una mujer con quien tomar estado, virtuosa y temerosa de Dios y de buena sangre, aunque fuese pobre. También y al mismo tiempo puso en el corazón de mi madre los mismos pensamientos devotos de acudir a Nuestra Señora de los Milagros». Tenía la madre de María Coronel, doña Catalina de Arana, una hermana y tanto una como la otra estuvieron a punto de casarse con hombres ricos y de buena posición, aunque de «poca limpieza de sangre por intercesión de la Santísima Virgen terminaron casándose las dos hermanas (que eran huérfanas) con dos hermanos también huérfanos».

      Un expediente de limpieza de sangre positivo exigía que, por lo menos, los padres, abuelos y bisabuelos no tuvieran sangre de moro, ni judío, aunque fuera converso; ni que alguno de aquellos antepasados hubiere estado sentenciado por el Santo Oficio. Se empezaron a exigir los expedientes de limpieza de sangre en los inicios del siglo XVI cuando el cardenal Silíceo los introdujo para evitar que la Iglesia se permease de falsos conversos, pues los grandes personajes (nobles) que ocupaban todos los oficios importantes dentro de las jerarquías eclesiásticas tenían casi siempre sangre judía o mora y llegaron a despreciar a Silíceo, que era de origen humilde. Él, en cambio, era de una familia en donde no habían existido moros ni judíos: en pocas palabras, era cristiano viejo, y exigió que todos los que quisiesen ocupar cargos en la Iglesia probasen ser, asimismo, cristianos viejos. Luego se extendió esta nueva práctica a otros oficios y cargos hasta hacerse general.

      Del matrimonio de Catalina y Francisco nacieron once hijos, los cuales, según sucedía en la época, murieron casi todos en edad temprana. Tan solo sobrevivieron cuatro, todos devotos como sus padres, en una casa en donde incluso los criados rezaban varias horas al día. Aparte de esta piedad, la casa debió de haber sido tranquila y bien avenida, pues según María en ella jamás «ni riñas, ni discordias, ni alborotos, ni enojos se oyeron».

      Así pues, por lo que sabemos, porque ella lo relata, nació en el seno de una familia noble (los Coronel, aunque pobres, lo fueron siempre a lo largo de la historia) y profundamente piadosa. Doña Catalina, la madre, debió de haber sido mujer de decisiones fuertes y carácter templado, pues sor María de Jesús dice que fue ella la que convenció a la familia de que se apartasen del mundo y viviesen una vida conventual. Adujo la piadosa señora haber tenido una revelación del Altísimo y por esa razón, el 13 de enero de 1619, se fundó en su misma casa un convento de la Concepción, de la rama recoleta o descalza. La joven María Coronel contaba a la sazón diecisiete años.

      La figura de la madre es muy importante en la vida de María Coronel, tanto que los estudiosos de ella opinan que la figura del padre queda desdibujada por comparación con la de doña Catalina. No había tenido una educación demasiado esmerada, aunque su hija nos puntualiza que «sabía un poco leer, con lo que se consolaba». Suponemos que leería principalmente lecturas pías, vidas de santos y libros de meditación como lo hacían las personas piadosas de la época.

      Estaba un día doña Catalina haciendo oración cuando el Señor le manifestó su voluntad de que ella fundase un monasterio en el que había de profesar. Quedó más convencida de la veracidad de su inspiración cuando al ir a comentar con su confesor lo que le había sucedido, él le manifestó que ya sabía de qué quería hablarle, pues el Señor también se lo había dicho a él. Convencida de la perfección de su voluntad, que para ella no era otra que la de Dios, se lo manifestó a su esposo. Él, al principio, se opuso, pues juzgó un disparate deshacerse de toda su herencia y patrimonio para fundar un monasterio, los cuales por otra parte ya sobraban en la sociedad del siglo XVII, tanto era así que la misma Iglesia había prohibido la fundación de ninguno nuevo, sobre todo de mujeres. Además, arguyó el bueno de don Francisco que él tenía ya sesenta años y que padecía de una enfermedad crónica que se le manifestaba con dolores de estómago que no le daban tregua ni de día ni de noche.

      Pero Catalina era porfiada y al fin convenció a su esposo de la necesidad de cumplir el mandato divino e incluso, finalmente, contó con la aprobación eclesiástica de modo que el 13 de enero de 1619 profesaron en el convento de la Concepción —que había sido su propia casa— la madre y las dos hijas: María y Jerónima. En cuanto a los varones de la casa, los dos hijos mayores habían profesado ya en la orden franciscana y hasta el padre, don Francisco Coronel, lo hizo como simple hermano lego el 24 de enero de 1619 en el convento de San Antonio de Nalda.

      Muy pronto la joven María se hizo notar en la vida conventual por su especial modo de vida austero y ascético. En 1620 tomó sus hábitos definitivos y empezó una vida de piedad que la llevaron a tener arrobos místicos.

      Como era una mujer activa no se contentó con estas muestras piadosas que le hubiesen dado fama de santidad, al menos en su entorno, sino que se dedicó a fundar otras casas piadosas en donde se podía, y debía, servir y adorar al Señor. Quizá era la labor fundacional una de las pocas actividades más allá de las puramente domésticas y piadosas que se les permitía a las mujeres, y muchas mujeres con empuje se concentraron en esta labor, con gran éxito en la mejora de las costumbres. Sin educación especialmente esmerada, sor María de Jesús empezó a mostrar una altura mística que ella misma atribuía a inspiración divina: «se constituyó el Altísimo por mi maestro, norte y guía». Reconoce que todo su conocimiento le viene de Dios, gracias a él, confiesa, pudo escribir su obra máxima: La mística ciudad de Dios.

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      La mística ciudad de Dios de sor María de Jesús de Ágreda

      En todo caso, sor María amaba la escritura. СКАЧАТЬ