Un amante difícil. Emma Richmond
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Название: Un amante difícil

Автор: Emma Richmond

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Jazmín

isbn: 9788413751481

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СКАЧАТЬ en su trabajo no oyó que la puerta se abría, y cuando Sam Turner le preguntó qué estaba haciendo allí, se sobresaltó tanto que perdió el equilibrio.

      Unas fuertes manos le rodearon la cintura, ayudándola a bajar. No la soltó; sino que se la quedó mirando fijamente.

      –Ha vuelto antes de tiempo –lo acusó Abby, sin aliento.

      –No tenía apetito –contestó sencillamente–. Bueno, ¿qué es lo que estaba haciendo?

      –Buscando un tesoro escondido –respondió, irónica.

      –¿Ha encontrado alguno?

      –No.

      –No, claro –esbozó una lenta y deliciosa sonrisa, comprendiendo el alcance de su comentario–. Su madre me dijo que era usted muy inteligente.

      Abby pensó que su madre hablaba demasiado.

      –Una mujer de hielo, siempre tan controlada… con una voz sedosa que podría poner de rodillas a un hombre.

      –Pero no a usted –replicó ella.

      –No, no a mí –con los ojos fijos en los suyos, le preguntó tuteándola de repente–. ¿Eres realmente tan fría, Abby?

      Iba a besarla, pensó aterrada. O casi aterrada. Pero no forcejeó para liberarse, ni hizo ninguna de las cosas que habría sido de esperar que hiciera. De hecho, hizo justamente lo contrario. Posando la mirada en sus labios, sin poder evitarlo, lo besó… y la invadió una enorme oleada de emoción. Nada en toda su vida la había preparado para ese momento. Nada.

      –No soy fría –musitó desorientada, sin comprender lo que estaba diciendo–. Lo quiero todo.

      Y todo fue lo que estuvo a punto de conseguir. El beso que le dio Sam Turner fue sencillamente abrasador. No fue delicado; tampoco había pretendido serlo. Pero su intensidad y maestría la dejaron sin aliento. Era un beso que recordaría durante el resto de su vida. Podía sentir el latido de su corazón contra el suyo, la fuerza de sus brazos, el contacto de sus muslos llenándola de un creciente anhelo…

      Hasta que de repente se apartó. La agarraba con fuerza de los hombros, clavándole los dedos en su piel. A Abby la impresionó ver que aquellos ojos del color de un cielo de verano la miraban, sorprendentemente, con una violenta furia.

      –¿Sam? –susurró alarmada.

      –No –negó, colérico.

      Sin comprender nada, con su cuerpo reclamando, necesitando más, fija la mirada desesperada en sus ojos, empezó a deslizar las manos por su cálido pecho.

      –¡Abby!

      Con un pequeño estremecimiento, volvió la cabeza y vio a su madre contemplándola asombrada desde el umbral.

      –¿Qué diablos estás haciendo? –le preguntó con tono escandalizado–. ¡Pero si estás comprometida!

      –¿Comprometida? –inquirió mareada.

      –¡Sí! ¿Dónde está tu anillo?

      –Me lo quité. Sam y yo…

      –No –la interrumpió él, apartándose y rompiendo todo contacto con ella–. No –repitió.

      –¿Sam? –confundida, consternada, Abby extendió una mano hacia él.

      Sam la ignoró. Y después de recoger su maletín del escritorio, salió de la habitación.

      –¡Sam! –habría corrido en su busca, pero su madre la detuvo.

      –Sabía que ese hombre te daría problemas. ¡Lo sabía! No debí haberte dejado sola con él. ¡No puedes ir tras él!

      –Sí, tengo que… –interrumpiéndose, miró fijamente la puerta cerrada y luego otra vez a su madre–. ¿Por qué se ha puesto tan furioso? –susurró.

      –Lo estabas besando –exclamó su madre.

      –Sí –«y él me besó a mí», añadió en silencio.

      –Él no es lo que yo deseo para ti –sollozó desesperada su madre–. Peter…

      –Ahora no, mamá –la interrumpió Abby, distraí-da–. Te subiré la maleta…

      Agarrando la maleta de su madre, subió corriendo las escaleras. La tiró sobre la cama y permaneció de pie, con la mirada vacía. «¿Por qué?», se preguntó. ¿Por qué Sam se había puesto tan furioso?

      Necesitando estar a solas durante unos minutos, incapaz de enfrentarse a su madre, se acercó a la ventana. ¿Por qué? Pero Sam regresaría. Por supuesto que regresaría. Cerró los ojos para revivir el preciso momento en que la besó. Aún podía sentir en sus labios la urgencia, la necesidad… Y si su madre no hubiera aparecido en aquel preciso momento, ¿se habría marchado Sam de todas maneras? No lo comprendía. ¿Se había marchado porque pensaba que estaba comprometida? Bueno, podría hablar con él al día siguiente, explicárselo…

      –¿Abby? –su madre la llamó desde las escaleras.

      –Voy –respondió de manera automática.

      Bajó al piso inferior y se reunió con su madre en la cocina.

      –He preparado un té.

      –Sí, gracias.

      –Abby…

      –¿Qué tal tu viaje? –se apresuró a preguntarle para evitar toda pregunta respecto a Sam.

      –Lleno de incidentes –suspiró. Con expresión preocupada, miró a su hija–. No te líes con él, Abby –le suplicó–. No es de confianza.

      –¿Que no es de confianza?

      –Exacto. Conocí a alguien así una vez. Todo energía y pasión. Pero no duró. Peter es el único hombre que te conviene.

      –No –negó Abby–. No lo es.

      –¡Pero tú no conoces a ese hombre!

      –No, pero quiero conocerlo –admitió en voz baja–. ¿Qué tal estaba Lena?

      –Bien –llevó los tes a la mesa, tomó asiento y esperó a que Abby se sentara frente a ella–. Cree que debería vender la casa.

      –¿Y?

      –Y yo lo creo también. Oh, Abby –exclamó cansada–. Yo creía que tu futuro estaba asegurado. Me alegré tanto cuando te comprometiste…

      –No lo quiero –repuso Abby.

      –¡Pero no puedes amar a Sam! ¡Si apenas lo conoces!

      –No. ¿Y qué pasó con ese hombre del que te enamoraste?

      –Se fue con otra –respondió, ruborizada–. Hace mucho tiempo de eso.

      –¿Pero СКАЧАТЬ