Sentir, entender, amar, creer. Rafael Gómez Pérez
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Название: Sentir, entender, amar, creer

Автор: Rafael Gómez Pérez

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

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isbn: 9788412267952

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       limpieza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5, 8). «Sigue más bien tras la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los que invocan a Dios con limpio corazón» (2 Timoteo 2, 22);

       pureza: la caridad nace de un corazón puro (1 Timoteo 1, 5);

       obedecer de corazón (1 Romanos 6, 17) es obedecer en libertad, que es la mejor forma;

       fe: «y no titubeare en su corazón, sino que tuviere fe» (Marcos 11, 23);

       arrepentimiento o dolor de corazón: «sintieron traspasado de dolor su corazón» (Hechos 2, 37);

       sinceridad: que ensancha el corazón: «os he hablado de forma patente, nuestro corazón se ha dilatado» (2 Corintios 6, 11); «lleguémonos con sincero corazón, con plena convicción de fe, purificados los corazones de conciencia mala» (Hebreos 10, 22);

       sencillez: «partiendo el pan en sus casas, tomaban el sustento con regocijo y sencillez de corazón» (Hechos 2, 46). También Efesios 6, 5;

       alegría: Cristo anunciando su resurrección: «ahora ciertamente tenéis congoja, más otra vez os verá y se gozará vuestro corazón» (Juan 16, 22). Dios llena de alegría los corazones (Hechos 14, 17);

       ardor (por amor), como cuando los discípulos que iban a Emaús tardaron en reconocer a Cristo resucitado: «¿Acaso nuestro corazón no ardía cuando él nos hablaba en el camino?» (Lucas 24, 32);

       tristeza, si es por amor: «Antes, por haberos dicho yo estas cosas la tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero os digo la verdad: conviene que yo me vaya» (Juan 16, 6);

       apertura a Dios, que es gracia de Dios: «Y cierta mujer por nombre Lidia, vendedora de púrpura en la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba escuchando; cuyo corazón abrió Dios para que prestase atención a lo que Pablo decía» (Hechos 16, 14);

       solicitud por los demás: «Y gracias a Dios, que inspira en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros» (2 Corintios 8, 16);

       luz para conocer: «iluminados los ojos de vuestro corazón» (Efesios 1, 18);

       se fortalece con la gracia (Hebreos 13, 9).

      Lo malo en el corazón

       la dureza: «Moisés, en razón de vuestra dureza de corazón, os permitió repudiar vuestras mujeres» (Mateo 19, 8). Un grado menor de la dureza es el encallecimiento que Cristo reprocha a los discípulos: «¿Tenéis encallecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?» (Marcos 8, 17-18). En san Pablo es frecuente: «según tu dureza e impenitente corazón» (Romanos 2, 5);

       la insensatez: «se entenebreció su insensato corazón» (Romanos 1, 21);

       la incircuncisión de corazón, es decir, no quitar de él lo contrario a la voluntad de Dios. Al final del largo discurso de Esteban, el primer mártir, se dice contra quienes lo iban a lapidar: «¡Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos!» (Hechos 7, 51);

       celos amargos y espíritu de contienda: «pero si tenéis en vuestro corazón celos amargos y espíritu de contienda no os jactéis ni mintáis contra la verdad» (Santiago 3, 14);

       engaño: «si alguno piensa ser hombre religioso, no frenando su lengua, sino engañando su corazón, vana es su religión» (Santiago 1, 26);

       codicia: «que tienen el corazón curtido en la codicia» (2 Pedro 2, 14).

      Otras maldades del corazón se señalan en el Nuevo Testamento (singularmente la soberbia, la avaricia, la envidia, la mala ira, la gula), pero no referidas explícitamente al corazón, sino a la persona que es sinónimo de corazón.

      Una clave definitiva

      Aunque referido al afán de posesión, al deseo de acumular tesoros en la tierra, enseñando que es preferible atesorar en el cielo, el final de ese pasaje tiene un valor esencial, que se adentra en la profundidad del ser humano, de su interioridad: «porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6, 21).

      El corazón es la conciencia y este sentido puede leerse en este pasaje de 1 Juan 3, 19-21: «En esto conoceremos que somos de la verdad, y en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón, aunque el corazón nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestro corazón y conoce todo. Queridísimos: si el corazón no nos acusa, tenemos plena confianza ante Dios y recibiremos de Él cuanto pidamos, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que es grato a sus ojos».

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