Название: Mis cartas a Papelucho
Автор: Marcela Paz
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9789563635706
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¡GRACIAS A DIOS ME SAQUÉ UN 6 en la prueba!
Te lo digo porque espero que te importe. En esta casa les da igual. Ni siquiera preguntan. A una la enhuerfan.
Ahora me siento otra porque tengo un amigo propio que eres tú. Te elegí por dos cosas: porque leo tus libros y porque eres mi vecino.
Yo también escribí un diario un tiempo, pero los “sin respeto” me lo leyeron y se burlaron de mí. Por eso los “desaparecí” y me olvidé de que existen. Fui puramente yo mi única amiga, pero eso me cargó.
¿Qué piensas ser cuando grande?
Yo quiero ser mamá principalmente. Me encantan los niños y voy a tener hartos hijos cuando me case.
Ahora estudio puramente para saber contestarles a mis hijos las preguntas que me hagan al volver del colegio.
Claro que tengo papá y mamá propios. Aunque no tanto, porque son de todos. Me gustaría que fueran más míos y notaran cuando estoy triste o callada.
Mi mamá tiene mucho que hacer (te dije que no hay Domi en esta casa) y cuando llegan los hermanos hay cola para preguntar cosas y contar problemas.
Yo aprovecho para encerrarme en el baño y escribirte. Creen que estoy haciendo tareas y me dicen “la matea”.
Rompe esta carta porque es súper privada.
HOY PASÓ ALGO que me paró los pelos.
Estábamos comiendo y sentí golpear la puerta. Era un golpecito suave, como de niño, y con el enredo de voces, no lo oyeron los demás.
Me levanté a ver y me encontré nada menos que con tu Choclo que traía tu carta entre los dientes.
Ahí se me paró el pelo del susto que otros se dieran cuenta. Tomé tu carta y me la metí por el cogote.
Alguien dijo:
—¿Quién era? —y yo me subí al guindo y me ardieron las orejas. Un bochorno como otros; no contesté y seguí comiendo...
—Algo pasa —dijo el plomo de Esteban—, esta niña ha raspado el plato y está muy colorada...
—Déjala en paz —me defendió la mamá—. Siempre la están molestando, ya sea porque come poco y ahora porque se ha comido todo...
Me dieron ganas de llorar, no de lástima de mí misma, sino porque la mamá me defendía. Y me sentí culpable, como hipócrita, como si tuviera escondido algo mío que ella no sospechaba...
Recogí el plato raspado y besé a toda velocidad a mis viejos. Desaparecí porque sentía ganas de llorar y también porque tu carta me clavaba el cuello y tenía ganas de leerla.
No mandes más al Choclo de mensajero. Me encanta pasar el susto de atravesar la calle y levantar la piedra para sacar tu carta sin que me pillen.
Me gustó tu carta. ¡Eres choro!
Nota: Por favor busca en tu bolsa de basura la mitad de mi composición de Historia... No importa que esté fétida... Yo la copio.
PAPELUCHO:
Recién hoy empiezo a creerte amigo. Pero todavía no te puedo contar mis secretos. Tengo que estar más segura de ti.
Dicen que la verdadera amistad es después de una verdadera pelea. También te diré que eso de hacerme tantas preguntas me cae mal. Como si fueras un poquito intruso y averigüete. Pero de todos modos contestaré lo que tanto te interesa: lo que pienso de ti.
Ahí va:
Me gustas. No sé por qué. A uno le gusta o no le gusta alguien. Así nomás.
Es como tener un arbolito de Navidad. De a poco le vas colgando los farolitos y las estrellas.
Pero no seas tan preguntón. Poco a poco te voy a contar todo. Cuando seamos amigos de verdad.
¡Me sacaron el yeso! Mi pierna quedó flaca y suave y es como de “¡otra!”. No se ajusta al zapato así es que ando en puros calcetines.
Estoy curando a un perro enfermo, grave. ¿Lo quieres cuando sane? Aquí detestan a los perros.
TU HERMANO JAVIER ES HARTO PATUDO de mandarle recado a mi hermana Rosario en tu carta para mí.
¿Sabe él, entonces, que tú y yo nos escribimos?
¡No te lo perdono si se lo has contado! En todo caso rompí tu carta, y dile a él que no nos use como correo. Que venga él mismo a hablar con la Rosario si se atreve...
Subí a la micro detracito tuyo y nos barrieron hasta el fondo. Ni me miraste; prueba de que ni me conoces.
En la apretura del viaje, vi a un mocosito meter la mano en la cartera de una gorda y cerré los ojos para no acusarlo. Los abrí justo cuando ella, con un grito, pescó esa manito y la abrió a la fuerza. Pero no había nada en esa manito sucia... La gorda, además de sus kilos, tenía corazón:
—Eres un ladronzuelo —le dijo por lo bajo—, y debería entregarte a la policía. Alguien te va a castigar duro si lo haces otra vez.
Su cara estaba enojada, pero su mano gorda puso unas monedas en la manito sucia...
Estoy pensando en ser escritora cuando grande. Una mamá tiene tiempo para eso y le sirve también para vaciar las cosas que se le van ocurriendo.
ME PREGUNTAS CUAL ERA YO EN EL MONTÓN que trepó a la micro contigo. ¿Qué sacaría con decirte: la tercera, o la con el chaleco amarrado a la cintura? Las escolares somos todas iguales de uniforme y apenitas distintas de cara.
Ojalá no llegues nunca a la edad de Esteban. Está recién pasando por las espinillas y le asoma un bigote medio colorín. También lo asaltan tentaciones de fregar y no las resiste.
—Te estás poniendo bonita —me dijo hoy—. ¿Estás enamorada?
—No СКАЧАТЬ