Educar para ser. Francisco Riquelme Mellado
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СКАЧАТЬ reto pendiente en educación

      Un espíritu libre no debe aprender como esclavo.

      Roberto Rosellini

      Desde nuestra presencia, los docentes podemos construir un espacio de potencialidad para la regeneración, sanación y transformación de la educación y de todos los integrantes de la comunidad educativa, empezando por nosotros mismos.

      Una educación para ser solo puede ser posible desde la construcción de un necesario vínculo a través de una presencia docente que encarne la resonancia del ser. Y solo desde esa mirada apreciativa, respetuosa y comprometida es posible acompañar a la delicada naturaleza de un niño, de un joven, de una persona, para que resuene con esa misma actitud (los alumnos nos aprenden), para encontrar su propio camino hacia su única y especial singularidad interna.

      Detrás del establecimiento de las relaciones entre docente y discente está ese vínculo afectivo entre personas que deja una huella en el alma; esa que queda desde el respeto, la confianza y el cariño. Pues solo desde el amor podemos reconocer al otro y respetar su singularidad, confiando en él e inspirándolo para creer en sí mismo y lograr ser.

      Lo que nos enriquece no es la uniformidad, sino la diversidad. Y hemos de incluirla en la educación. En el jardín de la diversidad hay sitio para todas las plantas y árboles, para todas las semillas, pues, en esa interdependencia positiva todos se enriquecen de las valiosas aportaciones de cada especie. En un jardín así hay abundancia de frutos y flores. ¿Podemos ver esa abundancia en nuestra enorme diversidad humana? Hay un largo camino que recorrer como seres que anhelamos llegar a ser realmente humanos. Y ese es nuestro camino, el camino de todos. Los hijos de los hombres van a la escuela en todas las culturas y países. La educación tiene la oportunidad de ser factor de transformación o de perpetuar modelos que la actual crisis está convirtiendo en anacrónicos.

      Cuando el corazón del docente late con la semilla de su ser permite que sus alumnos, hijos temporales con los que la vida le provee, encuentren sus propios latidos resonando con el ser. Una humanidad que late desde el ser es una humanidad transformada, trascendida.

      Una educación para ser no es un método ni un abordaje pedagógico. Es una mirada transformadora a la educación que aporta un paradigma, más que nuevo, recuperado y actualizado desde lo que de verdad importa, desde lo nuclear como personas. Educar para ser es encontrarse con lo esencial. ¿Y qué es eso?, ¿qué es lo realmente importante para las personas? Vivir gozosamente desde lo que somos en esencia, siendo fieles a nosotros mismos.

      Los padres se preocupan por sus hijos, se enfadan con ellos, y les explican que todo es “por su bien”. Sin embargo, los niños sienten que están siendo violentados en su naturaleza esencial. La crianza no debe parecerse tanto al adiestramiento de un animal sino más al amoroso ejercicio de respetar y cuidar la excepcional belleza de valor incalculable que porta en sí cada ser humano. Y eso no está reñido con el establecimiento de los necesarios límites amorosos. No solemos ver esa belleza porque nuestra mirada se ha deformado y porque, no encontrando el cuidado que nuestra singularidad merece, solemos esconderla debajo de muchas capas defensivas.

      Para transformar la educación hay que transformar al docente. Y para ello hay que trascender una manera de hacer y, sobre todo de ser, abriendo nuevos espacios de conciencia en los que sea posible encontrar nuevas posibilidades, para crear esa educación que dé alas a nuestros niños y jóvenes para ser lo que están llamados a ser: creadores de futuro, transformadores de nuestro mundo.

      El reto de una educación para ser es que todo empieza en la transformación del educador. Ese es el reto; no que el docente se forme, sino que se transforme. En los próximos capítulos se aportan diversos enfoques que pueden formar parte de esa paleta de colores metodológica de educar para ser, cuyo principio es resonar en lo esencial.

      El mundo necesita docentes que amen lo que hacen, pues solo ellos pueden convocar la voluntad, que es impulso para querer y acción para transformar.

      Si algo de este capítulo te ha conmovido, es que también forma parte de ti, de tu naturaleza. Deja que resuene en tu interior y te inspire.

      Todas las cosas que merecen la pena necesitan dedicación.

      Riega tu semilla y crece cada día.

      Gracias.

      Deja que las personas vivan en tu corazón. Caben tantas como tú quieras.

       Kanamori, maestro de Educación Primaria en Japón

      Decálogo abierto de una educación para ser

      1. La educación para ser es ir más allá de la cognición y el conocimiento (la necesaria instrucción) para abordar complementariamente el desarrollo de las habilidades soft, o blandas, (mal llamadas “no cognitivas”), y que se aplican en lo que hoy día se conocen como “capacidades directivas”. Dentro de ellas intervienen factores emocionales y psicológicos, como los conocidos dentro de la inteligencia emocional y los valores o fortalezas humanas (referidas, por ejemplo, en la psicología positiva de Seligman).

      2. Educar para ser es educar para la vida, superando el academicismo impráctico y saliendo de las paredes del aula para encontrarse con la sociedad y vivir experiencias de aprendizaje que aporten valor y significado, conectadas con los intereses de los alumnos.

      3. Educar para ser es educar de manera integral e integrada todos los aspectos del ser humano en su totalidad (holísticamente): horizontalmente, hemisferio derecho e izquierdo; verticalmente: cerebro reptiliano (instintos e impulsos, cuerpo), cerebro emocional y neocórtex (intelecto, razonamiento, lógica); y transversalmente: la mente con el corazón y el cuerpo (ese gran olvidado de la educación formal).

      4. Educar para ser es permitir el habitarse por dentro, escucharse, conocerse, conectarse: pasar del hacer al estar y al ser, pasar de la neurosis a la integración y la felicidad (metacognición, autoconocimiento, autoconciencia).

      5. Educar para ser es descubrir, comprender y vivenciar que, además de un aspecto adaptativo, que es la personalidad externa, hay un núcleo más profundo, una esencia, en la que reside una enorme potencialidad, una inteligencia singular y una manera de saber y ser en plenitud. Se trata de educar para integrar ego y ser.

      6. Educar para ser es acompañar en el desarrollo de un sentido y en el encuentro de un propósito profundo del ser humano, para una vida plena compartida desde la propia identidad, valores y talentos.

      7. En la dimensión personal, educar para ser es integridad. En la dimensión social, educar para ser es inclusión y sentido del bien común.

      8. Educar para ser es acompañar respetuosamente en la máxima aspiración de la autorrealización personal en cuanto seres sociales: la de aportar valor a los demás. El ser humano se construye en la relación con los otros. Su propio desarrollo depende de esas relaciones, basadas en la cooperación y el sentido del servicio.

      9. Educar para ser es reconocer, valorar y aplicar la capacidad que tiene la educación para transformar el mundo.

      10. Educar para ser nos lleva al sentido último de la educación, al ¿para qué? (con mayúsculas) y, por tanto, también al sentido último de quiénes somos como seres humanos.

      Bibliografía

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