Viaje al centro de la Tierra. Julio Verne
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Читать онлайн книгу Viaje al centro de la Tierra - Julio Verne страница 8

Название: Viaje al centro de la Tierra

Автор: Julio Verne

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9782384230020

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СКАЧАТЬ Yoculis craterem kem delibat

      umbra Scartaris Julii intra calendas descende,

      audax viator, el terrestre centrum attinges.

      Kod feci. Ame Sahnussemm.

       Lo cual, se podía traducir así:

      Desciende al cráter- del Yocul de Sneffels que la sombra del Scartaris acaricia antes de las calendas de Julio, audaz viajero, y llegarás al centro de la tierra, como he llegado yo.

      Ame Saknussemm.

      Al leer esto, pegó mi tío un salto, como si hubiese recibido de improviso la descarga de una botella de Leyden. La audacia, la alegría y la convicción le proferían un aspecto magnífico. Iba y venía precipitadamente; oprímíase la cabeza entre las manos; chocaba las sillas; corría de lugar los libros: tiraba por alto, aunque en él parezca increíble, sus inestimables geodas: repartía a diestro y siniestro patadas y puñetazos. Por fin, se calmaron sus nervios, y, agotadas sus energías, se desplomó en la butaca.

      -¿Qué hora es? -preguntó, después de unos instantes de silencio.

      -Las tres -le respondí.

      -¡Las tres! ¡Qué atrocidad! Estoy desfallecido de hambre. Vamos a comer ahora mismo. Después…

      -¿Después qué… ?

      -Después prepararás el equipaje.

      -¿Su equipaje?-exclamé.

      -Sí; y el tuyo también -respondió el despiadado catedrático: entrando en el comedor.

      Capítulo 6

      Al escuchar estas palabras, un terrible escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me mantuve sereno, sin embargo. y resolví ponerle buena cara. Sólo argumentos científicos podrían detener al profesor Lidenhrock, y había muchos y muy poderosos que oponer a semejante viaje. ¡Ir al centro de la tierra! ¡Qué locura! Pero me reservé mi dialéctica para el momento oportuno, y eso me ocupó toda la comida.

      No hay para qué decir las imprecaciones de mi tío al encontrarse la mesa completamente vacía. Pero, una vez explicada la causa, devolvió la libertad a Marta, la cual corrió presurosa al mercado y desplegó tal actividad y diligencia que. una hora más tarde, mi apetito se hallaba satisfecho y me di exacta cuenta de la situación.

      Durante la comida, dio muestras el profesor de cierta jovialidad, permitiéndose esos chistes de sabio, que no encierran peligro jamás; y, terminados los postres, me hizo señas para que le siguiese a su despacho.

      Yo obedecí sin chistar.

      Se ubicó él a un extremo de su mesa de escritorio y yo al otro.

      -Axel -me dijo, con una amabilidad muy poco frecuente en él-: eres un muchacho ingenioso: me has prestado un servicio excelente cuando, cansado ya de luchar contra lo imposible. iba a darme por vencido. No lo olvidaré jamás y participarás de la gloria que vamos a conquistar.

      “Bien” pensé; “se halla de buen humor: éste es el momento oportuno para discutir esta gloria”.

      -Ante todo -prosiguió mi tío-. te recomiendo el más absoluto secreto, ¿me entiendes? No faltan envidiosos en el mundo de los sabios, y hay muchos que quisieran emprender esta aventura de la cual, hasta nuestro regreso no tendrán noticia alguna.

      -¿Cree usted -le dije- que es tan grande el número de los audaces?

      -¡Ya lo creo! ¿Quién vacilaría en conquistar una fama semejante? Si este documento llegara a conocerse, un ejército entero de geólogos se precipitaría en pos de las huellas de Arne Saknussemm.

      -No opino yo lo mismo. tío, pues nada prueba la autenticidad de ese documento.

      -¡Qué dices! Pues, ¿y el libro en que lo hemos encontrado?

      -¡Bien: no niego que el mismo Saknussernm pueda haber escrito esas líneas; pero. ¿hemos de creer por eso que él en persona haya realizado el viaje'? ¿No puede ser ese viejo pergamino una superchería?

      Lamenté, ya tarde, el haber aventurado esta última palabra; frunció el profesor su poblado entrecejo, y creí que había malogrado el éxito que esperaba obtener de aquella conversación. No fue así, por fortuna. Esbozó una especie de sonrisa en sus delgados labios, y me respondió:

      -Eso ya lo veremos.

      -Bien -dije algo molesto-; pero permítame formular una serie de objeciones relativas a ese documento.

      -Habla, hijo mío. no me opongo. Te permito que expongas tu opinión con entera libertad. Ya no eres mi sobrino. Sino un colega. Habla, pues.

      -Ante todo, le agradeceré que me diga qué quieren decir ese Yocul, ese Sneffels y ese Scartars, de los que nunca oí hablar en los días de mi vida.

      -Pues, nada más sencillo. Precisamente recibí, no hace mucho, una carta de mi amigo Paterman, de Leipzig, que no ha podido llegar en fecha más oportuna. Ve, y toma el tercer atlas del segundo estante de la librería grande, serie Z, tabla 4.

      Fui a buscarlo, y, gracias a la gran precisión de sus indicaciones, di con el atlas en seguida. Abriólo mi tío y dijo:

      -He aquí el mapa de Handerson, uno de los mejores de Islandia, el cual creo que nos va a resolver todas las dificultades.

      Yo me incliné sobre el mapa.

      -Fíjate en esta isla llena toda de volcanes- me dijo el profesor-, y observa que todos llevan el nombre de Yocuj, palabra que significa en islandés ventisquero. Debido a la elevada latitud que ocupa Islandia, la mayoría de las erupciones se realizan a través de las capas de hielo, siendo ésta la causa de que se aplique el nombre de Yocul a todos los montes ignívomos de la isla.

      -Conformes -respondí yo-, mas, ¿qué significa Sneffels?

      Creí que a esta pregunta no sabría qué responderme mi tío: pero me equivoqué de medio a medio, pues me dijo:

      -Sígueme por la costa occidental de la isla. ¿Ves su capital, Reykiavik? Bien; pues remonta los innumerables fiordos de estas costas escarpadas por el mar, y detente un momento debajo del grado 75 de latitud. ¿Qué ves?

      -Una especie de península que semeja un hueso pelado y termina en una rótula enorme.

      -La comparación es exacta, hijo mío; y ahora. dime, ¿no ves nada sobre era rótula?

      -Veo un monte que parece surgir del mar.

      -Pues ese es el Sneffels.

      -¿El Sneffels?

      -Sí, una montaña de 5.000 pies de elevación. una de las más notables de la isla, y, a buen seguro, la más célebre del mundo entero, si su cráter conduce al centro del globo.

      -Pero eso es imposible -exclamé. encogiéndome de hombros y rebelándome contra semejante hipótesis.

      -¡Imposible! ¿Y por qué? -replicó con tono severo el profesor Lidenbrock.

      -Porque СКАЧАТЬ