Un futuro para la juventud. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Название: Un futuro para la juventud

Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

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isbn: 9788412406993

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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      La religión, que se ha reducido poco a poco a prácticas exteriores, y la ciencia, que ha contribuido a apartar al hombre de lo sagrado, no facilitan el reencuentro de esta actitud sagrada. Por eso, durante algún tiempo, tendréis que buscar, buscar... ¡como con el aparato de galena! Con el pensamiento y con la oración (que son la aguja) trataréis de pulsar este punto... Y en cuanto lo hayáis logrado, veréis el esplendor del mundo divino y oiréis la voz del Eterno. Así pues, hay que seguir, hay que insistir... Y, luego, un día, de repente, algo se abrirá, brotará de vuestro interior...

      IV

      LA VOZ DE LA NATURALEZA SUPERIOR

      El juicio negativo que generalmente nuestros contemporáneos tienen de la vejez, proviene de su concepción materialista de la existencia. Para todo aquel que piensa que el sentido de la vida consiste en aprovecharse de los placeres: comer, beber, fumar, tener aventuras pasionales o sumergirse hasta el cuello en actividades que procuren dinero, el poder y la gloria, evidentemente la vejez no es el período más favorable. Tanto más por cuanto, al haber usado y abusado precisamente de su salud en esas ocupaciones durante su juventud, aún se encuentra más arrugado, feo y achacoso de lo que estaría si hubiese vivido razonablemente.

      Se les dice a los jóvenes: “Daos prisa, la vida es corta; si no os aprovecháis de ella, un día lamentaréis haber dejado pasar tantas ocasiones...” Ahora circula por el mundo una filosofía muy perniciosa, que incita a los humanos a satisfacer todos sus deseos, porque es muy malo, según parece, no seguir la voz de la naturaleza u oponerse a ella; lo que se llama represión. Sin embargo, si sois lúcidos y honestos, os daréis cuenta de que la voz que habla en vuestro fuero interno no siempre os dice que busquéis solamente vuestro placer.

      A veces, al contrario, la voz que habla dentro de nosotros nos aconseja que seamos más razonables, más dueños de nosotros mismos, e incluso nos hace reproches: “¿Por qué has hecho locuras? ¿Por qué te has dejado arrastrar? Ahora, lo lamentas...” Sin duda esta voz rara vez se expresa y lo hace con mayor suavidad, pero está ahí, no se la puede negar.

      Pues bien, esta voz es también la voz de la naturaleza, pero de la naturaleza superior, mientras que la otra es la voz de la naturaleza inferior. Porque en el hombre coexisten ambas naturalezas, y las dos tratan de manifestarse. He ahí un punto que debéis tener claro.

      Cuando la gente, e incluso los escritores y los filósofos, hablan de “seguir la naturaleza, de obedecer las leyes de la naturaleza”, no saben muy bien cómo utilizar el sentido de la palabra “naturaleza”. La invocan cada vez que quieren justificarse por haber obedecido a sus instintos, o cedido a sus tentaciones. Pues bien, con ello no se justifican: obedecen a la naturaleza, sí, pero a la naturaleza inferior, y no quieren escuchar a la naturaleza superior; porque ésta también existe, y les habla, pero ellos se niegan a oír su voz.

      En la religión cristiana, existe la tradición que dice que al hombre le acompañan, durante toda su vida, una entidad luminosa y una entidad tenebrosa: la entidad luminosa, el ángel, está a su derecha y se esfuerza por iluminarle con sus consejos para mantenerle en el buen camino. La entidad tenebrosa, el demonio, está a su izquierda y trata, al contrario, de arrastrarle por caminos tortuosos haciéndole toda clase de falaces promesas. Le dice: “Sí, es eso el amor, es eso el éxito, la felicidad...” Y el hombre ingenuo, se deja seducir, hasta que se da cuenta de que se ha extraviado.

      Ahora bien, si me preguntáis: “¿Es esto cierto? ¿Nos acompañan siempre un ángel y un demonio?”, os responderé que quizá las cosas no se presentan exactamente así. Este ángel y este demonio son imágenes. En el pasado, los Iniciados se sirvieron de estas personificaciones para instruir a la gente sencilla, que no habría comprendido con claridad si se les hubiese hablado de naturaleza inferior y de naturaleza superior. En realidad, no existe en el exterior un ser que tira de nosotros hacia la derecha, y otro que tira hacia la izquierda. Todo esto sucede en nosotros mismos, es en nosotros donde existe este doble movimiento hacia el mundo superior y hacia el mundo inferior.

      Por eso, cuando creéis haber actuado mal porque una fuerza exterior y maléfica os ha empujado a hacerlo, en realidad, no es así: es en vosotros que tenéis algo que os empuja a seguir estas influencias; no es necesario que os empujen hacia ellas desde el exterior. Así que, cuidado: cuando deseéis algo, aprended a discernir de dónde vienen estos deseos, si de la naturaleza inferior o de la naturaleza superior, y a dónde os conducirán.

      La juventud no debe suponer que, haga laque haga, seguirá fresca, vigorosa y con buena salud. Sí, ya sé, es una sensación que tiene de que todo es posible, de que uno es invulnerable y eterno. Desgraciadamente, esta sensación no dura mucho tiempo; pronto llega la realidad, y esta realidad es el desgaste, la debilidad, la depresión. Porque no se puede hacer impunemente cualquier cosa. Todo lo que hacemos deja huellas indelebles en nosotros, y cuando despilfarramos las energías y los materiales más preciosos con excesos de todo tipo, no podemos volver a empezar como si nada hubiese pasado, tan frescos y bien dispuestos, al contrario nos marchitamos pronto. Y cuando ya no estamos tan llenos de vida ni somos tan agradables, se nos aprecia menos y, poco a poco, nos dejan de lado; eso es normal. Evidentemente, así llegamos a la conclusión de que envejecer es algo horrible.

      Sí, claro que es horrible envejecer para quienes han hecho de todo por entrar en la vejez hastiados, apoltronados y embrutecidos. Y aunque la sabiduría y la lucidez consigan visitarles, ahora ya le resultan casi inútiles. Es bueno comprender el fin, pero para que esta comprensión sea eficaz, debe ser sostenida, alimentada por ciertos materiales. Si ya no se tienen fuerzas, se podrá comprender todo lo que se quiera, pero ello ya no servirá de nada: incluso uno ya no es capaz de transmitir a los demás las conclusiones de sus propias experiencias.

      Es cierto que la vida es corta y que las energías que hemos recibido son limitadas. Razón de más para que los jóvenes aprendan a escuchar la voz de la naturaleza superior, a fin de no despilfarrar sus energías en locuras y futilidades, sino en consagrarlas a la realización de un alto ideal, para así tornarse útiles a sí mismos, a la sociedad y al mundo entero. De este modo allá donde vayan, en vez de manifestarse como seres corrientes, aportarán algo sutil, puro y luminoso, que inspire, que estimule a los demás y les comunique el deseo de perfeccionarse. Trabajando así por un alto ideal, con una conciencia dilatada, avanzarán más en la existencia, y se volverán más vivos y expresivos.

      Es inevitable que, con la edad, aparezcan las arrugas y las canas, que uno se canse más fácilmente, que los miembros del cuerpo pierdan su flexibilidad, que la vista sea menos aguda, etc., pero, junto a estas pérdidas, ¡cuántas riquezas puede ganar en su alma y en su espíritu! Por eso, si habéis vivido bien vuestra juventud, en vez de ahuyentar a todos los que están a vuestro alrededor, como esas personas que, al envejecer, se vuelven aburridas y desagradables, seréis amados y apreciados, y todo el mundo tratará de estar junto a vosotros, porque seréis como manantiales vivificantes, como lámparas encendidas, como jardines floridos, como vergeles llenos de pájaros y de frutos.

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