Caminos de reconciliación. Pablo Romero Buccicardi
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Название: Caminos de reconciliación

Автор: Pablo Romero Buccicardi

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Fuera de Colección

isbn: 9788428836845

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СКАЧАТЬ los responsables de Accem tomaron la decisión de sacar a gente de la casa y, un mes después, pasarme a la siguiente etapa de acompañamiento...

      En esa segunda fase, Accem ayudaría a Rodrigo a poder estudiar, pagar un alquiler para vivir solo y buscar trabajo. Además, su psicóloga Carolina le pondría en contacto con CRISMHOM, un grupo cristiano de diversidad sexual, donde Rodrigo podría integrar de una vez por todas su sexualidad y su fe, en un ambiente de confianza y amistad. La posibilidad de una nueva y mejor vida ahora sí tomaba forma...

      «En todos esos momentos, Dios nunca me abandonó»

      La gratitud a Dios aparece al ir acabando esta parte del relato. A él le atribuye haber conocido a la gente de Cruz Roja, de SOS Racismo y la obtención del asilo. También la vida que ha empezado a vivir en España con la ayuda de Accem: sus promesas se cumplieron y Rodrigo ha podido estudiar, alquilar un piso en un lugar relativamente céntrico de Madrid y trabajar en puestos de aseo. En todo ello ve la mano de Dios. Ahora bien, mucho más allá de estas acciones concretas, Rodrigo ve la presencia divina en el fondo de su interior. Una presencia que lo acompañó en el transcurso de sus momentos más dolorosos por el norte de África e incluso antes.

      Pensé matarme no una o dos veces, sino muchas veces. Cuando mi familia me llamó «demonio», «diablo», «maldito», «basura» que no merecía esa familia... allí pensaba: «¿Acaso merezco esto? Y si tengo un demonio –porque así lo creí en una etapa–, ¿qué hago con mi vida? ¿Me mato?». En esos momentos siempre he pedido a Dios fuerza, y él no me ha abandonado. Dios ha estado siempre conmigo, desde ese momento en Camerún hasta ahora en España. Hay un Dios que vive, alguien por encima del mundo, que no se puede ver que está con nosotros siempre. En todo ese camino de agresiones, de desierto y de muerte, siempre pude levantar la cabeza y doblar la rodilla y dar gracias a Dios.

      Rodrigo dice que esta fe la tiene desde pequeño. La heredó en parte de su padre, católico, quien falleció cuando él era niño. A él le debe su ingreso en la parroquia de su barrio, donde participó como acólito del cura en grupos de niños y sirviendo a la gente. Pero, sobre todo, reconoce la influencia espiritual de su madre, protestante:

      Mi madre es una mujer que no tiene dinero, pero su corazón y su creencia son más grandes que todo. Mi madre nos enseñó a creer, y para mí la fe es lo más importante. Un día también me dijo que, si quería estar en paz conmigo mismo, tenía que perdonar a los que me hiciesen mal. Y yo lo he intentado hacer y he visto que me funciona, aunque no es fácil. Esto me ha costado años de meditaciones, de dolor, de no poder mirarme al espejo, porque siempre me acordaba de lo que había pasado. Pero, así y todo, he podido en parte hacerlo. Sé que todos somos iguales en la vida, pero hay algunos que hacen cosas sin darse cuenta de que lo hacen.

      A ellos, y no a Dios, les atribuye el mal sufrido por él y por otros. Mientras, reconoce que no puede comprender su vida sin Dios: «Dentro de mí no sé lo que pasa, hay algo que dice que mi vida sin Dios no tiene sentido... siempre le he querido».

      «Quiero tener a alguien que ame y me acompañe toda mi vida»

      Esta espiritualidad la ha podido seguir cultivando en CRISMHOM, en oraciones y en celebraciones. Allí ha podido encontrar también amigos con los cuales poder compartir lo que tiene dentro y aprender de lo que han vivido otros miembros del colectivo LGTBI en otras latitudes. Rodrigo dice que «ese es su sitio». Ha encontrado en CRISMHOM parte de la compañía que tanto buscó:

      Ayuda mucho. Tengo amigos cristianos que saben lo que siento, lo que busco y lo que necesito, y eso me hace realmente feliz. Con ellos comparto mi vida corriente, salimos de fiesta, digo lo que siento y me hacen sentir bien.

      Pero, si de pedir se trata, Rodrigo no esconde su deseo más importante. «¡Un novio!», exclama entre risas. Lo cierto que estos años en España ha tenido un par de ellos, experiencias que han sido significativas; sin embargo, el vínculo de pareja no se ha consolidado. Así, el deseo sigue vigente:

      La realidad es que espero mucho y muchas cosas y sé que la vida no te da todo... Pero lo que más espero en los próximos años, lo que le pido a Dios desde el fondo de mi corazón, es tener a alguien a mi lado. Alguien que me escuche, me ame, me acompañe, que compartamos lo bueno y lo malo... Alguien que me acompañe toda mi vida.

      Y, cuando Rodrigo se refiere a toda su vida, pone énfasis en la importancia de compartir una cierta espiritualidad común:

      Me gustaría alguien que vaya al mismo ritmo que yo de creencias y prácticas. Que me entienda. Yo sé que no es fácil... pero me ayudaría alguien que me apoye en mi espiritualidad, porque esta es la llave que ha abierto mi corazón. La espiritualidad es lo que ha abierto la caja donde estaba encerrada mi vida. Sin mi espiritualidad no puedo vivir. Es una parte muy importante de mi vida.

      El otro deseo: ayudar

      Los deseos de Rodrigo se orientan también hacia el servicio a otros, en particular a aquellos que hayan pasado o estén pasando situaciones similares a las suyas. Compartir lo vivido y los aprendizajes obtenidos en medio de la violencia y la exclusión cree que ayuda. Es lo que ha visto durante este último tiempo en él, ahora que han comenzado a invitarle a dar charlas para contar su testimonio de vida o que le han derivado personas necesitadas de pistas y consejos para salir adelante.

      Estoy ayudando a gente. Me están invitando a charlas a contar mi vida. Hay también un chico de Guinea y otro de Malí a los que he ayudado y ahora ya tienen papeles. El chico de Guinea, en especial, estaba perdido y ahora ya está bien. Hay otro africano también al que le he aconsejado y ahora está casado con un español. Todos están estables, trabajando...

      Rodrigo cree que no es fácil seguir el buen camino cuando se ha pasado por cosas tan malas como por esas por las que han pasado él y otros. Y de ahí su mayor consejo:

      Cuando sufres, los sentimientos se mezclan y empiezas a buscar puertas de salida, y algunas aparecen como más fáciles, pero te pierdes. Yo pude tomar drogas para ayudarme o ponerme a beber alcohol para tapar los problemas... ir a todas las discotecas para olvidar. Pero he escogido el camino difícil: el de la fe y la paciencia. La fe te dice: «Espera y tranquilízate... sigue este camino, porque con el tiempo vas a mejorar». Y tienes que perseverar, luchar cada día, porque en el futuro se va a producir la resurrección.

      Esa esperanza es la que quiere transmitir. Cree que personas como él, que han conocido el sufrimiento, pueden ayudar mucho a otros, porque «saben realmente valorar las cosas». Ahora, para ayudar a la gente –añade– «hay que estar primero bien uno, ayudarnos primero a nosotros mismos, si no, no podemos».

      Recuerdos que no se pueden borrar

      Desde que Rodrigo está en España ha podido retomar un contacto más cotidiano, por teléfono, con su madre y sus hermanos. Sin embargo, aunque han pasado casi quince años de la primera denuncia y ya no está al alcance de la persecución familiar, él sigue ocultando su vida homosexual. «Lo hago, sobre todo, para proteger a mi madre», dice. A ella, desde España, la cuida y la apoya como puede.

      Ella está enferma con un problema de la cabeza. La han tenido que operar dos veces. Tiene grandes dolores. Además, hace unos meses la golpeó un taxi y han tenido también que operarle el pie. Yo para ella siempre he sido todo, su medicamento, su comida. Siempre he tratado de ayudarla. СКАЧАТЬ