Название: Matrimonio entre amigos
Автор: Betty Neels
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Jazmín
isbn: 9788413751412
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Ella sirvió el té, y él le contó su semana de trabajo mientras se lo bebía y comía varios trozos del bizcocho que ella había horneado. Él pensaba que, dado que ella tenía tan poco que decir, y a pesar de su falta de atractivo, sería una esposa adecuada para él. No se detenía demasiado a pensar en la casa y la herencia que tendría, y que la hacían todavía más adecuada.
Él volvió a subir para despedirse del señor Lightfoot, y cuando bajó la besó en la mejilla y le dijo que haría todo lo posible por volver el fin de semana siguiente.
Serena cerró la puerta tras él y recogió las tazas del té. Gregory no era austero, era un verdadero tacaño. Mientras fregaba pensó en él. No estaba segura cuándo había empezado a mostrar interés por ella, pero su vida era tan aburrida, que se había sentido halagada y dispuesta a gustarle. Al poco tiempo su padre le concedió su aprobación, y cuando sus hermanos lo conocieron, le aseguraron que Gregory sería un marido maravilloso. Ante la perspectiva de una vida propia, ella había estado de acuerdo con ellos.
Pero los años habían pasado y, aunque Gregory hablaba a menudo de cuando estuviesen casados, nunca le había pedido que se casase con él. Honesta y sin malicia, y pensando que todo el mundo era así, Serena ni por un momento había pensado que Gregory estaba esperando a que su padre muriese para convertirse en el dueño de la casa y de su capital. Él no pretendía ser deshonesto, ella tendría todo lo que quisiera, dentro de lo razonable.
Por supuesto, Serena no sabía nada de eso… Aún así empezaban a asaltarle las dudas. Así como otros pensamientos, sobre el desconocido con quien había hablado tan libremente en Barrow Hill. Le había gustado; le había parecido como si le conociese de toda la vida, como si fuese un viejo amigo. Claro que era una tontería, pero su recuerdo seguía en su cabeza.
Su hermano mayor apareció durante la semana. Sus visitas solían ser poco frecuentes, aunque vivía en Yeovil, pero, según decía, era un hombre muy ocupado. En Navidad y en el cumpleaños de su padre iba con su esposa y los dos niños. Visitas obligadas que a nadie agradaban. Se parecía mucho a su padre, y no se llevaban bien. Serena le ofrecía café o té y él le preguntaba cuestiones de dinero, pero nunca le preguntaba si estaba contenta con la vida que llevaba. Y aquella visita fue como las otras.
Tomando una segunda taza de café, Serena dijo:
–Me gustaría tomarme unas vacaciones, Henry.
–¿Unas vacaciones? ¿Para qué? De verdad, Serena, a veces parece que no tienes sentido común. Llevas una vida agradable; tienes amigos en el pueblo y tiempo libre. ¿Y quién va a cuidar de nuestro padre si te vas?
–Podrías pagar a alguien, o tu esposa Alice podría quedarse con él. Dijiste que tenías una niñera maravillosa que se encargaba de los niños.
El color de Henry se intensificó.
–Imposible. Alice tiene que llevar la casa, y una ajetreada vida social. En serio, Serena, no tenía ni idea de que fueses tan egoísta –y añadió–: Y la niñera se ha despedido.
Se marchó, con un austero adiós, dejándola para que subiese a ver por qué su padre la llamaba a gritos.
Unos días después llegó su otro hermano, el mediano. Matthew era una versión moderada de Henry. Tampoco se llevaba bien con su padre, pero era más tolerante con el mal genio del señor Lightfoot aunque sólo hacía las mismas visitas obligadas. Iba acompañado de su esposa, una mujer joven con mucho carácter que menospreciaba a Serena. Entró en la casa declarando que Serena estaba descuidando el jardín y el porche.
–No conviene descuidar una casa –señaló–, y menos una tan grande como ésta. Eres muy afortunada de vivir tan espléndidamente.
Serena lo dejó pasar, sin prestar atención a la voz de su cuñada. Fue mientras tomaban un té cuando dijo:
–Henry vino el otro día. Le dije que quería unas vacaciones.
Matthew se atragantó con el bizcocho.
–¿Vacaciones? ¿Por qué, Serena?
Al menos parecía algo interesado.
–Esta casa es muy grande, tiene seis dormitorios, el ático, cuarto de estar, comedor, salón, cocina y dos baños. Se supone que debo de mantener todo limpio con la ayuda de una anciana que tiene reumatismo y no puede agacharse. Y también está el jardín. Fue mi cumpleaños hace una semana he cumplido veintiséis años, y creo que tengo derecho a unas vacaciones.
Matthew se quedó pensativo, pero fue su esposa quien habló:
–Mi querida Serena, a todos nos gustarían unas vacaciones, pero una tiene sus obligaciones. Después de todo, sólo sois tu padre y tú, y puedes organizarte tu trabajo cada día para hacer lo que te plazca.
–Pero no hago lo que me place –dijo Serena con toda naturalidad–. Tengo que hacer lo que le place a mi padre.
Matthew dijo:
–Bueno, eso no me parece muy razonable… ¿Has hablado con Henry…?
–Sí, piensa que es una idea tonta.
En el fondo Matthew era un buen hombre, pero estaba dominado por Henry y por su esposa. Dijo:
–Oh, pues, en ese caso no creo que debas pensarlo más, Serena –como Serena no dijo nada, añadió–: Imagino que verás mucho a Gregory. Un joven muy formal. No te va tan mal, Serena.
–Bueno, imagino que podría irme mejor –dijo Serena displicentemente–. Sólo que nunca he conocido a otros hombres.
Entonces tuvo un repentino recuerdo del hombre de Barrow Hill.
Gregory fue el fin de semana. Ella no lo esperaba y, como hacía un día gris y lluvioso, había decidido limpiar un armario de la cocina. Su aspecto desaliñado le hizo fruncir el ceño cuando la besó en la mejilla.
–¿Tienes que parecer una fregona un sábado por la mañana? –inquirió–. ¿No puede hacer ese trabajo la mujer que viene a limpiar?
Serena se retiró un mechón de pelo detrás de la oreja.
–Viene dos horas dos veces a la semana. En una casa de este tamaño apenas le da tiempo a hacer la cocina y los baños. No te esperaba…
–Es obvio. Te he traído unas flores.
Le dio unos narcisos envueltos en celofán con el aire de estar regalándole una gargantilla de diamantes.
Serena le dio las gracias amablemente y no mencionó que el jardín estaba plagado de narcisos. La intención era lo que contaba.
–Prepararé café. Mi padre ya tiene el suyo.
–Subiré a verlo enseguida –dijo Gregory, y añadió cautelosamente–: Henry me ha dicho que quieres irte de vacaciones.
Ella estaba llenando la tetera.
–Sí. ¿No crees que me las merezco? Podría conocer gente y divertirme.
Gregory dijo severamente:
–¿Bromeas, Serena? СКАЧАТЬ