Un compromiso anunciado. Кэрол Мортимер
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Название: Un compromiso anunciado

Автор: Кэрол Мортимер

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Jazmín

isbn: 9788413488790

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СКАЧАТЬ él no dejó de mirarla de aquel modo tan especial, como si entendiera lo que ella estaba sintiendo.

      –Debías de tener una biblioteca considerable –le dijo mientras metía los libros en bolsas; algunos de ellos también los tenía ella en la biblioteca de casa.

      –¡Y tú pensando que no sabía leer!

      –Ya estás diciendo tonterías otra vez –alzó la cabeza y lo miró con sus tranquilos ojos grises, más tranquila sabiendo que él estaba a punto de marcharse–. Soy consciente de que has escrito varios libros.

      Torció la boca con gesto burlón.

      –Apuesto a que aquí no hay ninguno de ellos –miró a su alrededor de forma harto significativa. Ella se puso tensa como reacción a su burla deliberada.

      –Tenemos, por supuesto, libros de viajes…

      –Pero no de Griffin Sinclair –dijo con certeza–. Tu padre no me quería más que yo a él.

      –Te he dicho que tengo intención de introducir algunos cambios –contestó bruscamente–. Y los libros escritos por personajes conocidos de la televisión serán seguramente éxitos de venta –añadió para pincharlo.

      –¡Qué graciosa! –Griffin hizo una mueca mientras agarraba una bolsa de libros con cada mano–. Te veré dentro de cuatro semanas –fue hacia la puerta de la tienda–. La boda es a las tres de la tarde, así que iré a buscarte a tu casa sobre las dos.

      Entonces lo acompañaría a la boda de su hermana, sería su acompañante…

      –Ah, Izzy… –se detuvo ante la puerta.

      Ella lo miró con recelo.

      –¿Sí?

      Sonrió al notar su mala gana.

      –No te vistas de negro, ¿de acuerdo? Para empezar, no es el color apropiado para una boda –continuó antes de que ella pudiera decir nada–. Y, además –añadió en tono burlón–, no te queda bien.

      Cuando Griffin salió, Dora se volvió a sentar despacio. Griffin Sinclair, decidió, era el hombre más escandaloso que había tenido la desgracia de conocer.

      Pero qué extraño que la señora mayor lo hubiera comparado con un pirata contemporáneo, porque cuando Dora lo conoció, también a ella le había parecido un hombre de otro tiempo.

      Claro que, el lugar había contribuido a crear esa ilusión. O al menos esa fue la excusa que se dio a sí misma para explicar su comportamiento. Fuera cual fuera la razón, se había dejado hechizar. Al menos durante un breve período de tiempo…

      Capítulo 2

      EL POSIBLE vendedor, un hombre que poseía un libro que su padre quería comprar, le había parecido por teléfono un tipo bastante excéntrico; pero cuando Dora vio el hotel de Devon que le había recomendado para que pasara la noche, supo que aquella visita de negocios iba a ser memorable.

      Al cruzar las enormes puertas de roble del vestíbulo, sintió como si hubiera entrado en otra época. La minuciosa restauración le había devuelto a Dungelly Court su antiguo esplendor, al menos eso decía el folleto que había leído al entrar. Cuadros antiguos y tapices adornaban las paredes, pintadas en un color morado oscuro, de donde además colgaban ornamentales espejos. En las dos habitaciones que daban al vestíbulo había sendas y enormes chimeneas que, al estar encendidas, creaban un ambiente acogedor.

      El lugar era ciertamente surrealista.

      –Dentro de un momento vendrá alguien a atenderla.

      A Dora estuvo a punto de caérsele la bolsa de viaje que llevaba en la mano al oír aquella voz de hombre, profunda y bien modulada. Miró con cautela hacia la habitación que había a la derecha de la puerta principal, pensando que estaba desierta.

      De pie junto a la chimenea había un hombre vestido de negro; tan solo el tono dorado de sus largos cabellos aliviaba en cierto modo la oscuridad de su atuendo. Dora no sabía de dónde había salido, pero estaba segura de que, al mirar hacia la habitación momentos antes, no estaba allí.

      Lo miró con inquietud.

      –¿Dónde están los demás huéspedes? –preguntó Dora con voz apagada.

      Y no era para menos. No solo había retrocedido en el tiempo, sino que lo había hecho con aquel gigante rubio que la miraba con esos ojos verdes de mirada serena.

      –No sabría decirle –el hombre se encogió de hombros, quitándole importancia–. ¿Ha reservado habitación? No parece que tengan demasiados huéspedes en estos momentos, con lo cual no importará si no lo ha hecho, pero…

      –La reservé –se apresuró a decir Dora–. Soy la señorita Baxter.

      El hombre se fue tras el mostrador y hojeó el enorme libro encuadernado en cuero rojo que yacía abierto sobre la mesa.

      –Sí –asintió con la cabeza–. Señorita I. Baxter –alzó la cabeza y la miró con esos ojos tan persuasivos–. ¿La I es inicial de qué nombre?

      –Isadora –reconoció de mala gana–. Pero mi familia siempre me ha llamado…

      –Izzy –añadió el hombre con satisfacción mientras salía de detrás del mostrador, saboreando aquel nombre al pronunciarlo–. Me gusta –asintió, ladeó la cabeza y la miró pensativo–. Le va bien –murmuró finalmente.

      Menos mal, porque sin darse cuenta Dora había estado aguantando la respiración hasta escuchar su comentario siguiente. Nadie la había llamado nunca Izzy… Siempre había sido Isadora si sus padres estaban disgustados con ella, y Dora si no lo estaban. Pero, cosa rara, sintió que le gustaba el apelativo de Izzy. La hacía sentirse distinta, más en sintonía con el carácter surrealista de aquella posada campestre.

      –Griffin Sinclair –Dora le tendió la mano y él la estrechó con firmeza–. Mi madre me llamó así en recuerdo de su tío menos favorito –añadió como explicación, al tiempo que hacía una mueca–. El que menos le gustaba, pero el que más dinero tenía –añadió en tono seco–. ¿Le traigo algo de beber mientras espera? –le ofreció.

      –Lo siento mucho –Dora le sonrió–. No pensaba que trabajaba aquí.

      –No lo hago –le aseguró alegremente–. Yo también soy un huésped, pero me encantaría traerle algo de beber.

      Dora frunció el entrecejo. ¡Qué hombre más peculiar! Pero desde luego no le hacía falta tomar nada; de hecho ya se sentía ligeramente mareada, como si hubiera bebido.

      –Esperaré y tomaré un café después, gracias –contestó algo aturdida mientras miraba a su alrededor–. ¿No le parece algo… extraño que no haya nadie aquí en recepción? –murmuró.

      –Es parte del encanto del hostal –Griffin se encogió de hombros de nuevo y se sentó en uno de los taburetes que había delante del mostrador–. Descubrirá que eso es algo que sobra en este lugar –añadió con satisfacción–. Incluso hay un pasadizo secreto que lleva directamente СКАЧАТЬ