Название: El conde de montecristo
Автор: Alexandre Dumas
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9782378077877
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-¿Cuál era su empleo a bordo?
-Sobrecargo.
-Si hubieseis llegado a ser capitán, ¿le conservaríais en su empleo?
-No; a depender de mí, porque creí encontrar en sus cuentas alguna inexactitud.
-Bien. Decidme ahora ¿presenció alguien vuestra última entrevista con el capitán Leclerc?
-No, porque estábamos solos.
-¿Pudo oír alguien la conversación?
-Sí, porque la puerta estaba abierta y aún… esperad… sí… sí… Danglars pasó precisamente en el instante en que el capitán Lederc me entregaba el paquete para el gran mariscal.
-Bien -murmuró el abate-, ya dimos con la pista. Cuando desembarcasteis en la isla de Elba ¿os acompañó alguien?
-Nadie.
-¿Y os entregaron una misiva?
-Sí, el gran mariscal.
-¿Qué hicisteis con ella?
-La guardé en mi cartera.
-¿Llevabais vuestra cartera? ¿Y cómo una cartera capaz de contener una carta oficial podía caber en un bolsillo?
-Tenéis razón. Mi cartera estaba a bordo.
-Luego fue a bordo donde colocasteis la carta en la cartera.
-Sí.
-Desde Porto-Ferrajo a bordo, ¿qué hicisteis de la carta?
-La tuve en la mano.
-Cuando abordasteis de nuevo al Faraón, ¿pudieron ver todos que llevabais una carta?
-Sí.
-¿Y Danglars también lo vio?
-También.
-Poco a poco. Escuchad bien: refrescad vuestra memoria. ¿Os acordáis de los términos en que estaba concebida la denuncia?
-¡Oh!, sí, sí: la he leído y releído muchas veces, y tengo sus palabras muy presentes.
-Repetídmelas.
Dantés reflexionó un instante y repuso:
-Así decía textualmente:
«Un amigo del trono y de la religión previene al señor procurador del rey que un tal Edmundo Dantés, segundo del Faraón, que llegó esta mañana de Esmirna, después de haber tocado en Nápoles y en Porto-Ferrajo, ha recibido de Murat una carta para el usurpador, y de éste otra carta para la junta bonapartista de París.
»Fácilmente se tendrá la prueba de su crimen prendiéndole, porque la carta se hallará en su poder, o en casa de su padre, o en su camarote, a bordo del Faraón.»
El abate se encogió de hombros.
-Eso está claro como la luz del día -dijo-, y es necesario tener un alma muy buena, y muy inocente, para no comprenderlo todo desde el principio.
-¿Lo creéis así? -exclamó Edmundo-. ¡Oh! ¡Sería una acción muy infame!
-¿Cuál era la letra ordinaria de Danglars?
-Cursiva, y muy hermosa.
-¿Y la del anónimo?
-Inclinada a la izquierda.
El abate se sonrió:
-Una letra desfigurada, ¿no es verdad?
-Muy correcta era para desfigurada.
-Esperad -dijo.
Y diciendo esto, cogió el abate su pluma, o lo que él llamaba pluma, la mojó en tinta, y escribió con la mano izquierda en un lienzo de los que tenía preparados, los dos o tres primeros renglones de la denuncia.
Edmundo retrocedió, mirando al abate con terror:
-¡Oh! ¡Es asombroso! -exclamó-. ¡Cómo se parece esa letra a la otra!
-Es que sin duda se escribió la denuncia con la mano izquierda. He observado siempre una cosa -prosiguió el abate.
-¿Cuál?
-Todas las letras escritas con la mano derecha son varias, y semejantes todas las escritas con la mano izquierda.
-¡Cuánto habéis visto! ¡Cuánto habéis observado!
-Continuemos.
-¡Oh!, sí, sí.
-Pasemos a mi segunda pregunta.
-Os escucho.
-¿Podía interesar a alguien que no os casaseis con Mercedes?
-Sí, a un joven que la amaba.
-¿Su nombre?
-Fernando.
-Ese es un nombre español.
-Era catalán.
-¿Y creéis que ése haya sido capaz de escribir la carta?
-No, lo que él hubiera hecho era darme una puñalada.
-Eso es muy español. Una puñalada sí, una bajeza, no.
-Además, ignoraba todos los pormenores que contiene la delación -indicó Edmundo. -¿No se los habíais contado a nadie?
-A nadie.
-¿Ni a vuestra novia?
-Ni a mi novia.
-Pues ya no me cabe duda alguna: fue Danglars.
-¡Oh!, ahora estoy seguro.
-Esperad un poco… ¿Conocía Danglars a Fernando?
-No… sí… ahora me acuerdo…
-¿Qué?
-La víspera de mi boda los vi sentados juntos a la puerta de la taberna de Pánfilo. Danglars estaba afectuoso y al mismo tiempo burlón, y Fernando pálido y como turbado.
-¿Estaban solos?
-No; se hallaba con ellos otro compañero, muy conocido mío, y que fue sin duda el que los relacionó… , un sastre llamado Caderousse; éste estaba ya borracho… Esperad, esperad… ¿cómo no he recordado esto antes de ahora? Junto a su mesa había un tintero… , papel y pluma… -murmuró Edmundo llevándose la mano a la frente-. ¡Oh! ¡Infames! ¡Infames!
-¿Queréis СКАЧАТЬ