Estrella Fugitiva. Barbara Cartland
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Estrella Fugitiva - Barbara Cartland страница 4

Название: Estrella Fugitiva

Автор: Barbara Cartland

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: La Coleccion Eterna de Barbara Cartland

isbn: 9781788673716

isbn:

СКАЧАТЬ

      El ancho asiento adosado a la ventana estaba también cubierto de terciopelo rojo y Grace se había acurrucado en aquel rincón, con un cojín en la espalda, y abrió el libro, encuadernado en piel, con una sensación de deleite.

      Fue Don Juan lo que primero leyó.

       “El amor gobierna el campo, la corte, el huerto.

       Pues el amor es el cielo, y el cielo es amor…”

      «¿Podría el Duque hacerme sentir así|?», se preguntó de nuevo.

      Pero como la respuesta la asustaba, dio vuelta a las páginas rápidamente, para leer uno de sus trozos favoritos de La Visión del Juicio Final:

       “Los ángeles cantaban y lo hacían desentonados

       Por falta de otra cosa mejor que hacer,

       Como no fuera jugar con la luna y el sol

       O echar a correr detrás de alguna joven estrella errante”

      Sonrió, ya que la imagen que evocaba el poema siempre la divertía, pero volvió bruscamente a la realidad al escuchar a dos personas que hablaban en el otro extremo de la biblioteca.

      Como había estado concentrada en los poemas, no lo había oído entrar, pero ahora reconoció la voz de su madrastra, y la del hombre que le contestaba: era el Duque.

      «No es probable que me descubran aquí’» pensó Grace, satisfecha consigo misma.

      Continuó leyendo, pues no deseaba escuchar lo que estaban diciendo. Fue sólo cuando oyó mencionar su propio nombre, que levantó la cabeza.

      —Grace es tan joven, tan inocente, que jamás lo sospecharía, a menos que se lo dijera alguien —comentó su madrastra.

      Grace se sintió intrigada.

      —Nadie lo hará— dijo el Duque—, la juventud y la inocencia de ella constituyen nuestra mejor protección.

      —Estoy segura de que tienes razón, y será maravilloso poder verte sin ninguna dificultad. Podremos hospedarnos en tu casa y tú podrás venir aquí.

      La Condesa lanzó un profundo suspiro y entonces añadió:

      —¡Oh, mi amor, estos años sin ti han sido un infierno!

      Grace se había puesto tensa de pronto.

      ¿Era posible que, de verdad, hubiera oído a su madrastra decir aquellas palabras con ese tono de voz que nunca antes le había escuchado?

      —Debemos tener cuidado— dijo el Duque.

      —¡Por supuesto!— exclamó la Condesa—, pero esta noche, mi amor, no correremos ningún peligro, te lo juro.

      —¿Aquí? ¿Con George en la casa?

      —Está resfriado y va a dormir solo, en su propio cuarto. Iré a verte y… ¡Oh, Andrew, si sólo supieras cuánto te deseo y cuánto te necesito!

      —¡Mi pobre Daisy! Pero no podíamos seguir como estábamos. ¿Cómo iba yo a saber que Elsie habría de morir sólo seis meses después que te casaste?

      —El destino estaba en contra nuestra— dijo la Condesa con un sollozo ahogado—. ¡Pero ahora volveré a verte! ¡Si supieras cuánto te he echado de menos! Nunca ha existido un hombre tan apuesto y tan atractivo como tú.

      Se detuvo un momento y después bajó la voz para decir en forma apasionada:

      —¡Nadie! ¡Nadie en el mundo puede ser un amante más maravilloso que tú!

      Grace sentía que se había vuelto de piedra.

      Entonces se hizo el silencio y comprendió que el Duque estaba besando a su madrastra. Un momento después, oyó que la puerta de la biblioteca se cerraba y se dio cuenta de que se había quedado sola. Se había quedado sentada, sin moverse. Su mente, adormecida no lograba captar del todo lo sucedido, como si se resistiera a comprenderlo.

      Al fin, se encaró a la verdad.

      El Duque era amante de su madrastra y lo había sido desde antes que se casara con su padre.

      Cuando su padre volvió a casarse, a Grace no se le había ocurrido pensar en su madrastra como una mujer atractiva.

      Había leído, sobre todo en los libros escritos en francés, acerca de mujeres maduras que buscaban el amor en forma dramática y casi siempre trágica, pero nunca imaginó que ello pudiera suceder en su propia casa.

      Su padre era un hombre un tanto severo, y como ella era la más pequeña de la familia, desde que era niña le había parecido un hombre muy viejo.

      Su madre lo había amado y habían sido felices, pero cuando el Conde se casó por segunda vez, trataba a su nueva esposa, que era mucho más joven que él, como si fuera una niña a la que hubiera que mimar y proteger.

      Grace se parecía mucho a su madre, quien había tenido una salud muy precaria desde que ella nació.

      Sólo cuando murió, Grace se dio cuenta de que su madre había sido una perfecta compañera para ella y se sintió perdida y solitaria sin su compañía.

      Fue entonces que su padre había sido cautivado por una mujer decidida y mundana. Grace comprendía ahora el motivo de que instintivamente desconfiara de su madrastra y por qué, con tanta frecuencia, las cosas que ella decía le sonaban falsas.

      Cuando al fin salió de su escondite en la biblioteca había sentido las piernas rígidas de pronto. Su alma había envejecido muchos años desde el momento en que tomó los poemas de Lord Byron del anaquel.

      Volvió a poner el libro en su sitio y, al mirar el lugar donde su madrastra y el Duque habían estado de pie y se habían besado, comprendió que jamás consentiría en casarse con un hombre que no la amaba.

      «¿Cómo pudieron hacer una cosa así?» se preguntó a sí misma y se estremeció, porque lo sucedido le había impresionado mucho.

      Había subido entonces a su dormitorio y, como no deseaba que nadie se diera cuenta de lo que estaba sintiendo, cuando llegó el momento de cambiarse para la cena lo hizo en forma acostumbrada.

      Bajó al comedor, y al observar a su madrastra y al Duque, le pareció presenciar una obra teatral en el escenario, de argumento muy desagradable, de la que ella era la única espectadora.

      Su padre se había mostrado encantador. Hizo el papel de anfitrión con una alegría que le revelaba a Grace lo contento que estaba de que alguien tan importante como el Duque fuera a convertirse en su yerno.

      «¡Si sólo supiera!», se dijo a sí misma Grace.

      Por primera vez, vio a su madrastra, no como alguien que tenía autoridad sobre ella, sino como a una mujer inmoral. ¡Y se percató de sus atractivos, aunque la detestó por exhibirlos!

      Ahora se daba cuenta, observándola, de que había СКАЧАТЬ