Bushido. Inazo Nitobe
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Название: Bushido

Автор: Inazo Nitobe

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Artes Marciales

isbn: 9788499102351

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       XVII. El futuro del Bushido

       A mi amado tío Tokitshi Ota,quien me enseñó a reverenciar el pasadoy a admirar las gestas de los samuráis,dedico este libro

      PRÓLOGO DEL EDITOR

      Este atractivo pequeño libro que explica el “alma de Japón” ha obtenido una aceptación y una respuesta remarcables desde que fue publicado por primera vez en 1905. Hoy en día la demanda es tan elevada como siempre a pesar de la “occidentalización” de Japón.

      Posiblemente, la razón principal de dicha demanda sea que el libro respondió, y sigue respondiendo, tanto a los japoneses como a los occidentales, a la pregunta de por qué algunas ideas y costumbres siguen estando vigentes en Japón.

      El Bushido se ha definido de muy variadas formas, pero parece que la definición más generalmente aceptada es que es el código no escrito de las leyes que regían las vidas y conducta de la clase guerrera de Japón, equivalente en muchas formas a la caballería europea.

      Los caballeros y nobles del Japón feudal eran los samuráis, servidores del daimio o señor. Así, el Bushido era el código de conducta de los samuráis, la clase guerrera aristocrática que surgió durante las guerras del siglo XII entre los clanes Taira y Minamoto y que alcanzó una gloriosa realización en el período Tokugawa.

      Los samuráis cultivaban las virtudes marciales, y eran indiferentes a la muerte y al dolor en el cumplimiento de su lealtad a sus señores. Los samuráis tenían el privilegio de llevar dos espadas, que constituían el “alma del samurái”, según Nitobe.

      Bushido presenta la causa de Japón en términos simples pero muy sinceros y comprensibles. El autor ilustra los puntos que presenta con ejemplos paralelos de la historia y la literatura europeas. Finalmente y ante todo, cree en la ley escrita en el corazón. Este libro fue originalmente publicado en 1905 por G. P. Putnam´s Sons, Nueva York.

      PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN

      Hace unos diez años, mientras pasaba unos días bajo el hospitalario techo del distinguido jurista belga el finado M. de Laveleye, durante uno de nuestros paseos nuestra conversación se dirigió hacia el tema de la religión. “¿Quiere decir”, preguntó el venerable profesor, “que no imparten instrucción religiosa en sus escuelas?” Al responderle negativamente, se detuvo súbitamente sorprendido, y con una voz que no olvidaré repitió “¡No enseñan religión! ¿Cómo imparten la educación moral?” En ese momento, la pregunta me desconcertó. No podía dar una respuesta rápida, pues los preceptos morales que aprendí en los días de mi infancia no se enseñaban en las escuelas y hasta que no comencé a analizar los diferentes elementos que conformaban mi noción de lo correcto y lo incorrecto no me di cuenta de que era el Bushido el que los infundía en mí.

      La creación de este pequeño libro se debe a las frecuentes preguntas hechas por mi esposa acerca de los motivos por los que algunas ideas y costumbres prevalecen en Japón.

      En mis intentos por dar respuestas satisfactorias a M. de Laveleye y a mi esposa, hallé que sin la comprensión del feudalismo y el Bushido las ideas morales del Japón actual son un volumen cerrado.

      Aprovechando un reposo obligado tras una larga enfermedad, puse en el orden ahora presentado al público alguna de las respuestas dadas en nuestras conversaciones domésticas. Fundamentalmente, consisten en aquello que se me enseñó en mis días de juventud, cuando el feudalismo continuaba vigente.

      Teniendo a Lafcadio Hearn y a la Sra. Hugh Fraser por un lado y a Sir Ernest Satow y al profesor Chamberlain por otro, es realmente descorazonador escribir sobre algo japonés en inglés. La única ventaja que tengo sobre ellos es que puedo adoptar la actitud de un acusador particular, mientras que estos distinguidos escritores son, como máximo, abogados y procuradores. A menudo he pensado: “Si tuviera su don para la lengua, ¡presentaría la causa japonesa en términos más elocuentes!” Pero quien habla en un idioma prestado, debería dar gracias si consigue hacerse inteligible.

      A lo largo de todo el discurso, he intentado ilustrar todos los aspectos con ejemplos paralelos de la literatura e historia europeas, en la creencia de que ello ayudaría a acercar el tema a la comprensión de los oyentes extranjeros.

      Si alguna de mis alusiones a temas religiosos y a trabajadores religiosos se considera despreciativa, confío en que mi actitud hacia el Cristianismo no será cuestionada. Es hacia los métodos eclesiásticos y las formas que oscurecen las enseñanzas de Cristo, y no hacia las enseñanzas en sí mismas, que siento poca simpatía. Creo en la religión por Él enseñada y que ha llegado a nosotros a través del Nuevo Testamento, así como en la ley escrita en el corazón. Más aún, creo que Dios hizo un testamento que puede llamarse “antiguo” para todos los pueblos y naciones —gentiles o judíos, cristianos o paganos. Por lo que respecta al resto de mi teología, no debo abusar de la paciencia del público.

      En la conclusión de este prólogo, deseo expresar mi gratitud a mi amiga Anna C. Hartshorne por sus muchas y valiosas sugerencias.

      I. N.

      INTRODUCCIÓN

      A petición de sus editores, a quienes el Dr. Nitobe dejó cierta libertad de acción en relación con el prólogo, me alegra ofrecer algunas palabras de introducción a esta nueva edición de Bushido. He tenido relación con el autor durante quince años, pero, con su tema, durante más de cuarenta y cinco.

      Fue en 1860, en Filadelfia (donde, en 1847, vi el Susquehanna), cuando me reuní con miembros de la embajada de Yedo. Estaba muy impresionado con estos extranjeros, para quienes el Bushido era un código viviente de ideales y costumbres. Más tarde, durante tres años que pasé en el Rutgers College, New Brunswick, N. J., estuve entre jóvenes nipones a quienes enseñé o conocí como estudiantes. Descubrí que el Bushido, acerca del cual hablábamos a menudo, era algo increíblemente atractivo. Tal y como se ve en la vida de estos futuros gobernadores, diplomáticos, educadores y banqueros, sí, incluso en las horas en que más de uno “cayó dormido” en el cementerio Willow Grove, el perfume de la flor más fragante del lejano Japón era muy dulce. Nunca olvidaré cómo el joven samurái moribundo Kusakabe, cuando fue invitado a los más nobles servicios, respondió: “Incluso aunque pudiera conocer a vuestro Maestro, Jesús, no le ofrecería únicamente los desperdicios de una vida.” Así, “en los banquillos del antiguo Raritan”, en atletismo, durante las bromas que se hacían durante la cena al contrastar lo japonés y lo yanqui, y en la discusión acerca de ética e ideales, me sentía muy deseoso de utilizar la “réplica encubierta del misionero” sobre la que una vez escribió mi amigo Charles Dudley Warner. En algunos puntos, los códigos de ética y propiedades diferían, pero más en puntos concretos o tangencialmente que como una ocultación o eclipse. Como escribió su propio poeta —¿fue hace mil años?— cuando al cruzar un páramo las flores cargadas de rocío que rozaba con su ropa dejaban sus gotas brillantes en su brocado: “En homenaje a este perfume, no quitaré esta humedad de mi chaqueta.” Es más, me alegraba salir del sendero trillado, que dicen que difiere de las tumbas sólo por su longitud. Pues, ¿no es la comparación la esencia de la ciencia y la cultura? ¿No es cierto que, en el estudio de idiomas, ética, religión y códigos de costumbres, “el que sólo conoce uno no conoce ninguno”?

      Cuando me llamaron, en 1870, de Japón como educador pionero en la introducción de los métodos y el espíritu del sistema educativo público americano, qué contento estuve de abandonar la capital y, en СКАЧАТЬ