Название: Roja esfera ardiente
Автор: Peter Linebaugh
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Reverso
isbn: 9788446051428
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Emmet era un orador brillante, gracias a años de universidad en los que debatía cuestiones como las siguientes: «¿Fue el descubrimiento de América más ventajoso que perjudicial para la raza humana? ¿Era el campesino un miembro más útil de la sociedad que el militar? ¿Era buena la ley de Solón que declaraba la neutralidad en una insurrección infame? ¿Está un soldado obligado en todas las ocasiones a obedecer las órdenes de un oficial? En el discurso pronunciado en el patíbulo, Emmet habló de «la emancipación de mi país frente a la opresión superinhumana bajo la que durante tanto tiempo y con tanta paciencia ha trabajado». Robert compuso un poema alegórico sobre dos barcos, «Two Ships»:
Sé que llevo a bordo algunos hombres
que parecen en ocasiones rebeldes,
¿Pero cuál es la causa? Lo sabéis muy bien;
la escasa paga hace a los hombres rebelarse;
y tenéis muchas manos de seres
que con las provisiones de mi tripulación comen;
cada día debemos trabajar con una galleta,
para mandaros a vosotros vaca y cerdo[21].
En la propia Dublín, el tejedor de Belfast, James Hope, lideró a los trabajadores del barrio de Liberties, situado en el sur de la ciudad. Mantuvo una larga conversación con Robert Emmet, diciendo que no podría haber paz en Irlanda hasta que «se reconocieran… los derechos del pueblo en relación con el suelo». La Proclama del Gobierno provisional lanzada por Emmet declaraba en la primera de sus treinta disposiciones lo siguiente: «Quedan abolidos para siempre los diezmos, y las tierras eclesiásticas pasan a ser propiedad de la nación». La segunda disposición prohibía la transmisión de tierras hasta que «se declare la voluntad nacional». La tercera establecía lo mismo respecto a bonos, obligaciones y valores públicos. Abolía los latigazos, la tortura, la pena capital, y en general abjuraba del «sistema de terror» inglés[22].
La proclamación del Gobierno provisional redactada por Emmet prometía «tomar la propiedad del país bajo su protección». Declaraba simplemente que «no luchamos contra la propiedad. No luchamos contra ninguna secta religiosa. No luchamos contra opiniones o prejuicios pasados. Luchamos contra el dominio inglés». ¿A qué se refería con el término propiedad? Para William Blackstone, el gran jurista de Oxford, se refería exclusivamente al «dominio despótico». Pero el primer decreto de la Proclama de Emmet establecía la abolición de los diezmos y la confiscación de las tierras eclesiásticas. La segunda salvedad derivaba de la apropiación de los almacenes militares ingleses y de «toda la propiedad inglesa en barcos y demás», cuyo valor debía «dividirse por igual sin tener en cuenta el rango», si bien viudas, huérfanos y padres de los fallecidos en combate tenían derecho a «una porción doble». De los trece artículos de este decreto, muchos hacían referencia a los comités de condado, que debían apropiarse de «todas las tierras estatales y eclesiásticas, fincas parroquiales, y todas las tierras y edificios públicos»[23]. Lo común significa aquí la capacidad de todo el pueblo para confiscar la tierra.
Figura 5. Estatua de Robert Emmet en St. Stephen’s Green, Dublín. Foto del autor.
El poeta romántico inglés Samuel Coleridge se mostró «profundamente afectado por el fallecimiento del joven Emmet». Solo unos días después de su ahorcamiento, Coleridge escribió a sus mecenas aristócratas que ya no compartía el sueño de «mejorar la raza humana», como había hecho en otro tiempo al defender la igualdad y lo común. Que había sido un sueño juvenil y gratuito. El apóstata presentó sus excusas a tiempo. Pero Emmett, no[24].
«Aún no», respondió Robert Emmet cuando el verdugo concedió al patriota irlandés una última cortesía en el patíbulo, preguntándole a este joven de veinticinco años si estaba listo para la horca. Tras una pausa, volvió a preguntarle, «¿Estáis listo, señor?» y de nuevo Emmet respondió «Aún no». La tercera vez, el verdugo se impacientó y puso en movimiento todo el horrible peso de la ley, enviando a Robert Emmet a la eternidad. «¡Contemplad la cabeza de un traidor!», pronunció el verdugo mientras sujetaba la cabeza decapitada de Robert Emmet vertiendo una sangre que los perros lamían de los adoquines de Thomas Street.
«Aún no» son, por lo tanto, palabras aplicables tanto al ansia de vida del hombre como a su anhelo del proyecto revolucionario. Despard y Emmet permanecieron silenciosos ante la propia ley. No se sabe dónde están enterrados. En busca de Edward y Catherine Despard, y en busca del significado de las últimas palabras de Emmet, este libro propone reivindicar los motivos y dar a conocer el proyecto de ambos, compartido con Emmet, de su oscuridad no inscrita. Los ilotas, el pueblo de la primera colonia de Inglaterra, desencadenaron la formación del Reino Unido en 1801; movilizaron el Atlántico (los marineros, los mozos de carga y descarga, los estibadores, los peones de obra); constituyeron la vanguardia del proletariado nacido del capitalismo mercantil; y fueron únicos en lenguas, religiones y tradiciones. Proporcionaron el fuego para las erupciones volcánicas del momento.
[1] T. Elyot, The Book Called the Governor, Londres, 1531.
[2] William Drennan escribió Letters to Orellana, an Irish Helot en 1784.
[3] T. Bartlett, D. Dickson, D. Keogh, y K. Whelan (eds.), 1798. A Bicentenary Perspective, Dublín, 2003.
[4] W. T. W. Tone, The Life of Wolfe Tone Compiled and Arranged by William Theobald Wolfe Tone, ed. T. Bartlett, Dublín, 1998, p. 879.
[5] Ibid., p. 294.
[6] R. Coram, Political Enquiries, Londres, 1791, pp. 21, 47, 53.
[7] J. Smyth, The Men of No Property: Irish Radicals and Popular Politics in the Late 18th Century, Nueva York, 1992.
[8] W. Drennan, «The Intended Defence», en S. Deane, The Field Day Anthology of Irish Writing, Derry, 1991, pp. 324-326.
[9] D. Keogh, Patriot Priest: A Life of Reverend James Coigly, Cork, 1998.
[10] T. Russell, An Address to the People of Ireland, Dublín, 1796.
[11] L. H. Morgan, Houses and House-Life of the American Aborigines, Washington, DC, 1881, cap. 2.