Название: Repensar la antropología mexicana del siglo XXI
Автор: Pablo Castro Domingo
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
Серия: Biblioteca de Alteridades
isbn: 9786077115953
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Entonces, la validación de la información obtenida se logra a partir de un proceso de contextuación en los planos culturales, sociopolíticos e históricos; del contraste de informaciones en diversos planos: entre pasado y presente, entre lo dicho por los sujetos investigados; y a partir de otras fuentes de información.
Una vez realizado el proceso de validación del dato empírico, ordenamos la información en función de las coordenadas teóricas que orientan la investigación y la plasmamos a través de la escritura fundamentalmente. Todo ello es lo que nos posibilita la interpretación de los datos empíricos. Desde luego no es un proceso así de ordenado como lo describo, pero considero que son esos los elementos básicos para generar los conocimientos antropológicos.
Un elemento que hay que destacar es la cuestión de la escritura: la información organizada generalmente se escribe.12 Tenemos que dar un paso complejo que va de la vivencia en sí, a la escritura sistematizada de dicha vivencia. En ese proceso se va “depurando”, por decirlo de alguna manera, todo el proceso vivencial que implicó el campo: las negociaciones, los encuentro y desencuentros, las sintonías y malos entendidos, las angustias y la resolución de problemas, etc. Lo que Cruces (2003) define como “narrativa del embrollo” que termina siempre con un “final feliz”. Es decir, se presenta el largo proceso llamado investigación, con una narrativa ordenada, redactada seguń los cánones académicos, donde no hay conflictos ni negociaciones y donde todo aparece como si no hubiese desencuentros y todos nos hemos entendido a la perfección, sin contradicciones ni dudas.
Tomando prestada la terminología de Peirce, podríamos decir que el carácter de esta operación semiótica es abductivo. No se trata propiamente de una inducción empírica ni tampoco de una falsación hipotético-deductiva, sino una operación en la que el antropólogo interpreta, como mediador entre dos lenguajes, la relación de semejanza postulable entre ambos, estableciendo puentes de sentido mediante parecidos de familia entre fenómenos y regiones de la experiencia cultural que permitan acercarlos, hacerlos mutuamente inteligibles. En la escritura etnográfica se produce, por tanto, una especie de superposición entre el trabajo de campo como experiencia y como relato. En la medida en que, a través del discurso científico, el lector participa vicariamente de la experiencia de resocialización reflexiva del antropólogo, puede asistir a la apertura de ese mundo, inicialmente cerrado y opaco, de la cultura observada (Cruces, 2003:164).
Finalmente, quiero reflexionar sobre dos formas de hacer trabajo de investigación en antropología que considero determinan la forma de producir conocimiento: el trabajo en colectivo y el individual. La tendencia actual en la investigación en ciencias sociales es la producción individual. En México, las instituciones académicas valoran más el trabajo individual, que el colectivo.13 En nuestras evaluaciones anuales tanto en las universidades como en el Conacyt vemos que los trabajos colectivos reciben un puntaje mucho menor que lo que llaman textos de autor.
Desde luego hay que reconocer que hay prácticas colectivas que esconden la individualidad de los resultados sumándolos a textos colectivos. Pero no me quiero referir a ese tipo de productos que en efecto representa la suma de individualidades. Lo que me interesa rescatar es la experiencia grupal en los procesos de investigación, tanto en la construcción teórica como en el trabajo de campo. Desde mi perspectiva, el trabajo colectivo tiene varias bondades: permite generar proyectos de investigación consensuados, fortalece la docencia (enseñar a investigar investigando), fomenta la interdisciplina que enriquece el bagaje teórico y permite, mediante la observancia y la crítica entre pares, generar filtros y validaciones de la información empírica y la interpretación de los datos.
Aun cuando hay que reconocer que este tipo de investigación tiene algunos problemas, (el elaborar un marco teórico conjunto implica discusión y una suerte de negociación entre las partes involucradas, donde los egos personales tienen que dejarse a un lado y llegar a consensos, la construcción de la interdisciplina que resulta un complejo proceso de sincronizar miradas, y la organización del trabajo de campo compartido, entre otros) considero que resulta mucho más enriquecedor que la soledad a la que se ha orientado nuestro quehacer. Particularmente si se discuten los materiales obtenidos en campo, los problemas que se enfrentaron para obtenerlos y las posibles inter pretaciones que a la luz del marco teórico se pueden realizar. Esta amplitud de miradas contrastadas y contrastantes favorecen una construcción holística de nuestros conocimientos en ese intento, muchas veces fallido, de dar cuenta de lo local como parte del contexto más am plio en donde se inserta: un mundo globalizado.
REFLEXIONES FINALES
A lo largo de estas páginas he buscado poner a la luz algunas de las cuestiones que considero centrales para ser discutidas por los antropólogos con el afán de ir construyendo metodologías más claras y abiertas. La distancia entre el investigador y el sujeto investigado; los conceptos básicos de la antropología y sus nuevos enfoques; la construcción del lugar del investigador con sus múltiples facetas y movimientos, las formas del estar allí y los procesos de validación e interpretación de los datos, son algunos de los puntos de partida para la construcción del conocimiento antropológico.
Sin embargo, lo que me parece más importante destacar es que no hay posibilidades de que, con la complejidad de todo este proceso y la unicidad de cada investigación, podamos hace manuales o guías de “cómo hacer el trabajo de campo”.
Cada investigación implica un montaje metodológico diferente, en donde si bien entran en juego todos los elementos antes descritos, se resuelven de manera uńica y distinta cada vez.
Lo uńico que debe mantenerse es la claridad y la vigilancia —explícita— de cuáles fueron los factores que entraron en juego en este proceso y cuáles las estrategias que se utilizaron para construir cada investigación. Sólo así podremos acercarnos al conocimiento del otro, con alguna certeza de que lo que estamos diciendo no es ciencia ficción.
En este mundo culturalmente dislocado, tal vez la visión de la totalidad no pueda ser finalmente sino un producto ideológico (en el sentido marxista) y todo conocimiento haya de ser necesariamente situado. Podemos entender la etnografía como una suerte de instantánea. No un dictamen definitivo sobre la causa o el sentido de los procesos culturales, sino una búsqueda de sentido (Cruces, 2003:168).
BIBLIOGRAFÍA
Aguirre Beltrán, Gonzalo (1967) Regiones de refugio, México, Instituto Indigenista Interamericano.
Cruces, Francisco (2003) “Etnografías sin final feliz. Sobre las condiciones de posibilidad del trabajo de campo urbano en contextos globalizados”, en Revista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, núm. 2, Madrid.
Cruces, Francisco y Ángel Díaz de Rada (2011) “El intruso en la ciudad”, en Francisco Cruces, Símbolos en la ciudad. Lecturas de antropología urbana, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia.
De la Fuente (1964) Educación, antropología y desarrollo de la comunidad, México, Instituto Nacional Indigenista/SEP.
Devereux, George (1983) De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, México, Siglo XXI.
Duhau, Emilio y Angela Giglia (2008) Las reglas del desorden: habitar la metrópoli, México, UAM-A/Siglo XXI.
Guber, Rosana (s/f) “Conocimiento antropológico, trabajo de campo y patetismo editorial. Cuestión de escala y de tiempo”, World Council of Anthropological Associations, wcaanet.org.
Guber, Rosana (2004) El salvaje metropolitano. Reconstrucción СКАЧАТЬ