Название: Hacia una civilización solar
Автор: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Издательство: Bookwire
Жанр: Философия
isbn: 9788412328639
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Es suficiente reflexionar un poco para comprender que el sol está en el origen de todo lo que existe sobre la tierra. Pedidle que os explique cómo ha meditado y trabajado para hacer vivir a los humanos, cómo les ha preparado las condiciones favorables de atmósfera y de temperatura... cómo ha dosificado la luz y el calor para que la vida aparezca. Al principio fueron los vegetales, después los peces, los pájaros, los mamíferos y por fin el hombre. Fue el sol quien lo preparó todo para que naciera una cultura y una civilización. También fue el sol el primer agrónomo ya que de él no sólo depende el reparto de la vegetación, sino también su crecimiento y su desarrollo. Es él quien reparte la miseria o la riqueza, el hambre o la abundancia.
Cuando llegué a Francia en 1937, dije que en el futuro la humanidad no utilizaría ni madera, ni carbón, ni petróleo para producir energía, sino solamente los rayos del sol. Evidentemente en esta época no se me creía, pero ahora se empieza a darme la razón, pues cada vez nos damos más cuenta de que las fuentes de energía que se utilizan actualmente dentro de poco estarán agotadas, y nos veremos obligados a utilizar energías de naturaleza más sutil, que son inagotables. En el futuro nos alumbraremos, nos calentaremos y viajaremos con energía solar... E incluso nos alimentaremos con la luz del sol.
Sin la vida del sol los hombres no hubieran podido existir, actuar, ni trabajar nunca. Sin su calor no hubieran podido experimentar sensaciones, sin su luz no hubieran podido ver y no solamente ver, sino comprender, pues la comprensión no es otra cosa que una visión superior en el campo intelectual. En lo que respecta a su calor, suscita todo lo que es del dominio del corazón: los contactos, los intercambios, el amor, la amistad. Está en el origen del matrimonio, de la familia, de la sociedad y de todas las formas de colectividad. Si sois fríos, la gente no os ama, se aleja, pero si sois cálidos, la gente viene a calentarse a vuestro lado y os agradecen este calor. El calor es lo que acerca a los seres, lo que les da la capacidad de sentir, de emocionarse, de maravillarse, de rezar... El calor del sol está pues en el origen de la moral y de la religión.
Seguro que si decís esto a los cristianos, se indignarán, pues no comprenden la importancia del sol: para ellos lo esencial es la misa. Yo les pregunto: “Si el sol no existiera, ¿cómo se diría misa? En la oscuridad y en el frío, ¿quién podría decir misa? ¿dónde encontraríamos el pan y el vino de la comunión?” No quiero desvalorizar la misa, e incluso os diré con franqueza que conozco de este asunto muchas más cosas que la mayoría de los sacerdotes. Han aprendido a decir misa, pero no conocen su sentido profundo y mágico. Yo lo conozco, y por ello siento por la misa un respeto mucho mayor que los propios cristianos. Sin embargo, les pregunto: “Sin el sol, ¿quién diría misa?... Y, ¿quién asistiría a esta misa?” Ved como no reflexionan.
Y si ahora os digo que es la luz del sol la que trabajando en nuestro cuerpo físico nos ha formado los ojos, tampoco me creeréis. Sin embargo, es la verdad, es el sol quien ha creado nuestros ojos. ¿Para qué? Para que la veamos... para crear los órganos de la sensación: el corazón, la boca y sobre todo la piel, el tacto. Hizo que la sensibilidad a la luz se limitase a los ojos, mientras que el calor podría ser sentido en toda la superficie del cuerpo. Ved la diferencia... Es interesante, verdad?
El sol lo dirige todo en el universo; es como un director de orquesta, como un rey en su trono. Cuando toma una decisión, sólo hace una señal y todos los espíritus que ha enviado aquí, a la tierra, o a los otros planetas, se dan prisa en ejecutar sus órdenes: modifican algo en la atmósfera, en las corrientes electromagnéticas, y en consecuencia se producen toda clase de variaciones en los reinos vegetal, animal y humano, en los ámbitos biológico, psicológico, económico y social. Todo lo que ocurre en la tierra lo ordena el sol; las erupciones o las manchas solares no son otra cosa que señales que da a un conjunto de inteligencias jerárquicas, encargadas de ejecutar sus órdenes.
Un día, la ciencia aceptará mis ideas, es imposible que no las acepte. Por eso digo a los sabios: “Abandonad todo lo que estudiáis en los laboratorios y ocupaos del sol. Todo está ahí, en el sol: la salud, la riqueza y la dicha de la humanidad…” Me diréis que algunos astrónomos y físicos estudian el sol... Sí, lo sé, estoy al corriente de las investigaciones que hacen los sabios en todos los países y en particular en los Estados Unidos y en la U.R.S.S. Pero cuando reprocho a la ciencia que no se ocupa del sol, quiero decir que todavía no ha estudiado verdaderamente lo que es la luz solar y sobre todo cómo el hombre puede trabajar con ella, hacerla penetrar dentro de sí para purificarse, reforzarse, regenerarse. Los rayos del sol, que penetran las profundidades de los océanos (lo que permite a algunos peces especialmente equipados para captarlos, difundir luz), pueden también penetrar en nosotros y si sabemos como recibirlos, pueden poner en marcha algunos centros, alumbrar algunas lámparas que existen en nosotros desde la eternidad. Para mí, los rayos del sol son como pequeños vagones llenos de vituallas, es decir de elementos y de energías de donde el hombre puede tomar a voluntad, para su expansión física y psíquica. Todo lo que el hombre necesita está contenido en la luz del sol. Este es un campo inmenso que es necesario explorar...
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