Название: Orejas de colores
Автор: Fernando Cordero Morales
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Proa
isbn: 9788428562478
isbn:
VII. Rojo
De llegar a lo profundo de uno mismo, de la interioridad. El color del corazón, del amor y del amor más puro que es el de la Misericordia de Dios. Es también el color de la espiritualidad de los Sagrados Corazones de Jesús y de María que nos muestran el Amor entrañable de Dios.
El laberinto.
Jueves del ejemplo.
Un amor interesado.
Un músculo particular.
Fuego, carne y bronce.
La viga maestra de la Iglesia.
VIII. Naranja
El color naranja es el que dinamiza la creatividad, nos sorprende en medio de lo cotidiano, llamándonos a la acogida fraterna y a la amistad.
De patinajes, armarios y radio.
La ensalada y el dopaje.
La amistad en el Prado.
I. Verde
Las orejas verdes de María
«No esperes a que te toque el turno de hablar,
escucha de veras y serás diferente».
Charles Chaplin
En una charla-taller que impartió en nuestra iglesia de los Sagrados Corazones de Barcelona, el dibujante Patxi Velasco Fano nos mostró una imagen de la Virgen María con las orejas verdes. Me quedé un tanto sorprendido porque, al contemplar el dibujo, sabía perfectamente que ese color chillón, que rompía la armonía del resto, no estaba allí por equivocación ni por una improvisada ocurrencia del artista. Sin embargo, he de confesar que no sabía el sentido que le había dado mi amigo malagueño al mismo.
Como a Fano le encanta la pedagogía, nos recitó de memoria un poema de un escritor italiano de cuentos infantiles: Gianni Rodari. Los versos en cuestión llevan por título Un señor maduro con una oreja verde[4]:
«Un día, en el expreso Soria-Monteverde, vi subir a un hombre con una oreja verde.
Ya joven no era, sino maduro parecía,
salvo la oreja, que verde seguía.
Me cambié de sitio para estar a su lado
y observar el fenómeno bien mirado.
Le dije: «Señor, usted tiene ya cierta edad;
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?».
Me contestó amablemente: «Yo ya soy persona vieja,
pues de joven solo tengo esta oreja.
Es una oreja de niño que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:
Oigo lo que los árboles dicen, lo que los pájaros cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan».
Así habló el señor de la oreja verde
aquel día, en el expreso Soria-Monteverde».
«Es una oreja de niño que me sirve para oír / cosas que los adultos nunca se paran a sentir». Es lo único que le queda sin arruga al buen señor. El verde evoca la vida, la juventud, la frescura. Una oreja que se mantiene verde para estar atenta al sonido de lo que, fácilmente, puede pasar desapercibido cuando los ruidos, la prisa y los intereses de lo urgente, nos llevan a entrar en la migraña del zumbido, cuando más que escuchar nos evadimos del presente.
Aprender con orejas de niño, con ganas, haciéndose preguntas, balbuceando las respuestas… Hacernos oído para que los otros puedan decirnos algo y puedan «decirse» en un encuentro de calidad, de persona a persona, donde la escucha se hace bandera de intercambio. De esto sabe mucho María. Ella es la oyente de corazón. Escucha a Dios de corazón a Corazón. Solo se intuyen los latidos del Corazón de Dios en la escucha atenta de su Palabra. María, con las «orejas verdes», no una, sino las dos (y dicho sea con todos los respetos), nos muestra, como maestra, la importancia de la escucha al Misterio insondable que se hace visible, audible, en el llanto de un niño pequeño, en la voz del adolescente que busca el sentido de su existencia, en el joven carpintero que hace suyas las historias de su pueblo, en el hombre que sale por los caminos para anunciar al Padre eterno.
Hay también otra María con las «orejas verdes». Ella habitó el hogar de Betania, junto a Lázaro y Marta. Especialista en escucha, supo rumiar en su vida el misterio de su mejor amigo: Jesús. María no fue una teórica de las relaciones interpersonales sino que las practicó desde la acogida sin prisas ni relojes. Como bien expresa Josep Otón, «escuchar a Jesús significa dejarse transformar por una amistad que se expresa a través del diálogo. Es más importante la relación entre los interlocutores que el contenido de la conversación»[5].
Irá pasando el tiempo. Las arrugas nos irán surcando y se grabarán en nuestra piel. Sin embargo, no dejemos deteriorar nuestras «orejas verdes», al estilo de las de María de Nazaret, como las de Marta de Betania, como las de tantos que, a pesar de los años, el cansancio, el dolor, el sufrimiento y la enfermedad han seguido con sus pabellones auditivos jóvenes, porque nunca es tarde para escuchar, siempre es necesario a cualquier edad, en cualquier momento. La escucha es escuela de los discípulos de Jesús, de los amigos de María de Nazaret y de los ciudadanos de un mundo nuevo.
Quiero siempre, Señor, unas orejas verdes,
ni muy grandes ni muy pequeñas,
me conformo con que sean en escucha diferentes.
Que no se cansen de oír mil veces
la historia del abuelo o vecino anciano,
los achaques del enfermo asustado,
las costumbres del inmigrante sin rumbo claro,
los gritos de los niños que ponen a los mayores
de color oscuro y semblante alborotado.
Quiero, Señor,
unas orejas con cierto parecido
a las de María de Nazaret,
Nuestra Señora de las Orejas Verdes:
experta en atenciones al que tiene hambre y sed,
al que se le pueda aguar la vida
si no hay milagro de vino y mesa compartida.
Quiero, Señor, vivir aunque sea un rato
en la casa de Betania,
para hacerme el oído a la música
de María y de Marta,
escuchar para servir y servir para vivir,
porque СКАЧАТЬ