Название: Persuasión
Автор: Margaret Mayo
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Julia
isbn: 9788413751207
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—¿Ha comprobado su situación laboral en su actual empleo?
—Tenía razón —admitió ella, de mala gana.
—¿Y tiene una hipoteca sobre esta casa?
—No creo que eso sea asunto suyo —le espetó ella.
Probablemente, lo sabía de todos modos. La casa de sus padres no había alcanzado un precio tan alto y las casas en aquella zona eran mucho más caras, así que, efectivamente, tenía una hipoteca.
—Además, por supuesto —añadió él, muy lentamente—, están los honorarios que tiene que pagar por el internado de su hermana. Supongo que tiene que hacer maravillas con el dinero, Celena.
—Fuera de aquí, canalla —replicó ella, poniéndose inmediatamente de pie—. No tiene ningún derecho a husmear…
—Estás todavía más hermosa cuando te enfadas. Me sorprende que un hombre no te haya seducido todavía. Necesitas ese trabajo, Celena, entonces, ¿por qué no lo aceptas?
Efectivamente, así era. Lo necesitaba. No se podía permitir rechazar una oferta como aquella una segunda vez.
—Lo haré solo si triplica lo que gano en estos momentos —le espetó ella, en tono desafiante.
—Hecho —respondió él, con una amplia sonrisa. Entonces, se puso también de pie y le extendió una mano que Celena se vio obligada a estrechar—. Sabía que acabarías recuperando la cordura. Todo el mundo tiene un precio.
De nuevo, aquel saludo le pulverizó la mano. Sin embargo, mucho más fuertes fueron las descargas eléctricas que sintió por todo el cuerpo, la misma reacción química que había experimentado en su despacho, solo que más fuerte. «Por favor, Dios mío, no dejes que nuestros caminos se crucen con mucha frecuencia», suplicó en silencio.
Capítulo 2
UN MES después, Celena comenzó a trabajar para Luse. Durante la primera semana y media, no vio a Luciano, lo que la alivió mucho, a pesar de que su nombre andaba en boca de todos. Luciano eso, Luciano eso, Luciano quiere, a Luciano le gustaría… ¡Y Luciano lo conseguía todo!
Celena estaba también algo perpleja por cómo había conseguido aquel trabajo. Nadie se había marchado de la empresa. En realidad, no había vacante alguna. Aparentemente, aquel puesto no existía antes, por lo que todo el mundo andaba tan desconcertado como ella misma. También había llegado un segundo ramo de rosas blancas. Aquella vez, simplemente decía Gracias.
Entonces, llegó la llamada para que acudiera al despacho del gran hombre. Cuando Celena llegó al final del pasillo que conducía allí, notó que el corazón le latía con fuerza, algo que le molestó mucho. Al llegar a la puerta se detuvo un momento para recobrar de nuevo el equilibrio. Estaba respirando profundamente cuando la puerta se abrió de repente.
—¿Qué está haciendo, señorita Coulsden? —preguntó Luciano Segurini, muy divertido—. ¿Armándose de valor para afrontar al león en su guarida?
—Naturalmente —dijo ella. Sabía que era tan evidente lo que estaba haciendo que se ahorró la vergüenza de inventar una excusa—. Se le tiene en mucha estima, señor Segurini. Una llamada para acudir a su santuario no debe tratarse a la ligera. ¿Qué es lo que desea? ¿Me va a despedir o me ha concedido un aumento?
—Muy pocos de mis empleados se atreverían a hablarme de ese modo —replicó él, mientras le hacía pasar.
—¿De verdad? ¿Es que acaso no me dijo, justo después de que yo aceptara este trabajo, que todos son aquí una gran familia? ¿Que, por así decirlo, no había distinción entre clases? Si ese es el caso, no veo razón alguna por la que yo no pueda decir lo que quiero —le espetó ella. Aquel hombre había ido tan lejos para contratarla que no tenía miedo de que la despidiera.
—No importa —comentó él, haciéndole un gesto para que se sentara—. ¿Tienes planes inmediatos, Celena? —añadió. Ella frunció el ceño, sin comprender del todo—. Quiero decir, personales. Vacaciones… ese tipo de cosas.
—No —respondió ella, aliviada de que su jefe le estuviera hablando en un tono tan profesional, aunque tuteándola de nuevo.
—Bien, porque quiero que me acompañes a Sicilia.
—¿Sicilia?
—Sí, a mi país.
—¿Y por qué quiere que lo acompañe? —preguntó ella, algo alarmada.
—Simplemente por negocios, por supuesto. Tengo un volumen bastante grande de publicidad allí.
—¿Por qué me necesita?
—¿Es que no es evidente? —preguntó él, agriamente—. Estás doblemente cualificada. Ahorraré tiempo y dinero si creas tus ideas allí mismo.
—¿Es esto lo que tenía en mente desde el principio? —quiso saber ella, muy a la defensiva. Él asintió con la cabeza—. Entonces, ¿por qué no me lo dijo?
—¿Hubieras accedido a trabajar conmigo sabiendo que iba a llevarte rápidamente al extranjero?
—Tal vez no. Por otra parte, podría haberlo considerado como una oportunidad emocionante.
—Entonces, ¿te alegras de poder acompañarme?
—Mientras sea estrictamente por negocios…
—Tienes mi palabra.
—¿Cuánto tiempo estaremos fuera?
—Uno o dos días… lo suficiente para atar todos los cabos.
El vuelo duró dos horas y media. Se registraron en un hotel de Palermo. Durante la cena, Luciano la sorprendió hablándole de su infancia.
—Aquí, las familias son como una piña, como probablemente sabes. Mi madre murió cuando yo tenía cuatro años, por lo que me criaron mis abuelos maternos, con un fuerte grado de interferencia de mi bisabuela. Aunque mi padre y mis abuelos han muerto ya, mi bisnonna sigue viva todavía, Dios la bendiga. Cumplirá noventa y tres este año.
Parecía hablar con mucho afecto de ella. Celena se sintió algo envidiosa por un momento, ya que sus abuelos habían muerto cuando era muy niña, incluso antes de que Davina naciera.
—Fui a Oxford para terminar mis estudios —añadió—, y me gustó tanto tu país que lo convertí en mi hogar. Naturalmente, todavía regreso aquí varias veces al año. Si no, mi familia no me lo perdonaría.
—¿Tiene hermanos?
—Tengo dos hermanos y una hermana. Gabriella… Ella es la más joven. Paolo es el mediano y luego está Filippo. Los conocerás mañana.
—¿Es que vamos a visitar a su familia?
—Claro. No podría venir a Sicilia sin visitar a mi familia.
—Me dijo СКАЧАТЬ