Penélope, ¿pececilla o tiburón?. Lorraine Cocó
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Название: Penélope, ¿pececilla o tiburón?

Автор: Lorraine Cocó

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: HQÑ

isbn: 9788413751900

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СКАЧАТЬ todo tu tiempo a este trabajo. Apenas tienes tiempo de quedar con tus amigos. Y de citas, ni hablamos. Debes tener… —Se detuvo antes de nombrar la parte de su anatomía a la que se refería y la sustituyó en su mente—… «eso» tan cerrado, que el siguiente que intente penetrarte necesitará un martillo percutor.

      Penélope levantó la cabeza del escritorio con la mirada entornada dispuesta a fulminar a su amiga que, en lugar de ayudarla entendiendo sus preocupaciones y angustia, la estaba sacando de quicio. Pero lo único que consiguió fue que Zola, al advertir que se le había quedado una nota adhesiva pegada en la piel, prorrumpiese en carcajadas. Se llevó la mano a la frente y con una mueca se quitó el papel color fucsia, para terminar riendo con ella. Mientras lo hacía, desvió la mirada hacia el contenido de la nota, que recordaba haber escrito hacía unos días, tras leer un artículo online, de la sección de Cultura de un periódico local.

      Dejó de reír inmediatamente. Y durante varios segundos se quedó mirando aquel pedazo de papel de color fluorescente, como si fuera una señal divina.

      —¿Qué pasa? —le preguntó Zola bajando la intensidad de sus risas, sorprendida.

      —Frank Beckett —dijo ella sin apartar la mirada de la nota con tono embelesado.

      —¿Tiene que sonarme?

      —Si escuchas la mitad de lo que te digo, sí. Te he hablado miles de veces de él. Es ese autor de ciencia ficción tan brillante como para hacerme pasar noches enteras en vela devorando sus libros, aunque sintiese que se me iban a deshacer los ojos del cansancio.

      —Dame alguna pista más.

      —No puedo creer que no lo recuerdes. Te estuve contando la trama de su última serie; una distopía futurista de acción trepidante con una narrativa hipnótica y oscura. El sentido lírico de la tragedia de sus personajes los convierte en perturbadores y adictivos…

      —Vale, vale… Que te pone Verraca.

      Penélope alzó una perfecta ceja pelirroja, tras despertar de su momento de ensoñación mientras describía las bondades de su escritor favorito.

      —¿Verraca?

      —Cachonda, lujuriosa, libidinosa, lasciva… Que te pone como una moto, que te vuelve obscena, guarrilla…

      Penélope se tapó los oídos inmediatamente. Bufó, puso los ojos en blanco y empezó a contar mentalmente hasta veinte. Cuando vio que los labios de su amiga se detenían, se destapó los oídos.

      —No me pone nada, solo me parece admirable. Tiene una de las mejores mentes para la ficción que he visto en mi vida.

      —¿Y está bueno?

      —¿Has oído que he dicho que tiene una de las mentes más brillantes?

      Zola no le contestó, pues ya, móvil en mano, lo buscaba en internet. No tardó ni un segundo en silbar, como lo habría hecho el más basto de los trabajadores de una obra. Su amiga empezó a abanicarse, mordiéndose el labio inferior, mientras pasaba una tras otra las imágenes que encontró del escritor.

      —¡Por Dios! ¿Este tío es de verdad?

      Era real, Penélope sabía que era real. Y estaba de acuerdo con su amiga en que era sumamente atractivo, aunque ella no fuera su más fiel adepta llevada por sus encantos físicos. Le había dicho la verdad, admiraba su maravillosa mente, su sagacidad, su capacidad para crear mundos en los que ella desearía vivir para siempre.

      No estaba ciega.

      La primera vez que lo vio en la solapa de un ejemplar en tapa dura de su primer éxito, había pasado más de diez minutos con la mirada clavada en la suya, como si a través de la foto aquel hombre la hubiese hipnotizado con su mirada azul, su sonrisa ladeada, y la onda sexi que hacía su cabello rubio al caer sobre la frente. Por experiencia sabía lo producidas que estaban esas fotos, que intentaban proyectar una imagen apabullante de éxito, pero a ese hombre no le hacía falta. Descalzo, con el cabello revuelto, un suéter blanco y fino y un pantalón vaquero y desgastado, era… Al recordarlo, sacudió la cabeza con tanta energía que las ondas de su cabello cobrizo azotaron sus mejillas. No debía pensar en eso. Y mucho menos después de que en su mente se trazasen las primeras ideas para un plan que podría salvar su trabajo y el inicio de su futura carrera como agente literaria.

      —Créeme, es auténtico. Pero eso no es lo más importante. Hace meses que se rumorea que está sin representación, tras algunos problemas con la agencia anterior. Es solo un rumor… Y no suelo dar crédito a ese tipo de información, pero va a estar en la ciudad esta noche para un encuentro con seguidores de su club de fans. Ha sido una noticia de última hora. Participará de manera frugal en el macroevento que se desarrolla hoy en Lockeford Street y después para sus más acérrimos seguidores, a puerta cerrada, habrá un meet and greet, sin prensa, entrevistas, o cualquier posibilidad de mantener una reunión exclusiva con él.

      —¿Y entonces? ¿Cómo piensas hacerlo?

      —No lo sé —repuso levantándose para comenzar a caminar por el despacho, frotándose la barbilla, concentrada.

      Había intentado varias veces hablar con la asistente personal del escritor para concertar una reunión con él y hacerle una propuesta, pero esta, más parecida a un bulldog que a una ayudante, se había mostrado impenetrable. Frank Beckett tenía fama de reservado e inaccesible y eso alimentaba el misterio en torno a su figura. Concedía contadas entrevistas a los medios, siempre dentro del calendario de firmas y promoción, pero no accedía a alimentar a la prensa amarilla ni foros de cotilleo. Durante sus periodos de encierro creativo, como él mismo lo llamaba, desaparecía por completo, como si se lo tragara la tierra. Y eso era lo que estaba a punto de pasar, pues aquel encuentro era el último que habían publicado en redes como parte de la promoción de la última entrega de su serie distópica. Si no lograba colarse y hablar con él, no volvería a tener oportunidad de hacerlo hasta seis meses más tarde. Y entonces, con total seguridad, sería demasiado tarde para ella, que ya se habría quedado sin trabajo.

      Detuvo sus pasos en mitad del despacho, mirando a su amiga sin ni siquiera creer que estuviese a punto de pronunciar sus siguientes palabras, pero la desesperación hablaba por ella. Y antes de permitirse pensarlo un segundo más, dijo:

      —Voy a necesitar que me ayudes. Y… un par de pelucas.

      Capítulo 2

      —Aún no puedo creer que te hayas vestido de esta guisa cuando te negaste en Halloween a que lo hiciéramos de trekkies.

      —Era una frikada —protestó Penélope con una mueca.

      —Claro, claro, ¿y esto no lo es?

      Su amiga las señaló a ambas y a sus uniformes azul brillante, sus botas altas negras y las pelucas cortas de cabello blanco, como la nieve, que de milagro habían conseguido encontrar en la última de las ocho tiendas de disfraces que habían recorrido con desesperación esa tarde.

      —Si consideramos que el grado de vergüenza de presentarse en público con estas pintas es directamente proporcional a tus ganas de conseguir a ese tipo como cliente, tu nivel de ansia ha alcanzado cotas que no te había visto jamás —le dijo Zola elevando una mano, y pegando un tirón a su peluca se la colocó derecha.

      Ella, al mismo tiempo, estiraba la escueta falda azul del uniforme СКАЧАТЬ