Название: Mamá, ¿Dios es verde?
Автор: María Ángeles López Romero
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Religión y educación
isbn: 9788428563598
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—Y entonces, cuando rezamos, ¿qué le podemos pedir? ¿Puedo pedir una hermanita, porfa? Que ya tengo dos hermanos...
—No, cariño, que tengas una hermanita o no la tengas dependerá de la decisión de tus padres, de la genética y el azar. Pero no está Dios cada día decidiendo si junta a un espermatozoide u otro con un óvulo para que salga niño o niña, tenga los ojos azules o sea pelirrojo. ¡Menudo trabajo! –bromeo–. A Dios puedes pedirle que te infunda la fuerza de su espíritu para ser capaz de aceptar las dificultades, las contradicciones o hacer lo que debes hacer. Puedes pedirle que inspire a quienes deben tomar decisiones, como los gobernantes, o los médicos, por poner un par de ejemplos concretos en los que dependemos de los demás. Pero, como suele explicar mi amigo Luis, si somos verdaderamente cristianos, o sea, seguidores de Jesús, tendremos que hacer como él: «Que curaba a los enfermos, alimentaba a los hambrientos y predicaba la reconciliación. No es Dios, sino nosotros mismos, quienes debemos acabar con el sufrimiento. O, mejor dicho, Dios ha querido acabar con el sufrimiento a través de nosotros: nos ha dado inteligencia para que podamos luchar contra los males físicos»[7].
—Pero es que nosotros no tenemos poderes como Dios...
—Pues te sorprendería saber de lo que somos capaces, a poco que nos empeñemos en ello. Mira, yo conozco a personas que, a fuerza de intentar imitar a Jesús o porque están convencidas de que eso es lo que todo ser humano digno de llamarse así debe hacer, transforman para bien las vidas de muchas muchas personas.
—¿Transformar, cómo?
—Pues consiguen que esas personas tengan acceso a la salud, a los médicos y las medicinas, para entendernos. O facilitan que los niños y niñas puedan ir a la escuela. O implantan la justicia en situaciones profundamente injustas...
—Jo, mamá, ¡que te estás emocionando! ¿Y por qué no me presentas a alguna de esas personas?
—Me parece una buena idea. Así podrás comprobar lo que te digo. Y será más fácil para ti ponerle cara a Dios.
—¿Cara? ¡Yo ya le he puesto cara! Lo he dibujado con barba muy larga y una sonrisa muy grande, de bueno que es. Porque Dios nos quiere mucho.
—Ya. Veo que te cuesta un poco escapar a las imágenes clásicas de Dios. Lo comprendo. Pero al menos intenta no verlo como ese superhéroe que lanza desde el cielo rayos y centellas. Más bien habría que intentar verlo como a un Dios «nadapoderoso»[8].
—Estás loca, mamá: si es nadapoderoso ya no es Dios...
El argumento de Miguel cae por su propio peso. Pero quizás pueda hacer que se cuestione su propia afirmación.
—Y entonces, ¿por qué crees que Dios se hace pequeño y nace frágil e indefenso, en un pesebre?
—¡Ese es el niño Jesús! ¡Yo me sé toda la historia!
—Lo sé, lo sé. Pero a lo mejor no habías reparado en ese detalle. ¿En qué clase de Dios creemos los cristianos, que nace vulnerable y carente de cualquier poder? ¿Que acaba muriendo en una cruz como un maleante?
—Hombre, mamá, que ese es su hijo... ¡No te líes!
Miguel sacude la cabeza de un lado a otro y chasquea la lengua con suficiencia. Ha encontrado un agujero en la aparentemente sólida línea de flotación del argumentario de su madre y lo exhibe orgulloso de su hallazgo. ¿Y tengo ánimos para meterme ahora con él en un debate bizantino sobre la Trinidad y su misterio? Mejor lo dejamos para otro día, que aún hay que hacer los deberes y preparar la cena. ¡Y yo sí que no tengo superpoderes! Aunque ya me gustaría...
3
Tres mejor que uno
¿Qué tienen que ver Indiana Jones y el misterio de la Trinidad? ¿Te atreves a bailar al ritmo de la banda sonora del Espíritu y perfumarte de justicia, compromiso y compasión?
A los pocos días de nuestra última conversación «teológica», me encuentro a Miguel pensativo mientras mira al cielo en un despejado día de primavera.
—¿Qué haces, Miguel?
—Mirando el sol.
—¿Y eso?
—Porque dice mi profe que el sol es «una muestra de Dios». ¿También la luna, mamá? Si no, la luna, ¿qué es? ¿¡El demonio!? No me aclaro... ¿Pues Dios no estaba dentro de nosotros? ¡Yo no tengo el sol dentro, que me quemaría y explotaría!
—Tú eres un sol, que no es lo mismo...
—En serio, mamá. Esto de Dios es muy difícil porque se supone que hay un solo Dios, ¡pero son tres! Y de los tres... Jesús es el mejor, ¿no?
Imposible contener la risa, así que Miguel vuelve a enfadarse por mi incomprensión ante su lío con esto de la Trinidad y sus misterios. Me viene entonces a la memoria la «solvencia» con que creí explicar yo perfectamente y sin resquicios a la duda, en una sesión de formación en mi parroquia cuando contaba quince o dieciséis años, en qué consistía eso de la Trinidad, anulando por completo todo su misterio. No comprendía entonces que el misterio es una parte esencial de cuanto acontece en torno a la fe, las creencias, la dimensión trascendente de los seres humanos[9]. Que las palabras no siempre pueden ayudarnos a contar lo que vivimos y experimentamos íntimamente los creyentes. Los seres humanos en general. Aunque estemos acostumbrados a manejar montones de palabras y estereotipos para explicar la fe o definir la divinidad. Así que, ¿cómo contar a un niño de siete años eso de tres personas en una? Menudo embrollo.
—Verás, Miguel, lo de las tres Personas en una...
—¡Es la Santísima Trinidad! ¿A que me lo sé todo? Es que la profe de Reli es muy maja y explica muy bien –vuelve a recitar de memorieta sin calcular el efecto un tanto repipi que provoca en los demás.
—Pues eso, Miguel: la Santísima Trinidad es una manera de explicar las distintas formas de percibir la presencia de Dios en tu vida. Es algo así, para que me entiendas, como diferentes versiones de un juego o una película que te guste mucho. Estaría la película como tal, que puedes ver en el cine, en la tele o en ese reproductor de vídeo pequeño que llevamos para los viajes largos en el coche. Pero de esa película han hecho una obra de teatro para que puedas ver a sus personajes en carne y hueso. Y el resultado es absolutamente fiel al guión original. Incluso puedes entender mejor el guión y conocer de verdad el contenido de la película en toda su profundidad. Ese sería Jesús.
—¡El prota! ¿Y el que falta?
—Pues el Espíritu Santo sería algo así como la banda sonora. Cada vez que oigas la música, en la tele, por la calle o en el MP3, sentirás que revives la película, que vuelves a estar dentro de ella o ella dentro de ti. Incluso te moverás o gesticularás como el protagonista, a imitación suya. Exactamente como te ocurre cuando oyes la música de Piratas del Caribe, o de Indiana Jones, para que me entiendas.
—Tananana, СКАЧАТЬ