Estereotipos interculturales germano-españoles. Autores Varios
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Название: Estereotipos interculturales germano-españoles

Автор: Autores Varios

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Oberta

isbn: 9788437082721

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СКАЧАТЬ nieve ni hielo, a pesar de que durante la noche, que a veces comienza a las cinco de la tarde y se extiende hasta las siete de la mañana, hace bastante fresco, otros días sin embargo, son tan cálidos como en mayo en Alemania y por eso pueden verse bonitas flores y arbustos en esta época (ibíd.).

      El autor recurre una y otra vez a acontecimientos anecdóticos que adornan su relato epistolar. Entre ellos encontramos también referencias a pequeños regalos que podían adquirirse en Sevilla y que procedían de China y las Filipinas (ibíd.), lo que nos da una idea del comercio internacional que ya en aquel momento tenía lugar en España, incluso de objetos religiosos, algo de lo que también sacaban provecho los misioneros jesuitas y otros viajeros.

      En primer lugar envío en este paquete, recubierto por fuera con tejido de lino cosido, seis imágenes votivas, las cuales han sido traídas de China por el Padre Procurador, que está destinado en las Islas Filipinas, y por el Padre Provincial de la provincia mejicana, y con las que he sido obsequiado recientemente por ambas partes.

      Segesser se esforzaba por hacer partícipe a su familia con regularidad de sus experiencias a través de cartas y regalos, porque, de hecho, para él y para el resto de los suyos en Suiza, la Andalucía en la que se encontraba resultaba ser un mundo realmente extraño del que no dejaba de sorprenderse. En realidad, su atención se centraba de manera especial en aquellos objetos que, procedentes de Asia o de América, llegaban al mercado español y que en cierta forma le transmitían algo de su futura aventura en América. Por el contrario, las condiciones de España en sí misma las consideraba con bastante más desdén.

      Es difícil valorar hasta qué punto su situación especial en la Casa de Profesos de Sevilla influyó en su punto de vista o si sus comentarios poseen de hecho un carácter representativo:

      Todos los días, todos los santos días del antiguo y mismo modo, sólo el domingo tiene algo especial, en primer lugar nos dan una sopa y dentro un trocito de carne de cerdo asada, después queso Brie sin pan, pero bastante graso, en tercer lugar olla o carne de cordero con judías verdes y un pequeño trozo de manteca de cerdo, por encima cubierto con oliva o con cebollas para el fosfato, hasta aquí el tratamiento del domingo: nada de carne de ternera o de vacuno desde que estoy en España, tampoco he visto hasta ahora ningún asado, y sin embargo nos encontramos todos bien, por lo menos yo (carta a su hermano del 1 de mayo de 1730).

      En cualquier caso, la algo aburrida rutina diaria influía en la percepción del mundo extraño de Andalucía, de tal modo que a menudo se veía obligado a contar en sus cartas situaciones irónicas o graciosas, como por ejemplo:

      El otro día mientras paseaba y delante de mí transitaban algunas de esas mujeres con unas de esas colas, llegó un burro bien cargado pisando por encima del estiércol y no encontró otro lugar, que pisar con las cuatro patas encima de una de esas colas, lo que nos provocó tanto a mí como a los otros una carcajada.

      En otro orden de cosas encontramos pequeñas apreciaciones como esta: «En España no se encuentra ni un libro en alemán, ni tan siquiera la Helvetica Sancta» (carta a la madre del 22 de mayo de 1730). Segesser se refiere a una colección de leyendas de santos que conocía de Suiza, pero que en el mercado editorial español no le había sido posible encontrar ni en español ni en alemán.

      En general tenemos que ser prudentes con nuestra investigación, ya que Segesser descarga algo de su frustración y de su larga y vacía espera en su entorno social, y se mofa de los españoles de manera bastante injusta, como en el fondo él mismo reconoce: «Por lo demás no es agradable vivir aquí, a causa de esta aburrida espera aparece una mala satisfacción y uno no ve sino malas caras» (carta a la madre desde El Puerto de Santa María, el 4 de septiembre de 1730). Por otra parte encontramos quejas que sí están justificadas, y que incluso hoy serían pertinentes, cuando por ejemplo un suizo es identificado en España sin más como un alemán, porque allí no se distingue entre los diferentes dialectos:

      Si hubiera tenido que hablar con él más a menudo, sin que me hubiera preguntado de dónde era, ya que creen que todos los alemanes proceden de los países del Imperio. Si no me hubiera hecho entender igualmente y le hubiera recomendado el mío (carta al hermano del 10 de septiembre de 1730).

      Si por el contrario buscamos muestras potenciales de un contacto más estrecho y personal por parte de Segesser con los españoles, que ciertamente hubo de producirse, ya que aprendió bastante rápidamente la lengua, nos veremos decepcionados. Probablemente porque la perspectiva que domina sus cartas tiene que ver con sus preparativos para el viaje, con sus ejercicios religiosos y su estado emocional, y porque a través de las cartas lo que quiere es mantener, tanto como sea posible, el contacto estrecho con su familia, de manera que el mundo español queda muchas veces relegado a un segundo plano, a pesar de haber permanecido tanto tiempo en Sevilla.

      OTROS MISIONEROS ALEMANES EN ESPAÑA: JOSEPH OCH E IGNACIO PFEFFERKORN

      El padre Joseph Och (1725-1773), de ascendencia noble y originario de Würzburg, inició su gran viaje hacia el Nuevo Mundo en 1754, para desempeñar allí, en la misma zona que Segesser, su tarea como misionero. En un primer momento estaba previsto que fuera a Paraguay, pero debido a graves informes sobre el supuesto Rey de los Jesuitas, Nicolás, a sus superiores les pareció mejor desviarlo a México, donde asistió desde finales de año al padre Kaspar Stiger, que también procedía de Suiza y era muy amigo de Segesser. No obstante, Och empezó a padecer muy pronto considerables problemas de salud que lo convirtieron finalmente en un lisiado, hasta el punto de tener que renunciar formalmente en 1764 a su misión en Baseraca. Regresó a Europa después de la expulsión de los Jesuitas y más tarde redactó un amplio informe sobre Sonora que en 1809 fue publicado en Halle por el erudito Christoph Gottlieb von Murr (Hausberger, 261-265; Classen, 2000; Och, 1809).

      Och se expresa de manera mucho más detallada que Segesser sobre sus experiencias durante el viaje hacia y por España y nos proporciona incluso descripciones de ciudades bastante exactas, como por ejemplo, de Cartagena y su puerto, que considera como uno de los más bonitos del mundo (8). Además, tenemos noticia de aspectos más insignificantes o más importantes que tienen que ver con sus contactos personales, sin que por ello tengamos que entrar en todos los detalles, pero que se refieren especialmente a Cádiz y al Puerto de Santa María. Al igual que Segesser y otros misioneros, Och y sus camaradas se aburrían durante la larga espera hasta que les fuera permitido navegar hasta América:

      No teníamos otra cosa que hacer que aprender la lengua española, porque los españoles no son grandes amantes del latín, y aún menos soportaban cuando hablábamos en alemán entre nosotros. La lengua alemana la consideran una lengua de herejes y por eso nos decían siempre: ¡Hablen ustedes en cristiano! (12-13).

      En un diccionario descubrió incluso la definición de Germanía como una lengua de bellacos o gitanos (13), pero igualmente se calumniaba abiertamente en España a los bohemios y a los checos, que en un diccionario francés eran definidos igual que los artistas (13), lo que según Och podía suponer un malentendido. En oposición a esto elogia el autor la belleza de la lengua española, que se asemejaba mucho al latín y era fácil de aprender (13). Con gran admiración describe Och la costa y la zona poblada de vegetación a sus orillas, de la que le llaman especialmente la atención los naranjos (14-15).

      Tanto Cádiz como Sevilla constituyen puntos importantes en la descripción del viaje de Och, concentrándose especialmente en la arquitectura, los precios de los alquileres, la producción de azulejos y la reputación de ambas ciudades para el resto de los españoles. De la misma manera que se ve obligado a elogiar Cádiz y Sevilla, reniega también de las miserables condiciones del viaje, ya que apenas se encuentran posadas u hospederías donde poder alojarse o descansar (17). El autor se muestra enojado por las míseras condiciones y por los precios excesivos y concluye: «De esta manera se le quitan a uno las ganas de viajar a España» (19).

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