Название: Profunda atracción - Nuestra noche de pasión
Автор: Catherine Mann
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Ómnibus Deseo
isbn: 9788413751634
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Tenía que descansar y aclarar sus ideas cuanto antes, se dijo Mari. Y, sobre todo, dejar de babear por el seductor olor de aquel hombre.
Rowan estaba sentado delante de su ordenador. Había enviado una copia de toda la información al coronel Salvatore, incluida la nota que habían encontrado con el bebé.
Aunque no sabía cuánto tardarían en tener noticias de los padres de Issa, al menos, se alegraba de haber convencido a Mari de ayudarlo. Su motivación era, en parte egoísta, pues quería pasar más tiempo con ella y conocerla mejor.
Escuchó los pasos de Mari acercándose y su aroma a flores lo invadió. Ella estaba parada a su espalda, leyendo la nota que había digitalizado en la pantalla del ordenador.
–¿Esa mujer ha abandonado a su bebé con un extraño y dice que la quiere?
–No te conmueve su situación, supongo.
–Lo que me conmueve es esta niña y qué pasará con ella si no le encontramos una familia que la cuide.
–Espero que mis contactos tengan información cuanto antes –señaló él. ¿Y si Salvatore tenía noticias al día siguiente? Eso le recordaba que tenía que aprovechar al máximo el tiempo que tenía para estar con Mari–. Hablemos de cómo vamos a cuidar del bebé durante el congreso.
–¿Ahora? –preguntó ella, sorprendida–. Es más de medianoche.
–Tenemos que ocuparnos de cosas, como encargar ropita para bebé o hablar con el servicio de niñera del hotel. Solo quiero concretar los detalles del plan.
Cuando Mari se quedó mirándolo con su rostro angelical y, al mismo tiempo, teñido de preocupación, Rowan tuvo ganas de abrazarla contra su pecho y decirle que él se ocuparía de todo.
En vez de eso, acercó una silla y le indicó que se sentara.
–Aunque vayamos a estar con Issa de forma temporal, necesitamos planificarlo todo bien.
–De acuerdo –aceptó ella–. Yo la traje aquí. Siento que es responsabilidad mía.
Vaya, al parecer, Mari no estaba deseando salir corriendo, caviló él.
–¿Tienes la intención de cuidarla personalmente?
–Puedo contratar a alguien –repuso ella.
–Ah, claro. Eres una princesa con infinitos recursos –bromeó él.
–¿Me estás llamando malcriada? –se defendió.
–Nunca me atrevería a insultarte, princesa.
–Está bien. Cuéntame, entonces, cuál es tu plan.
–Podemos fingir que estamos saliendo y, por lo tanto, vamos a pasar estas vacaciones de Navidad juntos y nos hemos ofrecido a cuidar al bebé. ¿Qué tal suena?
–¿Qué? ¿Crees que la gente va a creer que hemos pasado de ser adversarios profesionales a convertirnos en amantes así, sin más?
Rowan observó cómo a ella se le aceleraba el pulso en el cuello.
–¿Amantes, eh? Me gusta cómo suena eso.
–Tú has dicho…
–He dicho que salimos juntos –la corrigió él–. Pero me gusta más tu plan.
–No es ningún plan –le rebatió ella–. Esto es una locura.
–Es un plan y funcionará. La gente lo creerá. Todo el mundo querrá saber más sobre la bella princesa enamorada que actúa como una buena samaritana en Navidad. Si tienen una verdadera historia llena de humanidad que contar sobre ti, no necesitarán inventarse nada.
Mari abrió mucho los ojos, llena de pánico. Rowan la había presionado todo lo que había podido esa noche. Al día siguiente, tendría más tiempo para seguir intentándolo.
–Es hora de irse a la cama –dijo él.
–Esto… –balbució ella, poniéndose en pie–. ¿A la cama?
En sus ojos, Rowan adivinó con satisfacción que ella se los había imaginado a los dos juntos en la cama. Pero era mejor esperar un poco a que estuviera más dispuesta a explorar la atracción que bullía entre ambos.
–Sí, Mari, a la cama. Yo vigilaré al bebé mientras tú duermes esta noche y, si te parece bien, mañana podemos alternar el turno de noche.
Ella parpadeó, perpleja.
–Ya. ¿Pero estás seguro de que podrás ocuparte del bebé por la noche y estar bien despierto para asistir a las conferencias durante el día?
–Soy médico. He empalmado turnos de noche y de día en el hospital muchas veces. Estaré bien.
–Claro. Entonces, llamaré a recepción para cambiarme a una suite más grande, para tener sitio suficiente para el bebé y la niñera que la cuide durante el día.
–No es necesario. Esta suite es lo bastante grande para todos.
–¿Cómo has dicho? –preguntó ella con la boca abierta.
–He dicho que es lo bastante grande para todos –repitió él con calma, mirándola a los ojos–. Si vamos a cuidar del bebé, debemos estar juntos. Ya he pedido al conserje que recojan tus cosas y las traigan aquí.
Mari empezó a respirar más deprisa, mientras las deliciosas curvas de sus pechos subían y bajaban bajo la blusa.
–Veo que has hecho planes por tu cuenta.
–A veces, adelantarse a los acontecimientos es lo mejor –repuso él. Si no, nunca habría tenido la oportunidad de compartir tiempo con ella, pensó–. Un botones traerá tu equipaje enseguida, junto con más ropa para el bebé.
–¿Aquí? ¿Los dos… los tres… en una suite? –balbució Mari.
Sintiéndose victorioso, Rowan se percató de que ella no se había negado.
–Hay mucho sitio. Tú puedes tener tu propia habitación, a menos que quieras dormir en la mía –dijo él con una sonrisa–. Para que lo sepas, a mí no me importaría.
Capítulo Cuatro
Mientras se abotonaba la chaqueta al día siguiente, Mari no podía creer que hubiera pasado la noche en la suite del doctor Rowan Boothe, aunque en otra habitación, por supuesto. Él se había ocupado del bebé durante la noche.
Se recogió el pelo en un moño. Su aspecto seguía siendo el de una académica no demasiado cuidada. Contra todo pronóstico, había dormido mejor que nunca.
Pronto, el mundo lo sabría. Las cámaras comenzarían a perseguirla y los periodistas hambrientos tratarían de indagar en los detalles. СКАЧАТЬ