El infierno está vacío. Agustín Méndez
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Название: El infierno está vacío

Автор: Agustín Méndez

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Historia

isbn: 9788491347057

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СКАЧАТЬ primer demonólogo inglés fue, además, el más excepcional de todos. De hecho, fue uno de los más célebres de todos los europeos que escribieron sobre brujería durante la modernidad temprana. Nos referimos, desde luego, a Reginald Scot (c. 1538-1599).139 Este miembro de la gentry de Kent pasó a la historia por haber planteado el desafío sistemático más temprano, drástico e intransigente a los fundamentos intelectuales de la caza de brujas y a la brujería como concepto.140 Si bien Scot apuntó su demoledora crítica principalmente contra los postulados de Heinrich Krämer (1430-1505) en su Malleus Maleficarum (1486), Bartolommeo Spina (1474-1546) en el Tractatus de Stringibus et Lamiis (1523) y Jean Bodin (1529-1596) en la Démonomanie des sorciers (1580), también tuvo en cuenta las ideas expresadas en los panfletos publicados en su tierra natal, a las que les dedicó palabras no menos desdeñosas.141 Los dos argumentos centrales del escepticismo demonológico de Scot (que las brujas no podían producir ningún acto de magia nociva ni convocar espíritus y que la intervención de los demonios en el mundo material era imposible) corroían –entre otras cuestiones–el corazón de la visión folclórica de la brujería. En efecto, el autor conocía esas ideas a través de los juicios, uno de los medios más eficaces por los que el imaginario popular llegó a los textos eruditos.142 Tal como demostró Philip Almond, Scot se refirió a los juicios relatados en A Rehearsall both straung and true, A brief treatise y A true and just Recorde.143 A Richard Gallis –autor del segundo panfleto– y Brian Darcy –justice of the peace de los procesos relatados en el tercero– les reservó consideraciones especialmente duras.144 Además de llamar al primero loco (mad man) y al segundo desenfrenado (franticke), los ponderaba como fanáticos sedientos de sangre.145 La sangre que tenían sobre sus manos, además, era de inocentes. Para el de Kent, las personas condenadas generalmente eran mujeres «viejas, lisiadas, malditas o melancólicas» que confesaban debido a trastornos mentales/emocionales o eran forzadas a aceptar mediante presión judicial acciones no solo que no habían cometido, sino que no hubiesen podido cometer jamás.146

      Portada de The Discoverie of Witchcraft (edición londinense de 1651).