Novia prestada - En la batalla y en el amor. Elizabeth Lane
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Название: Novia prestada - En la batalla y en el amor

Автор: Elizabeth Lane

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ómnibus Harlequin Internacional

isbn: 9788413489391

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СКАЧАТЬ a la luz de una pequeña lámpara. Su bastón de ébano estaba apoyado en un brazo del sillón. El ataque le había dejado paralizada la parte izquierda del cuerpo. Podía caminar por la casa con ayuda del bastón, pero para salir prefería la digna comodidad de la silla de ruedas.

      La mujer alzó la mirada cuando Gretel entró para anunciar la visita. Sus pequeños y huesudos dedos dejaron la cinta negra en la página que estaba leyendo antes de cerrar el libro.

      —Una tetera de manzanilla, Gretel —ordenó—. Por favor, tome asiento, señora Gustavson.

      Mary Gustavson se sentó en una silla, sin decir nada. Parpadeó varias veces mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad.

      Judd se instaló en un rincón. No tenía ganas de participar en la escena: sólo quería escuchar y observar.

      —¿Ha sabido algo de Quint, señora Seavers? —Mary hablaba un buen inglés, pero con un fuerte acento noruego.

      Judd casi podía leer los pensamientos de su madre detrás de aquel ceño desaprobador. El té todavía no había llegado, y aquella zafia mujer se había saltado toda cortesía previa para abordar directamente el motivo de su visita.

      Judd gimió para sus adentros al adivinar la razón de aquella visita. Sólo una cosa podía haber llevado a Mary Gustavson a aquella casa.

      —La verdad es que no. Pero… ¿en qué medida habría de interesarle eso a usted?

      La respuesta de Mary confirmó los peores temores de Judd.

      —Nuestra Hannah está embarazada, y no tengo ninguna duda de que su hijo de usted es el padre.

      —¿Cómo puede estar segura? —la voz de Edna destilaba puro ácido—. Por todo lo que usted sabe, su hija pudo haberse abierto de piernas con la mitad de los chicos de este condado. Sólo porque tengamos dinero, y porque Quint no esté aquí para defenderse…

      —¡Hannah es una buena chica! —Mary se había levantado de la silla. Estaba pálida y temblaba—. Si ha perdido su honra es porque amaba a su hijo y él se aprovechó de ella.

      —Mi hijo es un caballero. Nunca se aprovecharía de ninguna niña —Edna dedicó un momento a servirse una taza de la tetera que Gretel había dejado sobre la mesa. Su cara era una máscara impávida, pero le temblaban las manos. Se le derramó un poco de infusión sobre el mantel—. En cualquier caso, usted no tiene ninguna prueba de su acusación. Hasta que Quint no aparezca para responder por sí mismo, no hay que nada que yo pueda hacer al respecto.

      —¡Escríbale una carta! ¡Dígale que tiene que volver a casa!

      Edna volvió a dejar la taza sobre la bandeja de plata, con su contenido intacto.

      —Nadie desea tanto que vuelva Quint como yo. Le he escrito cada semana, suplicándole que renuncie a esa estúpida aventura. Pero no me ha contestado. Ni siquiera sé si ha recibido mis cartas. Así que ya ve usted, señora Gustavson, lo crea o no, tengo las manos atadas.

      —¡Pero es su nieto, carne de su carne y sangre de su sangre! —Mary se retorcía angustiada sus fuertes manos, endurecidas por el trabajo—. Mi Hannah y su Quint se quieren con locura. Es el hombre de su vida, usted lo sabe. Pronto todo el pueblo se enterará del escándalo. ¿Es eso lo que quiere para el hijo de Quint? ¿Que nazca sin tener un padre? ¿Que lo llamen siempre con esa palabra tan horrible?

      Edna se llevó una mano a la garganta.

      —De verdad, señora Gustavson, no entiendo…

      —¡Tiene que traer a Quint de vuelta a casa! ¡Mi hija necesita un marido! ¡Su bebé necesita un apellido!

      Edna se había encogido en su sillón como un animal acorralado.

      —Pero eso no es posible… No sabemos dónde localizarlo.

      —¿Entonces quién se casará con mi Hannah? ¿Quién será el padre del bebé de su hijo?

      —Yo.

      Judd se levantó. Las dos mujeres se lo quedaron mirando de hito en hito.

      —¿Tú? —Edna se atragantó con la palabra—. ¡Pero eso es absurdo!

      —¿Tienes alguna idea mejor? —su plan iba cobrando formando mientras hablaba—. El matrimonio sería puramente nominal, por supuesto. Incluso podríamos tener preparados los papeles del divorcio. Cuando Quint vuelva a casa, lo único que tendré que hacer será firmarlos. Entonces Hannah y él serán libres para casarse.

      Mary Gustavson lo miraba como si acabara de rescatar a su familia de una casa en llamas.

      —Gracias —murmuró.

      La mujer estaba emocionada. Judd le había ofrecido su ayuda movido por una sincera preocupación, pero… ¿y si le estaba complicando la vida a esa pobre chica? Él no era ningún modelo de hombre. Y ninguna mujer se merecía una suegra como Edna Seavers.

      —No me lo agradezca todavía. Yo deseo casarme con su hija, señora Gustavson, pero ella tiene que desearlo también. Necesita conocer las condiciones y aceptarlas.

      —Lo hará. Yo me aseguraré de ello.

      Judd miró a su madre.

      La cara de Edna estaba lívida de furia contenida, los labios convertidos en una fina línea. Nada de todo aquello iba a resultar fácil. Pero tenía que responsabilizarse del hijo de su hermano… y del nieto de su madre. Se volvió hacia Mary.

      —Si no le importa, se lo pediré yo mismo. Lo menos que se merece la pobre chica es una proposición formal.

      Mary pareció vacilar. Apretó los labios.

      —Pasaré a buscarla esta noche, después de la cena. Dígale que me espere.

      —¿Le cuento también el resto?

      —¿Qué es lo que ya sabe?

      —¿De todo esto? Nada. Ni siquiera sabe que estoy aquí. Le dije que quería visitar a una amiga que vive al otro lado del arroyo. Pero pronto lo descubrirá.

      —Entonces lo dejo en sus manos. Usted la conoce mejor que yo —de hecho, apenas conocía a aquella chica. Quizá no hubiera sido una buena idea, después de todo…

      —Me marcho entonces —Mary se volvió hacia Edna—. Gracias por su hospitalidad, señora Seavers.

      La respuesta de Edna fue un simple gesto dirigido a Gretel, que había aparecido en el umbral para acompañar a la visita a la salida. Tan pronto como se hubo cerrado la puerta, estalló la tormenta en el salón.

      —¿Cómo te atreves, Judd? ¡Vaya idea la tuya, la de casarte con esa desgraciada! ¡Piensa en el escándalo que se montará? ¿Qué dirá la gente?

      —¿Y qué dirán si no me caso con ella? —replicó con toda tranquilidad—. En cuanto se le note el embarazo, la gente sabrá que es de Quint. Negarnos a ayudarla cuando tenemos los medios necesarios para ello… eso sí que sería una crueldad.

      —¿Pero por qué tenemos que meterla en nuestra casa? ¡Dale algún dinero! СКАЧАТЬ