Название: Que todo el territorio se vuelva feminista. Las protagonistas de las tomas universitarias del 2018
Автор: Varios autores
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789560014184
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Creo que la educación no sexista debe quitar finalmente los sesgos de género que se han perpetuado a través de la historia. No se puede desconocer que en el tiempo se han determinado ciertos roles para los hombres y para las mujeres, ciertas situaciones que, en la sala de clase, por ejemplo, diferencia el trato entre unos y otros. En mi caso, soy deportista, viví esa diferenciación cuando hacíamos educación física, en un momento nos dijeron «ustedes hagan barra a sus compañeros que juegan a la pelota». Este tipo de cosas va generando una desigualdad que no es propia. Entonces, entendemos por educación no sexista una que elimine ese sesgo que determina ciertos roles.
Este es un movimiento de gente «escuelada»
Concuerdo con la gente que dice que este fue un movimiento elitista. No hay que desconocer que quienes estamos en la universidad es porque tenemos ciertos privilegios que muchas mujeres que viven en el campo o que viven en la pobreza no los tienen, no tienen la posibilidad de llegar a estos espacios. Naturalizan, por lo tanto, muchas prácticas porque tienen que arreglárselas solas. Entonces, claramente esto es un movimiento de gente «escuelada», como diría mi abuela. Por lo tanto, que este movimiento trascienda es bueno; está por un lado la demanda de una educación no sexista y por otro las demandas que levantan las mujeres desde otros espacios. Pero la educación es una de las principales generadoras de estas desigualdades. Desde el jardín infantil se van perpetuando los estereotipos sexistas, que generan la discriminación a las mujeres.
Pienso que hay varias cosas que han vuelto a salir a la palestra y que, de hecho, no fueron consideradas por Sebastián Piñera en la agenda mujer, que son –yo creo– las más importantes: el tema de la equidad salarial, el tema de la paridad y un sinfín de otras cosas que no se consideran. Nuestra misma justicia ha sido sumamente negligente al momento de sentenciar feminicidios. Como vemos, hay muchas cosas que trascienden al ámbito de la universidad y lo que nosotras hicimos finalmente fue generar un espacio más de conciencia. Pienso que muchas decían «lo que viven las chicas en la universidad es muy similar a lo que sucede en mi casa con mi esposo».
La vida de campo tiene factores de género súper determinantes
Nuestra región tiene altos índices de catolicismo, es también una región con amplios sectores rurales, y la forma en que se llevaba la vida de campo tiene factores de género súper determinantes. También la mayoría de los colegios que hay en el sur de Chile fueron levantados por la iglesia católica, y entendemos las divergentes perspectivas que ellos tienen sobre el rol del hombre y la mujer. Por ende, eso marca una diferencia de ese sexismo en la región; o sea, ellos son quienes hasta el día de hoy tienen colegios segregados y quienes no quieren impartir educación sexual. Creo que ese es uno de los factores puntuales de cómo se ha ido perpetuando el sexismo en nuestra sociedad.
Sin embargo, en Valdivia se recibió súper bien la movilización feminista. Creo que las veces que hicimos marchas, tuvimos el apoyo de muchas compañeras de la región. Tuvimos harta visibilidad en términos mediáticos. Nunca se criticó lo que estábamos discutiendo. Se apoyó bastante el hecho de que nosotras no estábamos pidiendo algo fuera de lo normal, sino que, para empezar, pedíamos un resguardo: poder estudiar y andar tranquilas. Creo que también se tomó conciencia de cosas que para muchos eran naturales, pero hoy ya no lo son. Las tallas machistas ya no causan tanta risa como antes: creo que se han dado cuenta de que eso forma parte de la naturalización.
Respecto de mi familia, tengo una mamá que es súper chora; mi papá es evangélico. Pese a eso, él siempre me potenció y me enseñó que nunca me dejara pasar a llevar por ningún hombre. Si yo quería jugar a la pelota y no quería jugar con muñecas, él me dejaba. Mi papá ha sido un evangélico muy particular, siempre tuve mucho apoyo; de hecho, mi papá ha tenido bastantes cambios en el tiempo con respecto a lo que se predica dentro de su comunidad religiosa. Muchos temas que para ellos son tabúes, como el aborto, o las disidencias sexuales, para él ya no son algo en lo que se enfrasque a discutir ni tiene una actitud negativa. Cuando lo acompañaba a su comunidad, sabía cómo se tomaba eso, y hasta el día de hoy sigue igual. El mismo rechazo hacia el aborto; la misma jerarquía siempre pone a la mujer por detrás, o relegadas a las labores del hogar. Pero mi papá siempre fue de la idea de que yo tenía las mismas capacidades que mi hermano.
Creo que hubo una muy buena acogida a la movilización: las docentes y las funcionarias de nuestra universidad apoyaron harto. Dentro de las ganadas, en relación a los objetivos que teníamos, logramos aumentar las capacitaciones, crear un observatorio de género, diversidad y no discriminación para orientar las políticas académicas. Nos propusimos la erradicación del lenguaje sexista, el respeto al nombre social de nuestros compañeros y compañeras trans. Los profesores se tomaron bastante bien nuestra movilización.
También, como parte de las exigencias, planteamos que una vez incorporadas a clases, el primer curso de cada ramo debía abrir una conversación entre el profesor y los estudiantes sobre lo que fue la movilización, qué opinaban los profesores, qué entendían los compañeros. Y creo que eso fue bueno, se ha ido visualizando una menor naturalización de ciertas violencias. Ahora todos miran con ojo más crítico algunas conductas. En los carretes hay muchos compañeros y compañeras que están más atentos y atentas a ciertas situaciones, a la forma de referirte a una compañera, u otras cosas.
Nosotros tenemos un reglamento, no un protocolo. Y en nuestro reglamento se identifica qué es sancionable y que no lo es, y se aplica a la comunidad estudiantil como a la comunidad docente y funcionaria. Entonces, lo que finalmente se pidió es mayor profesionalismo para el acompañamiento; vamos a crear también normas para fiscalizar el cumplimiento efectivo del reglamento.
Me parece que ahora lo que sigue es que esto quede internalizado en todo nuestro sistema educativo. O sea, la educación no sexista es una demanda que venía desde hace mucho tiempo y ahora lo que necesitamos es que todo lo que hemos ganado y generado en nuestras universidades sea parte de la reorganización del sistema educativo.
Las asambleas feministas que crearon las compañeras de humanidades son uno de los espacios importantes de conversación; cada facultad tiene su propia organización con su círculo de mujeres. En el caso de mi facultad, tenemos nuestra asamblea feminista donde discutimos cosas como la mujer en la ciencia o cómo vamos potenciando el desarrollo científico de las mujeres.
Creo que ninguna mujer podría dudar que estamos retomando luchas que las mujeres que las iniciaron no pudieron seguir desarrollando o no pudieron profundizar. En el caso de nuestra universidad, los reglamentos que tenemos son producto del trabajo de docentes y alumnas feministas de la Facultad de Derecho que hicieron visible la violencia de género; se tomaron sus espacios, se movilizaron, agitaron durante el año 2014 señalando la necesidad de tener un comité que generara políticas de género y diversidad para la universidad, y comisiones que sancionaran esas conductas. Por ello su lucha es pionera, y lo que ellas hicieron hoy nosotras lo replicamos en otros espacios y lo seguiremos profundizando con lo que queremos desarrollar posterior a esta movilización.
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