Название: El Encargado De Los Juegos
Автор: Jack Benton
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Зарубежные детективы
isbn: 9788835427100
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—Kay me dijo que usted estuvo en el ejército —dijo.
Ozgood asintió.
—Estaba tratando de hacer la típica tontería de tratar de demostrarme que valía algo. Después de un par de experiencias, acepté que la riqueza heredada de mi familia me definía, me gustara o no. Además, no me apetecía que me dispararan. ¿Cómo dicen, que las guerras las libran los pobres para beneficiar a los ricos? Sin ser un esnob, yo entro en la última categoría.
Slim sonrió.
—Y yo en la primera.
Los ojos de Ozgood no abandonaban nunca la cara de Slim.
—Entonces ambos somos víctimas de las circunstancias. Como hermanos… de armas.
—Podríamos serlo si yo hubiera actuado mejor. También fracasé en eso.
La sonrisa de Ozgood era más fría que un viento gélido del mar.
—Prefiero con mucho trabajar con hombres vulnerables. Es más fácil confiar en ellos.
—Son herméticos —dijo Slim.
Miró de nuevo arriba a la casa de campo que se alzaba detrás de él con todo su esplendor. La mansión Ozgood estaba en el punto de encuentro de los dos valles que caían a ambos lados. Construida en medio de veinte acres de jardines, era el tipo de lugar que la mayoría de la gente solo visitaba en los viajes del National Trust. Slim creía que se había delatado al traer su propio café.
—Además —añadió Ozgood, después de una larga pausa—, nunca me gustó la idea de matar a alguien.
Slim pensó en cómo hacer la próxima pregunta, pero no tenía sentido tratar de esquivarla. Sabía del asesinato y Ozgood sabía que lo sabía.
—Y, aun así, descubrió lo que se siente. El hombre que se supone que le chantajea murió supuestamente por su culpa. ¿Puede contarme algo de eso?
Ozgood se echó atrás en su silla y se frotó pensativo el mentón.
—Me preguntaba cuánto tardaría en preguntármelo, Mr. Hardy.
—Creo que es mejor sacar primero lo peor —dijo Slim—. Luego puede continuar. Trabajar para un asesino es una novedad para mí, pero es un desafío que no estoy en situación de rechazar.
Ozgood hizo una mueca ante la mención de la palabra «asesino». Luego frunció el ceño, apretó sus ojos cerrados y se frotó las sienes como si se diera un masaje contra un repentino dolor de cabeza.
Sin mirar hacia arriba ni abrir los ojos, dijo:
—Sé todo acerca de su condena.
Slim alzó una ceja.
—¿Perdone?
Ozgood le miró y mantuvo la mirada de Slim hasta que Slim se preguntó si tenía que apartarla. Ozgood la apartó primero, pero de una manera cansada e indiferente que no dejó a Slim una sensación de dominio, solo de que había desaparecido un nudo corredizo alrededor de su cuello durante un poco más de tiempo.
—Sé que fue expulsado del ejército por atacar a un hombre con una navaja —dijo Ozgood—. Parece que tenía una relación con su mujer. ¿Es verdad?
—Eso creía.
—Y trató de matarlo.
Slim asintió.
—Fallé. Por suerte para ambos.
—Así que antes de contarle lo que estoy a punto de contarle, quiero que sepa que usted no es moralmente mejor que yo. Solo para que quede claro. Es una de las razones por las que creo que usted es perfecto para este caso.
—Entiendo.
—Bien. —Ozgood se removió en su asiento. Tomo un sorbo de su café y sonrió—. Un hombre llamado Dennis Sharp vivía y trabajaba en mis tierras. En concreto, trabajaba en los bosques. Creo que el nombre de su trabajo era el de guarda forestal, pero era más bien un empleado para todo. Vivía en mis tierras y hacía todo lo que yo le pedía. Pensaba que era un buen hombre y confiaba en él. Luego, una noche de hace más de seis años, violó a mi hija, que entonces tenía diecisiete años.
Slim se limitó a asentir. Levantó su taza y dio un sorbo.
—Debería haberse ocupado la policía —dijo Ozgood—. Al menos inicialmente. Soy un hombre que cumple la ley. Por desgracia, el paso del hecho a la investigación jugaba a favor de Dennis Sharp.
—¿Qué pasó? —preguntó Slim.
—El caso fue desechado y Sharp pensó que era un hombre libre. —Ozgood suspiró, se echó atrás en su silla y miró a lo lejos—. No lo era. No podía serlo nunca, ¿verdad? No después de lo que había hecho.
—¿Así que usted se ocupó personalmente del asunto?
Ozgood levantó un dedo hasta sus labios e hizo un gesto, como si lo besara. Se frotó la base de su barbilla con el pulgar.
—Si alguien me debe algo, me lo paga—dijo—. Dennis Sharp pagó con su vida.
—¿Cómo?
—Se hicieron ciertos ajustes en su coche en una revisión. Su embrague falló cuando venía a trabajar por la carretera empinada que baja a ese valle que ve allí. —Ozgood no apuntó, pero giró ligeramente la cabeza, indicando una quebrada arbolada detrás de los terrenos de cultivo hacia el noroeste—. El coche se salió de la carretera y se estrelló contra una roca, matándolo instantáneamente, según el informe del forense.
—¿Y usted supo que murió?
—Hubo una llamada anónima a policía, pero no era anónima para la persona que la hizo —dijo Ozgood, de forma bastante críptica, como si estuviera interpretando un papel activo en el juego que el chantajista hubiera decidido empezar—. Me llamó la policía y luego vi su cuerpo, le toqué el cuello para ver si tenía pulso, solo para estar seguro. Pero ahora, seis años después, he empezado a recibir mensajes de un hombre que afirma ser Dennis Sharp, reclamando dinero, amenazando con denunciarme, no solo por mi participación en su supuesta muerte, sino por otros supuestos delitos.
Ozgood se puso en pie, caminó por el borde de la terraza, luego se giró y volvió a caminar. Slim lo miraba, tratando en entender a ese hombre. Estaba claro que Ozgood no era un hombre al que se podía desafiar, era alguien cuya amable concha exterior escondía un interior duro como el acero.
—Que quede claro —dijo Ozgood, dándose la vuelta y volviendo a su asiento. Cruzó las piernas, luego cambió de opinión y puso su cuerpo derecho y se inclinó hacia delante—. No temo que ese hombre arrastre mi nombre por el barro. No hay nada que tenga contra mí que no pueda encubrirse o desaparecer. Lo que me molesta es el descaro de esa persona y por eso necesito que usted descubra su identidad—. Ozgood se echó hacia atrás. Sus ojos fríos hacían a Slim sentirse incómodo—. Considero esto una ofensa personal contra mi familia. En otras circunstancias, podría perdonar algo así contra mí… pero no contra mi hija.
Slim sorbió СКАЧАТЬ