Название: E-Pack Se anuncia un romance abril 2021
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413757148
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Flynn se acercó a él.
–Fue un golpe maestro, el tuyo. Irrumpiste de lleno justo después de que despidieran a ese pobre imbécil.
Brock sonrió con sarcasmo.
–¿Pobre imbécil? Exhibicionista, más bien, paseándose por una playa como Dios lo trajo al mundo…
Las risas se elevaron del grupo. Jason se pasó el dedo por el cuello de la camisa. Walter Prentice había desheredado a su nieta porque ésta se negó a casarse con el padre de su hijo. Prentice se regía por un solo lema: la familia lo era todo.
El trabajo era lo único que debería importarle. En Maddox Communications ya lo conocían como «el chico de oro», un título que le había costado mucho conseguir y que estaba dispuesto a conservar a toda costa. La clave era muy simple: trabajo y más trabajo.
En vez de unirse a la empresa publicitaria de su padre, había aceptado una beca del ejército para ir a la universidad. Tras seis años de servicio se había establecido por su cuenta en el mundo de la publicidad, pero mientras trabajaba en Nueva York seguía sintiendo la enorme influencia de su padre. No fue hasta que recibió la oferta de Maddox Communications en San Francisco cuando finalmente pudo escapar de la larga sombra paterna. Ahora, sólidamente asentado en la cima, no iba a permitir de ninguna manera que una tontería cometida cuatro meses antes echara a perder el éxito por el que tanto había luchado.
De repente, supo lo que debía hacer.
En cuanto acabara en aquel bar, tomaría un vuelo nocturno a Nueva York. A la mañana siguiente estaría en la puerta de Lauren Presley y se enfrentaría a la situación cara a cara. Si el bebé era suyo, a ella no le quedaría más remedio que irse a California con él.
De los rumores ya se encargaría cuando presentara a Lauren como su novia y prometida.
El viento helado de enero no invitaba a salir a la calle. Normalmente Lauren se habría quedado en su apartamento como todo el mundo, con unos gruesos calcetines de lana y ocupándose de sus plantas. Pero el frío la ayudaba a aliviar las náuseas, de modo que subió a la azotea para trabajar en el huerto comunitario que ella misma había plantado un par de años antes.
Se arrodilló para estirar el plástico sobre los maceteros del tejado mientras el ruido de los motores y cláxones anunciaba el despertar de la Gran Manzana. En invierno la ciudad era como un cuadro de Andrew Wyeth: una inexpresiva gama de matices blancos, negros, grises y pardos. El hormigón helado le congelaba las piernas a través de los vaqueros, junto a la brisa que soplaba desde East River. Lauren se arrebujó en su abrigo de lana y flexionó los entumecidos dedos en el interior de los guantes de jardinería.
Las sacudidas en el estómago no sólo se las producía el bebé.
Había recibido una llamada histérica de su amiga Stephanie, informándola de que su marido le había enviado a Jason una foto de la fiesta de Año Nuevo celebrada la semana anterior, donde se apreciaba claramente su embarazo.
Y ahora Jason estaba de camino a Nueva York.
Ni el frío ni el trabajo de jardinería bastaron en aquella ocasión para sofocar las náuseas. Todo su mundo se estaba desmoronando. Jason iba a pedirle explicaciones sobre ese bebé que nacería al cabo de cinco meses y del que ella no se había molestado en decirle nada. Y por si fuera poco, su negocio estaba al borde de la ruina.
Se apoyó contra la fuente de hormigón, donde el agua se había congelado en la base y los carámbanos colgaban desde la melena del león de piedra. La semana anterior había descubierto que su contable, Dave, había aprovechado su baja por enfermedad para robarle medio millón de dólares a la empresa. Lo descubrió cuando tuvo que contratar a un contable temporal para que sustituyera a Dave mientras estaba «de vacaciones», y ya nadie, y aun menos las autoridades, albergaba esperanzas de encontrarlo y recuperar el dinero.
Se frotó suavemente la curva del vientre. Era responsable de una vida y ni siquiera sabía cómo manejar la suya. ¿En qué clase de madre iba a convertirse? No era más que una pobre cobarde que se ocultaba de todo y de todos.
Las cosas habían cambiado mucho en los últimos meses. Echaba de menos los colores de la primavera y del verano, pero su ojo artístico aún podía apreciar la crudeza monocromática de un paisaje invernal.
La puerta de la azotea se abrió con un chirrido y una sombra alargada se proyectó sobre Lauren. Supo de quién se trataba incluso antes de girarse. Jason no había tardado en encontrarla, y de todos modos no tenía sentido postergar el inevitable enfrentamiento.
Miró por encima del hombro y se estremeció ante la imagen de Jason, cuya imponente presencia añadía el toque final al destemplado horizonte. El viento agitaba sus oscuros cabellos, ligeramente más largos de lo que ella recordaba, pero el resto de su esbelta figura permanecía completamente inmóvil, tanto por fuera como por dentro.
Volvió la vista al frente y metió las herramientas de jardinería en la bolsa.
–Hola, Jason.
Oyó sus pisadas acercándose, pero él no pronunció palabra.
–Supongo que el portero te habrá dicho que estaba aquí –balbuceó ella, moviendo frenéticamente las manos.
Él se arrodilló a su lado.
–Deberías tener más cuidado –le dijo él.
Ella se apartó ligeramente.
–Y tú no deberías ser tan sigiloso al acercarte a alguien.
–¿Y si no hubiera sido yo quien subiera aquí? Parecías estar en otro mundo.
–Vale, tienes razón. Estaba distraída –confesó.
Se había sumido completamente en sus divagaciones sobre la inminente llegada de Jason, sobre el bebé que estaba en camino y sobre la malversación de fondos de la que había sido víctima. Era demasiado para pretender que estaba lista para enfrentarse al mundo.
Podía oír la reprobación de sus padres y sus críticas por todo lo que hacía. Por todo, menos por estar con alguien como Jason. Era el tipo de hombre que su madre elegiría para ella: sangre azul, buen aspecto y una jugosa cuenta bancaria.
En realidad, cualquier madre estaría encantada de tener a Jason Reagert como yerno. Por desgracia, también era muy testarudo y autoritario, y ella había trabajado muy duro para conseguir una independencia a la que no estaba dispuesta a renunciar. Sería muy arriesgado iniciar una relación con él, y gracias a esa certeza había logrado ignorar durante los últimos meses la atracción que sentía hacia él.
Apretó la bolsa contra el pecho.
–¿Qué haces aquí? Podrías haberme llamado.
–También podrías haberme llamado tú –replicó él, mirándola de arriba abajo–. Anoche hablé con un amigo de Nueva York y me dijo que estabas trabajando desde casa porque no te sentías bien. ¿Qué te ocurre? ¿El bebé está bien?
Con aquella pregunta, natural y espontánea, todas las cartas quedaban sobre la mesa. Sin gritos ni discusiones, como había sido el caso de sus padres antes y después del divorcio. Aun así, СКАЧАТЬ