Amores Criminales Una Muerte Sospechosa. Manuele Migoni
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Manuele Migoni

      Descripción: era otoño cuando se encontró en el interior de su habitación el cadáver de Margherita Romeo, bella joven de modales agraciados y sencillos. Las indagaciones de los investigadores se centran uno de sus admiradores, Matteo Canali. Este, al tratar de explicar los motivos de su ajenidad al caso, acabará por enfrentarse a los aspectos más evasivos del amor, del universo entre los dos sexos, de las relaciones, de las rivalidades y de las consecuencias que el destino nos puede reservar.

      

       Todos los derechos reservados ©2021. La obra trata deliberadamente sobre acontecimientos reales, con una reconstrucción completamente imaginaria. Edición y creación de la cubierta de Manuele Migoni.

      

       Traduccion del libro AMORI CRIMINALI UNA MORTE SOSPETTA (Amores criminales una morte sospechosa) de Mariano Bas, por Tektime ediciones/traducciones.

      

       https://www.manuelemigoni.com

       https://blog.manuelemigoni.com

      

      

      

      

      

      1.

      La convocatoria ante el tribunal le habría podido evocar escenarios similares a los veroneses y, teniendo en cuenta los muchos casos de crónica de sucesos que aparecían acá y allá en los telediarios, reportajes y revistas, el solo pensamiento de acabar como uno de tantos imputados que solo después de un largo calvario se descubre que son inocentes, hacía que se estremeciera.

      En su interior, aunque no le cabía duda ninguna de que no tenía nada que ver con la muerte de Margherita, se preguntaba si bastaría con eso.

      Una ciudad, Verona, en la que todo parecía ir mal.

      Día tras día, acontecimiento tras acontecimiento.

      Y que volvía impetuosamente.

      Para Matteo Canali, aquello con Margherita Romeo había sido un amor sufrido, perseguido y perdido.

      ¿Pero todo eso bastaría para acusarlo de un homicidio atroz?

      Además, alguien avanzó la hipótesis de que su repentino retorno a Roma fue organizado por él mismo.

      Sospecha posterior que habría reforzado la acusación.

      Se pensó en nuevas e imprevistas oportunidades lo que, sin decir nada, en el fondo hacía que pensara que su permanencia en Verona ya no resultaba conveniente.

      Pero solo eran dudas del entorno que lo rodeaba, igual que las que llegarían posteriormente, tras la muerte de Margherita.

      Una vez en la capital, se apresuró a informar a quien debía, casi orgulloso y contento de poder volver a hablar de sí mismo, sobre todo con respecto a algunas circunstancias relativas a su modo de vida.

      Hasta que llegó la trágica noticia de la muerte de Margherita, que parecía poner de nuevo todo en duda.

      Toda certeza, toda credibilidad.

      —Hemos conseguido analizar completamente el teléfono móvil y el ordenador de la víctima y, sobre usted, Canali, no hemos encontrado nada en su ordenador, solo una solicitud de amistad en la red social Facebook, algo que usted mismo podrá confirmarnos que no fue atendida; pero es en el celular donde aparecen sus mensajes, hasta verse bloqueado en la aplicación WhatsApp, con ocasión de un comentario tal vez considerado como soez o fuera de lugar; qué relaciones tenía con Margherita Romeo es algo que nos debería explicar: un poco cómo nació su deseo, si es que se trata de deseo, y por qué luego Margherita Romeo, por lo que hemos conseguido saber, se volvió en su contra, casi hasta no querer saber más de usted.

      —Todo ocurre en unas circunstancias muy concretas: un retraso en el trabajo (el único que tuve), un plato que se rompe en el interior de uno de los despachos del negocio en el que estábamos empleados y, por mi parte, el hecho de que ese acontecimiento pudiera tener consecuencias en múltiples sentidos; sobre todo, con ocasión de la ruptura del plato, para determinar mejor lo que sucedió, habría tomado unas fotos que atestiguarían lo que pasó, fotos que se esperaba que yo tomara y ella guardara y enviara a quien correspondiera, ¿y cómo habrían podido enviarse estas fotos si no hubiera sido a través de un móvil, cuando Margherita, por iniciativa propia, se mostró dispuesta a darme su número para resolver la cuestión?

      —Bien, resuelto ese problema, ¿usted se aprovechó de alguna manera, más allá de los asuntos laborales, del hecho de tener el número del teléfono móvil de Margherita?

      —Como se puede comprobar en esos pocos mensajes, el primero se envió un mes más tarde de ese evento.

      —En un momento concreto, usted casi se declaró, hasta entonces solo había referencias a las salidas organizadas en grupo, supongo que un grupo del trabajo, de colegas.

      —Exacto, así es.

      —¿Podría haber algún otro interesado por Margherita?

      —Sí, algún otro, al menos entre los colegas, en efecto lo había, se trataba de un colega albanés, Blend… Kelmendi, creo que era su apellido.

      — Kelmendi… Blend Kelmendi, de quien tenemos sus mensajes y también sus conversaciones con Margherita en Facebook y, sobre todo, diversos intentos, sin respuesta, de invitarla a salir, imagino que sin ningún resultado.

      —Así es, hablaron de ello alguna vez, pero no creo que estuviera enamorado.

      —¿Entonces cómo acabaron las cosas?, es decir, ¿qué pasó después de la novedad? ¿Ambos todavía hablaban, se veían alguna vez en concreto?

      —Sí, fueron siempre buenos amigos, pero, para disgusto de Blend, no fueron más allá, a él le hubiera gustado una relación estable.

      —Bueno, eso lo tengo claro, también porque, más allá de ese periodo, sobre vuestro colega, en redes sociales no vemos ninguna novedad, aunque es verdad que deberíamos comprobar mejor su móvil más allá de los mensajes relacionados con Margherita, pero ya pensaremos en esto más tarde; en todo caso, y es también otro de los motivos por los que lo hemos llamado, con respecto al antiguo novio de Margherita, ¿lo conocía? ¿Había oído hablar de él?

      —Sí, era un individuo poco dado a sutilezas, o al menos eso me había dicho Margherita… lo conocí, se despidió justo cuando entré yo, creo que era de Génova, pero se había mudado a Venecia.

      —¿No era por tanto la clásica persona que pierde la cabeza?

      —Probablemente entendía el amor como posesión en los encuentros con su mujer, hasta el punto de desencadenar ciertas reacciones.

      —¿Y usted, Canali, СКАЧАТЬ