Название: Economía de lo que no se pierde
Автор: Anne Carson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Fisuras
isbn: 9788412243994
isbn:
1Lukács (1917).
2Para Heráclito existen dos clases seres humanos de acuerdo con su conocimiento del λόγος: los «despiertos» y los «dormidos»: «Para los que están despiertos (τοῖς ἐγρηγορόσιν), el orden del mundo es uno y común, mientras que para los que duermen (τῶν δὲ κοιμωμένων) se vuelve hacia sí mismo». Estar despierto o dormido significa estar o no atentos al λόγος, tener un mundo propio (ἴδιον) o único y común (ἕνα καὶ κοινὸν κόσμον). Esto nos dice Werner Jaeger sobre la Paideia en Grecia, esa transmisión de valores y saberes técnicos (la techné), el más alto ideal educativo. Cf. Cristianismo primitivo y Paideia, Breviarios, Fondo de Cultura Económica, México, 1983. Anne Carson está atenta. (N. de la T.).
PRÓLOGO
Vela falsa
Los humanos valoramos la economía. ¿Por qué? Sea que encomiemos a una matemática por su demostración o a un dibujante por su uso de la línea o a un poeta por proporcionarnos pepitas de belleza y verdad, la economía es un tropo de valor intelectual, estético y moral. ¿Cómo vinimos a hallar consuelo en esta noción? Es debatible si el tropo precede al invento de la acuñación. Y ciertamente, en una civilización tan incondicionalmente comprometida con la codicia como la nuestra, nadie cuestiona la sabiduría del ahorro. Mas el dinero es sólo un mediador de nuestra codicia. ¿Qué significa ahorrarse tiempo, un problema, una humillación, saliva o piel para calzado? ¿O palabras? Sus biógrafos relatan que, cuando Paul Celan tenía cuatro años, se le ocurrió crear sus propios cuentos de hadas. Empezó a contar estas nuevas versiones a todos en su casa, hasta que su padre le aconsejó parar. «Si necesitas historias, el Antiguo Testamento está lleno de ellas». Para el padre de Celan, crear nuevas historias era un despilfarro de palabras. Estos sentimientos paternos no son infrecuentes. Mi propio padre era propenso a hacer comentarios escépticos cuando me veía inclinada sobre la mesa de la cocina, cubriendo páginas con letra pequeña. Quizás los poetas despilfarran lo que sus padres ahorrarían. Pero la pregunta sigue en pie: ¿qué perdemos exactamente cuando las palabras se malgastan? ¿Y dónde se encuentra el depósito humano en el cual estos bienes están almacenados?
Un poema de Paul Celan parece ocuparse del acumulamiento de ciertos bienes poéticos en un depósito al que llama «tú». Entre estos bienes están las tradiciones líricas del amor cortés, el misticismo cristiano, Mallarmé, Hölderlin, por no decir el propio Celan. Él ha elegido contemplar estas tradiciones a través del prisma de un momento brillante y drástico del romance entre Tristán e Isolda: el momento de la vela falsa.
MATIÈRE DE BRETAGNE
Ginsterlich, gelb, die Hänge
eitern gen Himmel, der Dorn
wirbt um die Wunde, es läutet
darin, es ist Abend, das Nichts
rollt seine Meere zur Andacht,
das Blutsegel hält auf dich zu.
Trocken, verlandet
das Bett hinter dir, verschilft
seine Stunde, oben,
beim Stern, die milchigen
Priele schwatzen im Schlamm, Steindattel,
unten, gebuscht, klafft ins Gebläu, eine Staude
Vergänglichkeit, schön,
grüsst dein Gedächtnis.
(Kanntet ihr mich,
Hände? Ich ging
den gegabelten Weg, den ihr weisst, mein Mund
spie seinen Schotter, ich ging, meine Zeit,
wandernde Wächte, warf ihren Schatten - kanntet ihr mich?)
Hände, die dorn-
umworbene Wunde, es läutet,
Hände, das Nichts, seine Meere,
Hände, im Ginsterlicht, das
Blutsegel
hält auf dich zu.
Du
du lehrst
du lehrst deine Hände
du lehrst deine Hände du lehrst
du lehrst deine Hände
schlafen.3
MATIÈRE DE BRETAGNE
Luz de ginesta, amarilla, las laderas
supuran hacia cielo, la espina
corteja la herida, algo dentro
resuena, es el ocaso, la nada
hace rodar sus mares hacia la plegaria,
la vela de sangre navega hacia ti.
Árido, encalla
el lecho detrás de ti, recubierto
de juncos, en lo alto,
cerca de la estrella, los estuarios
de leche balbucen en el cieno, dátil de piedra,
abajo, tupida, abierta en lo azul, una mata
de fugacidad, hermosa,
saluda tu memoria.
(¿Me conocíais,
manos? Recorrí
la senda escindida que señalabais, mi boca
escupía el cascajo, recorrí –errantes cornisas–
mi tiempo, arrojó su sombra, ¿me
conocíais?)
Manos, la herida
corteja la espina, resuena,
manos, la nada, sus mares,
manos, en la luz de ginesta, la
vela de sangre
navega hacia ti.
Tú
Tú enseñas
Tú enseñas a tus manos
Tú enseñas a tus manos tú СКАЧАТЬ