Название: E-Pack Bianca y Deseo julio 2021
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413759968
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«Buena pregunta», pensó Dante pasándose la mano por el pelo. Cuando Beatrice se marchó, se había dicho a sí mismo que entonces sería más fácil centrarse en su nuevo papel sin la distracción de tener que preocuparse de ella, de saber que detrás de su sonrisa había infelicidad, resentimiento, o normalmente, ambas cosas. Que por muy duro que hubiera sido el día de Dante, el suyo seguramente había sido peor.
Dante no había sido nunca responsable de otra persona en su vida. Había vivido para sí mismo, y ahora tenía un país entero que dependía de él y de Beatrice… menuda ironía.
Aunque ella no dependía ahora de él. Los informes que le llegaban a su mesa así lo indicaban. Le estaba yendo bien… pero quería verlo con sus propios ojos. Aquella era una opción con la que pronto ya no contaría. La lista de potenciales sucesoras a llenar el espacio que había dejado Beatrice en su vida, candidatas que sabrían cómo lidiar con la vida del palacio sin su guía, seguía esperando.
–Necesito que firmes unos papeles –dijo, recibiendo por parte de Beatrice un gesto de desdén.
–¿Ahora eres mensajero?
Dante suspiró con gesto frustrado mientras escudriñaba su rostro con ansia. Seguía siendo lo más bello que había visto en su vida, y durante un tiempo, sus vidas se habían encontrado. Pero las cosas habían cambiado. Dante tenía otras responsabilidades, un deber que cumplir. ¿Quizá pensó que ir allí le proporcionaría algún tipo de cierre?
–En realidad… nunca nos despedimos.
Beatrice parpadeó, negándose a dejarse llevar por la oleada de resentimiento que hizo que el corazón le latiera con más fuerza.
–¿Ah, no? Seguramente tendrías alguna reunión. ¿O a lo mejor me dejaste una nota? –se mordió el labio con tanta fuerza que casi se hizo sangre.
¿Podía sonar todavía más como alguien que no había conseguido seguir adelante?
–¿Te sentías abandonada?
–Me sentía… –Beatrice hizo un esfuerzo por controlar sus sentimientos–. Da lo mismo. Esta es una conversación que nunca tuvimos, así que vamos a dejarlo así. Digamos que la noche anterior fue el cierre.
Dante sacudió la cabeza al ver el brillo de las lágrimas en sus ojos.
–No, esto no estaba planeado. Es solo que… estoy harto de saber de ti a través de terceras personas.
–Echo de menos… –Beatrice se detuvo, reteniendo las palabras que no podía admitir ni ante sí misma, y mucho menos ante él–. Creo que es más seguro así –murmuró.
–¿Y quién quiere seguridad?
El brillo temerario de sus ojos le recordó al hombre del que se había enamorado. Resultaba irónico que ella tuviera que recordarle que ya no era ese hombre.
–Tus futuros súbditos. Y francamente, Dante, ya viví toda la emoción que puedo sostener…
Beatrice cerró los ojos y se apoyó en la pared hasta que la presión hizo que le dolieran los omóplatos. Era cierto, tras abandonar el papel real para el que nunca había estado preparada, se lanzó a su nueva vida, y allí encontró desafíos nuevos, emocionantes y a veces aterradores con los que llenar sus días. Recuperó parte de su habitual entusiasmo, aunque ahora estaba mezclado con cierta precaución. Una precaución que, lamentablemente, había olvidado la noche anterior. Dante entraba en una estancia, y todos aquellos instintos y deseos que había despertado en ella cobraban vida.
«Una insensatez», pensó para sus adentros. La noche anterior no había tenido nada que ver con la sensatez. Se puso tensa por dentro cuando aquellos cálidos recuerdos le inundaron la cabeza. Había sido todo pasión y deseo.
Beatrice también sentía pasión por el chocolate, pero si se dejaba llevar sabía que tendría que comprarse un guardarropa nuevo. El ejercicio y un poco de autocontrol significaban que todavía podía vestir con la ropa del año pasado.
El problema era que Dante se le ajustaba a la perfección en todos los sentidos de la palabra, y siempre había sido así. Cuando en su matrimonio no había nada que funcionara bien, el sexo seguía siendo increíble. El dormitorio era el único lugar donde siempre se las arreglaban para estar en el mismo barco. Desafortunadamente, se necesitaba algo más que química y compatibilidad sexual para que un matrimonio funcionara, sobre todo cuando se encontraba con obstáculos tan potentes como el suyo.
Beatrice se dio cuenta entonces de que, mientras su mente vagaba, su mirada había empezado a recorrer su torso esculpido para a continuación descender a la musculosa definición de su vientre. Entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo y bajó las pestañas para protegerse. Pero no le proporcionó mucha protección contra el latido sexual que Dante exudaba, ni contra su enervante capacidad de leerle el pensamiento.
–¿Te arrepientes?
La respuesta de Beatrice a aquella pregunta debería haber sido inmediata, un acto reflejo, y por supuesto que se arrepentía de lo que había pasado, a un nivel. Pero en otro, en uno que le avergonzaba, no habría cambiado absolutamente nada, porque Dante sobrepasaba su sentido común. Solo tenía que aspirar el aroma de su piel para que su instinto de conversación quedara borrado.
¡Tenía que romper aquel círculo!
Era fácil decirlo, era fácil pensarlo, pero cada vez que Dante la tocaba, algo dentro de ella gritaba que aquello estaba bien.
«¡Entonces, no dejes que te toque!».
Beatrice atajó aquel diálogo interno que cada vez se volvía más desesperado, se aclaró la garganta y se dio un tiempo para pensar cuál sería su siguiente movimiento. Quería dar la impresión de que la noche anterior no significaba que no había superado lo suyo.
Un movimiento que dejara claro que podía marcharse con la misma facilidad que él tras satisfacer un deseo primario. Que Dante no era el único que podía compartimentar su vida.
–Lo de anoche ha sido…
La voz grave de Dante, matizada por la impaciencia, la atajó antes de que pudiera decir nada.
–Teniendo en cuenta que estás ahí de pie arrebujada en una sábana y actuando como una virgen ultrajada, doy por hecho que te arrepientes de lo de anoche.
Su tono acusatorio provocó que a Beatrice se le sonrojaran las mejillas.
–Eso es muy astuto por tu parte –murmuró con ironía.
Para Dante, su ultraje virginal había sido siempre igual a cero, incluso cuando tenía derecho a él. Beatrice no tuvo reparo en entregarle su virginidad, aunque él recibiera aquel inesperado regalo de forma poco relajada.
–¿Te arrepientes de haberte casado conmigo? –preguntarlo por segunda vez no le dejaba claro a Dante por qué le importaba la respuesta… ¿tal vez para apaciguar su culpa?
No se le escapaba la ironía de la situación. Seguramente había muy poca gente en el mundo que hubiera llevado una vida con menos sensación de culpa que él. El labio superior se le curvó en una sonrisa.
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