Название: ¡Viva Cataluña española!
Автор: José Fernando Mota Muñoz
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Historia
isbn: 9788491345909
isbn:
La Peña Deportiva Ibérica se había fundado en 192523 y algunos de sus primeros miembros ya tenían un pasado de acción, pues procedían de los Grupos Deportivos Iberia. Desde la primera década del siglo XX los círculos carlistas, así como otras opciones políticas, habían ido incorporando secciones deportivas. Los tradicionalistas llegaron a crear clubs de fútbol, como el Sport Club Olotí o el Flor de Lis FC de Manresa. El deporte servía para atraer a jóvenes, disciplinarlos, formarlos y adoctrinarlos, de manera que, muchas veces, la actividad paramilitar de los requetés se camuflaba bajo cobertura deportiva. Este es el caso de los Grupos Deportivos Iberia o Grups Esportius Ibèria, nombre bajo el que se ocultaba la actividad de los grupos de choque de la Juventud Tradicionalista, que habían sido organizados a partir de 1922 partiendo de las juntas de Sport y las secciones de tiro que existían en algunos círculos. Además de organizar actividades deportivas, se dedicaban a entrenar a jóvenes en actividades paramilitares; por ejemplo, en Madrid se crea un Grupo Deportivo Iberia en julio de 1923 con sede en el local de la Juventud Jaimista, y también se organizaron en Cataluña. Uno de los que participó en su estructuración fue Francisco Palau, a quien se le encargó así mismo que los fundase en su pueblo, El Vendrell, y en Terrassa, donde estudiaba. Con el golpe de Estado de 1923 y la inicial simpatía carlista por el dictador, los nuevos delegados gubernativos –militares encargados del control político, de difundir la doctrina primorriverista y de reorganizar el Somatén en el partido judicial bajo su mando– quisieron utilizarlos y movilizarlos en apoyo de la Dictadura.
Pero el carlismo poco a poco se alejó de la Dictadura de Primo de Rivera y estos grupos abandonaron la tutela de los delegados gubernativos, allí donde habían colaborado. En 1925, Joan B. Roca Caball, dirigente de las juventudes jaimistas y miembro del grupo La Protesta, formado por carlistas que conspiraban contra la Dictadura al margen de la dirección, trató de implicar a los Grupos Deportivos Iberia en uno de los complots. Según explica Palau, se le ordenó movilizar a sus grupos y trasladarse a Barcelona, pero «al recibir confidencias de que íbamos conchabados con Macià, Barriobero, la Lliga, Vidal y Barraquer», advirtió a Roca que si sus grupos salían sería para «pasar a degüello a los grupos de Macià». Pocos días después Palau abandonó, por segunda vez, la disciplina del partido carlista.
No fue el único que abandonó los Grupos Deportivos Iberia y el tradicionalismo, pues le siguieron algunos de sus compañeros, con los que fundó la Peña Deportiva Ibérica. Además de las divergencias entre los sectores españolistas y catalanistas del carlismo, otra circunstancia que pesó en la separación fue la acción directa, pues los carlistas disidentes que fundaron la Peña Deportiva Ibérica eran jóvenes de acción, que buscaban enfrentarse directamente a sus enemigos políticos, al catalanismo, el republicanismo y el sindicalismo revolucionario, y criticaban el apalancamiento de los viejos carlistas, refugiados en sus círculos, con una actividad más propia de casino rural que de una fuerza de combate por las ideas tradicionalistas. La Peña Ibérica se convierte, así, en un refugio de españolistas broncos e intransigentes con ganas de acción. El RCD Español se convirtió en el símbolo y el fútbol en un medio de expresión, captación y defensa de su españolismo de forma pública y notoria.
Entre los fundadores de la Peña encontraremos a ultras que ya conocemos, como Poblador, Palau o Batet, y a otros como Ramón López de Jorge, funcionario de prisiones, dirigente y hombre de acción del Sindicato Libre y del Somatén; los hermanos Enrique y José Cátala de Bezzi, este último dirigente de la Juventud de Unión Patriótica y miembro de la junta upetista del Distrito IV; al joven madrileño Antonio Correa Salvá, antiguo alumno del Orfeó Català; los hermanos burgaleses Ramon y Tomás Valderrama Bercedo o el lampista oscense Gaspar de la Peña Asó, miembro de la junta del intervenido CADCI y posteriormente presidente del Sindicato Libre de Productos Químicos y del de Metalúrgicos. A muchos los reencontraremos más adelante; la mayoría son entonces jóvenes veinteañeros.
También figuran, entre los promotores de la peña, antiguos jugadores del club, como el reusense Enrique Ponz Junyent, trabajador de Telefónica y miembro del Libre, que había jugado en el Español siguiendo los pasos de su hermano Ángel, un delantero que figuraba en la plantilla del equipo fundacional, autor del primer gol del club. Otro hermano, José Ponz Junyent, que trabajaba en la agencia Asociación de la Prensa Barcelonesa, era otro destacado ibérico. Otros jugadores miembros de la Peña serán el bilbaíno Patricio Caicedo Liciaga o Carlos Comamala, al que ya conocemos, o el barcelonés Manuel Lemmel Malo de Molina, que tras jugar en el Español había ejercido de árbitro y ayudante del seleccionador español. Precisamente Lemmel había sido agredido en 1921, tras arbitrar un FC Barcelona-Europa, por seguidores culés. Otro ibérico que había sido jugador, del FC Barcelona y del RCD Español, y en 1922 presidente del Colegio de Árbitros, era el navarro Matías Colmenares Errea, licenciado en arquitectura en Barcelona en 1910 y constructor el 1923 del campo del Español. Con estos mimbres se fraguó uno de los colectivos del españolismo bronco más activos de Barcelona durante los siguientes años.
A pesar del carácter político de muchos de los fundadores, en los primeros tiempos, la Peña Deportiva Ibérica mantuvo básicamente un perfil deportivo. Está dirigida por socios de más edad, sin una militancia tan marcada, aunque abundan los vinculados al tradicionalismo o la Unión Patriótica. Participaban en homenajes a jugadores y tenían incluso un equipo de fútbol que competía contra otras peñas; eso sí, en Can Rabia, como se conocía el estadio del Español, la Peña no pasa desapercibida. Se convirtieron en la facción violenta de la afición perica, protagonizaron peleas con aficionados rivales e incluso acosaron a algunos de los propios jugadores cuando creían que no lo habían dado todo en el campo.
El 18 de enero de 1926, día previo a un derbi Español-Barcelona, ve la luz La Lucha Deportiva, que lleva por subtítulo «nobleza, sinceridad», que ya conocemos como parte del lema utilizado por los carlistas radicales. Se trata de la primera incursión periodística de José María Poblador, que dirige la revista, y aunque no lo explicita, es portavoz de la Peña Deportiva Ibérica. Con un tono florido y henchido, tan al gusto del españolismo barcelonés, la publicación denunciaba los favoritismos con el FC Barcelona, amenazaba a periodistas e incluía crónicas de partidos de fútbol, rugby y otras secciones pericas. La publicación se muestra orgullosa de la fama que está adquiriendo la Peña: «donde juega el Español hay garrotazos [...] no falla para evitar coacciones de ciertos públicos fanáticos y chillones».
Pero no solo en el fútbol practican la acción directa. Un comando, del que forman parte Francisco Palau, Domingo Batet, Juan Gual Botines y una decena más de ibéricos, planea el derribo de la estatua de Rafael Casanova, símbolo catalanista por antonomasia. Lo tienen todo previsto para la noche del 2 de mayo de 1926, pero cuando se acercan a la ronda San Pedro, «los jóvenes de referencia no pudieron llevar a cabo sus propósitos, pues conocedora de ello la policía, se personó en aquel lugar, haciendo con su presencia, imposible el acto que se intentaba llevar a cabo».24 Parece que hubo un chivatazo.
En junio de 1926 es presidente de la Peña el agente de seguros Juan Cutillas Guerrero. Aficionado a la zarzuela y al boxeo, escribe poesía y es directivo del Boxing Sport Club. A pesar de ser miembro de los Sindicatos Libres, durará poco en la dirección pues, en mayo de 1927, saliendo al paso de los rumores que especulaban con una posible desaparición, la Peña elige nueva junta. El sector «político» cree llegado el momento de hacerse «con la Peña Deportiva Ibérica, cambiar el nombre en Peña Ibérica y extender a más amplios horizontes su actuación».
Es una renovación total. El nuevo presidente es José María Poblador. En la junta figuran Francisco Palau y Domingo Batet. Esto marca un punto de inflexión. A partir de ahora el ultraespañolismo y el anticatalanismo militante protagonizarán la actuación de la Peña; el tema deportivo irá perdiendo peso y se mezclará más claramente con la política. Los ibéricos СКАЧАТЬ