Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso
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СКАЧАТЬ pueden captar lo que un individuo siente verdaderamente, aunque este intente esconderlo por medio de palabras envolventes o justificarlo a través de intrincados razonamientos.

      Ayudarnos a reaccionar de una manera rápida e intuitiva

      El cerebro emplea dos circuitos cerebrales a la hora de reaccionar ante los estímulos que provienen del exterior: uno más certero y preciso, pero más lento, llamado circuito tálamo-neocórtex; y otro más impreciso, pero mucho más rápido, conocido como circuito tálamo-amígdala. Esto no significa que las reacciones emocionales se contrapongan a los razonamientos, sino sencillamente que ofrecen a los individuos la posibilidad de utilizar una doble vía a la hora de tomar decisiones. De hecho, las emociones generan juicios rápidos sobre lo que conviene hacer antes de que el sujeto tenga una conciencia clara de lo que realmente está sucediendo y, por supuesto, antes de que realice un análisis detallado de las posibles alternativas de actuación. En un tiempo muy breve, ofrecen al sujeto un juicio inmediato e intuitivo (corazonada) sobre lo que es conveniente hacer. En determinados casos, especialmente con personas muy analíticas, acostumbradas a realizar interminables y pormenorizados análisis de las ventajas y desventajas a la hora de tomar cualquier tipo de decisión, estos juicios rápidos e intuitivos son una manera saludable de salir del bucle de pensamiento en el que pueden verse atrapados. Muchas decisiones cruciales de nuestra vida como casarse, tener un hijo, elegir una carrera, o aceptar o rechazar un trabajo se han basado en un análisis exhaustivo del cerebro ejecutivo, pero la decisión final ha sido fruto de una corazonada (un juicio intuitivo).

      Posibilitar la comunicación con los demás

      La sede cerebral de las emociones es el sistema límbico o cerebro de los mamíferos. Está situado entre la base del cerebro o cerebro reptiliano, sede de los instintos, y la corteza cerebral o cerebro de los primates.

      Este hecho permite entender la importante función social que las emociones desempeñan entre los mamíferos. Los mamíferos de la misma especie se comunican entre sí utilizando el lenguaje corporal, que es el lenguaje empleado de manera preferente en la expresión de las emociones. En muchas situaciones, el lenguaje no verbal constituye una forma más rápida y efectiva de comunicación que el propio lenguaje verbal. Los seres humanos, en tanto que mamíferos, también usan esta vía de relación con los individuos de su especie y, de hecho, la expresión a través del cuerpo y de la cara constituye una forma de comunicación más universal que el lenguaje verbal.

      Esta necesidad de comunicar con el grupo de manera rápida tiene también un origen evolutivo y de supervivencia. Era imprescindible comunicarse con el grupo para ser más fuertes y estar juntos para defenderse de los posibles depredadores; y era vital comunicarse con el grupo para mejorar, juntos, como cazadores. De ahí que, evolutivamente, las aptitudes sociales se desarrollasen antes que las aptitudes racionales.

      Favorecer el aprendizaje

      Las emociones constituyen una base consistente de aprendizaje: por un lado, ayudan a aprender; por otro lado, ayudan a recordar lo aprendido. Esto se debe a que las emociones actúan como una especie de “pegamento” para conservar el conocimiento recién adquirido. Los conocimientos “fríos”, que no están ligados a ninguna experiencia emocional, son difíciles de recordar. Las vivencias que han estado rodeadas de emociones “fuertes” se graban y se recuperan mejor.

      Si alguien nos dijera una fecha al azar y nos invitara a recordar todo lo acontecido durante ese día, descubriríamos con asombro que apenas recordaríamos casi nada de lo que sucedió. Si esa fecha, por casualidad, coincidiese con nuestro cumpleaños o con el cumpleaños de alguno de nuestros seres más queridos, seríamos capaces de recordar un número mayor de acontecimientos. En el ámbito escolar, es frecuente escuchar a grupos de antiguos alumnos que recuerdan cantidad de anécdotas o aprendizajes de profesores con los que se llevaban especialmente bien o particularmente mal, pero casi ninguno de aquellos que les resultaron indiferentes.

      Por eso es tan importante aprender emocionándose o, dicho de otro modo, conseguir que el aprendizaje no sea un proceso que les resulte indiferente, sino que active sus emociones.

      Mejorar la creatividad

      Está demostrado que tanto la inspiración como la creatividad requieren, en muchas ocasiones, estados de ánimo especiales para que se manifieste todo su potencial. Los artistas saben, en tanto en cuanto son personas creativas, que dejarse guiar por las emociones es un modo práctico de escoger las mejores alternativas que presenta el pensamiento divergente, que es el tipo de pensamiento directamente relacionado con las manifestaciones creativas. Muchos artistas aprovechan aquellas situaciones en las que experimentan determinadas emociones, como euforia o tristeza profunda, para dar rienda suelta a sus habilidades creativas. Otros, incluso, provocan este tipo de reacciones emocionales explosivas con el objetivo de que su creatividad se manifieste en toda su plenitud.

      Cuando el cerebro ejecutivo —el encargado de valorar beneficios y costes de nuestras acciones o incluso de realizar una valoración moral de nuestra conducta— asume el control de nuestros actos, la creatividad se encuentra limitada por el análisis racional al que la somete la corteza prefrontal y, en consecuencia, muchas expresiones artísticas potencialmente creativas ni siquiera salen a la luz. Por el contrario, si un sujeto opta de manera deliberada por dejarse llevar o incluso directamente provoca “explosiones emocionales” que desborden el control del cerebro ejecutivo, es más probable que fluyan expresiones artísticas que manifiesten verdaderamente lo que el artista siente y quiere expresar, con independencia de si estas gustan o no a los demás, reportan o no beneficios, o son consideradas morales o inmorales.

      Inteligencia emocional

      Origen y definición

      Durante varios siglos, la tradición filosófica racionalista contribuyó al hecho de que la comunidad científica considerase que los procesos cognitivos y emocionales constituían dos componentes aislados de la mente humana.

      Sin embargo, en los años ochenta del siglo XX numerosos resultados empíricos mostraron que las emociones influyen no solo en cómo piensan los individuos, sino también en lo que piensan. Estos datos provocaron que la comunidad científica empezara a considerar que las emociones deben ser tenidas muy en cuenta también en el ámbito cognitivo (Lazarus, 1999) y se sentaron las bases para intentar superar el error de relegar la emoción a un segundo plano con respecto a la cognición. A partir de aquí, los hallazgos científicos que avalan estas nuevas premisas se multiplicaron. A modo de ejemplo, podemos citar los descubrimientos asociados al hecho de que los procesos cognitivos y los emocionales también colaboran para que los individuos tomen decisiones precisas y rápidas para adaptarse a un entorno vital en permanente cambio (Damasio, 2001).

      Asimismo, a lo largo de todo el siglo XX, el concepto de inteligencia como algo abstracto y académico evoluciona hacia una concepción mucho más amplia y abierta que incluye nuevos elementos como los factores emocionales. En esta dirección se mueven las dos teorías sobre la inteligencia más influyentes: la teoría triárquica de la inteligencia de Sternberg (1997) y, especialmente, la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner (2011):

      • Por una parte, Robert J. Sternberg ya no habla de una inteligencia única sino de tres aspectos de la misma: componencial, experiencial y contextual. Los aspectos experiencial y contextual implican una inteligencia práctica que se refiere a la forma en que las personas se enfrentan a las tareas novedosas o al ambiente, lo cual lleva aparejados los conceptos de inteligencia exitosa e inteligencia modificable. Además, este autor es uno de los primeros que cae en la cuenta de que los test de inteligencia convencionales no captan la inteligencia contextual y experiencial e intuye que, quizá por eso, este tipo de test no predicen de manera satisfactoria el éxito de las personas en el mundo real.

      • Howard Gardner, por su parte, define la inteligencia como СКАЧАТЬ